Opinión

Baterías cargadas

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4 de marzo de 2019, 4:00 AM
4 de marzo de 2019, 4:00 AM

Las baterías de la propaganda política trabajan a todo vapor estos días cuando las tensiones en Venezuela empiezan a tener reflejos en Bolivia, a ocho meses de las elecciones presidenciales en las que el presidente Evo Morales buscará el cuarto mandato, que lo llevaría a gobernar más de veinte años y a erigirse en récord continental. La disconformidad ciudadana con el continuismo fue exhibida en las concentraciones multitudinarias registradas en los principales centros urbanos del país el 21 de febrero, en el tercer aniversario del referéndum que rechazó avalar un nuevo mandato.

Desde entonces el ‘Bolivia dijo No’ es un mantra contra cuya difusión y significado nada destacado han conseguido las iniciativas del gobierno. Los intentos por ponerle freno a través de la que fue llamada ‘guerra digital’ con la formación de escuadras de combatientes digitales que surgirían del Chapare, bastión esencial del gobierno, han tenido efecto nulo, si se los compara con las intenciones de voto que muestran las encuestas de mayor credibilidad. En ellas, el expresidente Carlos Mesa, ahora el principal candidato opositor, está adelante con ventaja apreciable sobre el candidato Evo Morales. Todas las encuestas conocidas dicen que, si se diese una segunda vuelta, bajo una elección transparente, el candidato oficial sería derrotado y que, salvo sorpresas que pudieren dar otros candidatos, Mesa asumiría la primera magistratura. El libreto democrático, repetido por las actuales autoridades hasta no hace mucho, es que en democracia se pierde una elección sin reclamos hasta por un solo voto. De eso no han vuelto a hablar.

Doce años de ejercicio del poder causan grandes desgastes.  A eso se agrega el drama venezolano, que para el gobierno boliviano admira y temerariamente le extiende todo su apoyo. El país capitán del Socialismo del Siglo XXI yace sobre la lona, noqueado por una pésima administración de los ingentes recursos petroleros, atizada por la represión de las voces opositoras y por la corrupción de sus dirigentes y hasta de familiares de sus líderes. De nada vale argumentar que la crisis venezolana estriba en las sanciones que le han impuesto los que fueron sus principales socios comerciales.

Un núcleo de la crisis es la falta de educación democrática, que, entre otras perlas, instaló la idea de que bastaba la adhesión política para ser parte de una empresa del estado. Se aplicó sin freno el viejo dicho caribeño: ¨No me den, pero pónganme donde hay¨. Un ejemplo elocuente: PDVSA. Tenía una planilla de 40.000 empleados cuando el Socialismo Siglo XXI comenzó a gobernar. En pocos años del número se triplicó. La tendencia se invirtió en la producción de petróleo, que bajó de 3,4 millones a un poquito más de un millón estos días. El camino al naufragio estaba trazado.

Como la tendencia continúa, no es aventurado pronosticar que la victoria bailada de Maduro el sábado antepasado será la antesala de otras y aún más fuertes turbulencias. (http://haroldolmos.wordpress.com)

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