Opinión

Atenderán a 28 enfermos de cáncer

El Deber logo
8 de noviembre de 2018, 4:00 AM
8 de noviembre de 2018, 4:00 AM

El presidente promete a los enfermos de cáncer 21 millones. Por fin han estudiado algo. Ya saben calcular el monto que necesitarán 28 pacientes, para 30 sesiones de radioterapia por cada uno, durante 45 días. Es la respuesta a marchas y reclamos, a protestas de familias y de enfermos. Es el fruto de hirientes noticias que impactan en tiempos electorales. Pero no es solución. No es lo que deben hacer.

¿Qué le parece? Al Estado no le corresponde enyesar el brazo fracturado de un ciudadano, ni de 28. El Estado debe establecer una manera de atender, con yeso y con lo que corresponda, a todos los fracturados de todos los departamentos, de todas las edades, durante todos los días de la vida que tiene la patria por delante. Se puede discutir cómo se financiará el sistema y cómo se manejará. Lo que no se discute es que toda la población debe tener siempre a su alcance atención y cura para sus males. ¿Qué hace todo un gobierno nacional ocupado de 28 enfermos de los dos millones que hay en el país? ¿Qué hace atendiendo solamente por 45 días, de todos los años que nos quedan por vivir? Si el cáncer fuera una catástrofe natural imprevista, debe establecerse un sistema de atención de catástrofes. Si es una enfermedad, debe armar un sistema de salud capaz de atenderlo.

El Gobierno no está para dar una limosna momentánea a 28 enfermos. No es un remendón. La tarea gubernamental es armar para toda la población un sistema tan bien pensado como el que, en pequeño, hicieron para el presidente. Tienen que hacer un sistema para todos. Un sistema completo. Un sistema permanente, efectivo, eficiente, respetuoso. Hace doce años que critican a la oposición porque no tiene un proyecto. Pues eso es lo que se pide a los gobernantes, que en lugar de dar una limosna a 28 enfermos, que en lugar de dar manotazos al viento, piensen, proyecten y pongan en marcha un sistema que atienda la salud de la población.

Después de los escandalosos viajes del presidente a tratarse con médicos extranjeros y en hospitales extranjeros, el Gobierno decidió atender en Bolivia la salud del presidente. Entonces, se dieron cuenta de que necesitaban un hospital que pudiera auscultarlo y curarlo todos los días y a todas las horas. Y lo construyeron. Se dieron cuenta de que hacía falta equipar el hospital con los equipos e instrumental propios para cualquier enfermedad. Y lo equiparon. Se dieron cuenta de que hacía falta un completo equipo de profesionales de todas las áreas de la salud. Y los contrataron. Se dieron cuenta de que hacía falta un presupuesto permanente. En secreto, pero lo asignaron. Se dieron cuenta de que hacía falta armar toda una empresa bien administrada, capaz de trabajar, de manejar sus recursos, de hacer posible que se presten los servicios todos los días del año, ordenada y técnicamente. La armaron y funciona.

No quieren entender la tormenta de críticas a los viajes presidenciales en busca de hospitales de otros países. Lo que criticó el país entero, lo que molesta, son dos puntos: la inconsecuencia presidencial y el privilegio. Duele que el presidente ofrezca a la población un servicio de salud tan malo que, cuando él tiene un dolor, huye lo más lejos que puede a buscar remedio de otros. Duele también que el Estado busque solución solamente para un privilegiado. Con su nuevo hospital estamos igual. Tan malo es el exclusivo viaje presidencial en busca de hospitales de Cuba, como traerse uno de esos hospitales a Bolivia para uso exclusivo del privilegiado mayor del reino. La tarea pendiente es una solución honesta y pública. Deben abrir el hospital presidencial para toda la población y ampliarlo para que quepan en sus salas y en sus camas diez millones de pacientes potenciales.

Tags