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18 de septiembre de 2018, 4:00 AM
18 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Quienes trabajamos sobre procesos de crecimiento y desarrollo, cuando realizamos proyecciones podemos adelantarnos en los años sobre el estado de la población; analizando los indicadores del departamento y la ciudad de Santa Cruz y aplicando las proyecciones sobre la base de los Censos de Población y Vivienda de los años 1992, 2001 y 2012, nos encontramos con una tendencia aparentemente inmodificable.

La demografía ofrece una suma de variables que se alinean para ofrecer una oportunidad que no expresa un mandato de destino manifiesto, sino una posibilidad que, si se sabe aprovechar, puede permitir que ganemos todos, los que vivimos aquí y Bolivia en su conjunto. Proyectando la población boliviana al año 2032, seremos 15 millones de habitantes, de los cuales el 50%, 7.500.000, vivirá en el departamento y de ellos, 5,5 millones lo harán en la región metropolitana.

Ese crecimiento tan grande tiene origen migratorio, obviamente, y por la naturaleza de su estructura, se trata principalmente de población económicamente activa, de carácter emprendedor y dispuesto a asumir los retos que significa dejar el lugar de origen, en sus dimensiones culturales, sociales y económicas. Por naturaleza, el migrante es el más arrojado y abre el camino a los demás miembros del grupo social y familiar.

Esta situación implica también una doble llamada de atención y que debe ser enfrentada por políticas públicas. La presión migratoria requiere de servicios sobre el territorio al que está llegando y serán demandados a quienes lo administran. Y por otro lado, se hace necesario también estudiar la situación de los territorios origen de la migración por el abandono que ello significa. Si el Estado no asume iniciativa, las tendencias pueden ser mayores y agrandarse las asimetrías. Debemos asumir entonces, que esta es una responsabilidad compartida, máxime, si las tendencias muestran datos tan nítidos. Bolivia tiene áreas de abandono de población generando despoblamiento rural, y otras que se convierten en destinos deseados.

Frente a estos datos, me sonrío frente a la miopía discursiva de algún sector que habla negativamente sobre los privilegios que tendría el territorio de Santa Cruz; en realidad, lo único que se está produciendo es una decisión humana que busca mayores oportunidades, y va donde cree que existen; dicho de otra manera, los vivientes que hemos nacidos en Santa Cruz y aquellos que la asumen como su nuevo domicilio, somos parte de la sociedad boliviana que viviendo aquí, producimos para Bolivia. Tampoco los servicios públicos básicos discriminan origen de nacimiento, ni establecen jerarquía de calidad a la hora de ser brindados.

Otro elemento que debe reconocerse es la capacidad del receptor, en lo humano y en lo cultural. Las realidades geográficas moldean conductas y si ellas están definidas por la cultura del verde, de los ríos, de la selva, del calor y la humedad, es comprensible que la vida se desarrollará en ese escenario y con las condiciones que lo representan. El enriquecimiento social generará un espacio de convivencia, tolerancia y crecimiento mutuo. Más o menos, como nuestro cruceñísimo picante de gallina, con chuño.

Si el total de los 11 millones de bolivianos se trasladaran ahora a vivir al departamento de Santa Cruz, seríamos solo 30 habitantes por km2. El Salvador tiene 330, España 90, y en el vecindario, Chile y Perú, 24 por km2.

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