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24 de abril de 2019, 4:00 AM
24 de abril de 2019, 4:00 AM

Se dice que cuando el embajador británico se presentó al presidente Mariano Melgarejo en 1868, éste lo desairó obligándolo a hacer algo contra su voluntad, razón por la cual el diplomático volvió raudamente a su país.

Allá contó a la reina Victoria lo sucedido, a lo cual la soberana preguntó “¿Dónde está Bolivia?”. El diplomático le mostró en el mapamundi y la reina exasperada dibujó una cruz sobre el país y declaró “¡Bolivia no existe…!”

Humberto Vásquez Machicado, el célebre cruceño que fue el mejor historiador boliviano del siglo XX, escribió toda una revisión histórica al respecto en 1955 desvirtuando tal narración.

Desafortunadamente, Bolivia hoy no existe o está borrada del mapamundi en aspectos que son de transcendental importancia en esta era.

Uno de ellos es el Índice de Capital Humano que ha sido construido por el Banco Mundial, indicador que sirvió como apoyo para dos reportes anuales de dicha institución “Aprender para hacer realidad la promesa de la educación” de 2018 y “La naturaleza cambiante del trabajo” de 2019.

Por medio de tal información, sería posible conocer no solo la cantidad o cobertura de educación sino también la calidad, un aspecto en el que tanto al interior como afuera del país estamos en una completa ignorancia. Ningún padre de familia, alumno e incluso autoridades podrían señalar qué unidades educativas requieren mayor apoyo en el ámbito de la educación.

Basado en mi experiencia de docente universitario, podría intuir que nuestros niños y jóvenes no saben leer, en términos de comprensión, ni menos escribir de forma coherente oraciones y párrafos.

En el ámbito matemático, crucial en la era de la información, intuyo que tampoco estamos bien porque el razonamiento lógico matemático que pude apreciar en estudiantes universitarios, especialmente de primeros años, es muy básico.

La última vez que medimos la calidad de educación fue en 1997, hace 22 años. Una deficiencia de la República y ahora del Estado Plurinacional es que no estamos dando suficiente atención es a las competencias y habilidades de nuestro talento humano.

Se atribuye a Lord Kelvin, famoso por su trabajo sobre temperatura, la frase de “lo que no se mide no se puede mejorar”.

Me parece adecuado que nos midamos constantemente en campos como crecimiento del PIB y desigualdad del ingreso, desde una acera, o que veamos las reservas y la deuda, desde la otra.

Pero no podemos dejar de ver la cantidad y calidad educativa. Sin ella, no podremos crecer más y reducir las brechas de ingreso. Lo que es peor: generaremos una deuda con la población, impidiéndole mejorar.

Hace dos semanas se publicó el ranking Scimago de investigación en 2018. Al igual que en el índice del Banco Mundial, no figuramos dentro de las 146 universidades latinoamericanas.

Creemos que la mejora salarial que se discute estos días debe responder a la productividad. Pero ésta no mejorará si es que no nos enfocamos a medir y transformar la educación hacia una que sea relevante en el siglo XXI.