Opinión

Bielorrusia: mucho ruido y pocas nueces

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9 de abril de 2018, 5:56 AM
9 de abril de 2018, 5:56 AM

Los estados de Bielorrusia, Rusia y Ucrania proclaman a la milenaria Kievan Rus como la raíz de una nación única. Siglos atrás, navegantes varegos llegaron hasta esas tierras y  se adentraron en su interior. Se los identificó como ‘Rus’ por sus rojizos remos y marcaron el origen común de los tres pueblos citados. La Rusia zarista siempre los consideró parte integral de su territorio y así fue por siglos. Lo mismo sucedió durante la Unión Soviética. Al colapsar la URSS, al margen de Rusia surgieron catorce naciones independientes, entre ellas Ucrania y Bielorrusia, también llamada la Rusia Blanca, por haber sido la única parte del Kievan Rus no invadida por los mongoles en el siglo XIII.

Bielorrusia es una nación sin salida al mar. Ocupa 207.000 km2 y cuenta con nueve millones y medio de habitantes. Su capital –Minsk– fue importante centro industrial en las épocas del comunismo soviético; no lo es más, aunque ostenta cierta vigencia en el sector de maquinaria pesada. El país sigue siendo dependiente de Moscú y está regido desde 1994 por el llamado “último dictador de Europa”: Alexander Lukashenko. En los años de auge soviético, Bielorrusia se convirtió en una de las partes más prósperas de la URSS, pero con la independencia vino el declive.

Esta breve reseña nos ilustra acerca del escaso (casi nulo) alcance del pomposo convenio para producir armas que ha estado en discusión parlamentaria. Puede ser que en el futuro Bolivia y Bielorrusia produzcan miras ópticas tipo láser y equipos de guerra, pero por ahora son aspiraciones, nada más. Ninguno de los dos países tiene autonomía tecnológica ni recursos excedentes para producir armamento sofisticado. Además, ambas  partes tienen por delante otros desafíos mucho más importantes. Por otro lado, en este tipo de convenios ya hay antecedentes negativos en materia de incumplimiento por parte de Minsk como ha sido el caso con Perú, ampliamente divulgado.

Parafraseando a  uno de nuestros cronistas, dejemos de jugar a los soldaditos. No hay guerras ni las habrá (al menos en el futuro cercano) en nuestra zona de influencia y Bolivia se ha declarado pacifista. Que el Gobierno gaste dinero para mantener ‘satisfechas’ a las FFAA es otra cosa. Conste que el presupuesto militar nacional excede con creces a los de educación y salud, aspectos que sí claman por fondos extras. Acá hay más ruido que nueces. Demos a cada cosa su real dimensión. Se apruebe el convenio en la Asamblea Legislativa o no, muy poca cosa podrá surgir de la relación boliviana con un país conflictuado como Bielorrusia.