Opinión

Ataques del Gobierno a gil y mil

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19 de noviembre de 2017, 19:21 PM
19 de noviembre de 2017, 19:21 PM

Dos pueden ser las razones por las que el Gobierno parece haber ampliado sus ataques y acusaciones. Se me ocurre que el inminente fracaso que sufrirá el 3 de diciembre, con la victoria del voto nulo y blanco, es la primera de ellas. La segunda es intentar desviar la atención de los hechos de corrupción que lo afectan por arriba y por abajo. Esto ha puesto en un estado de irritabilidad tal a las autoridades que han perdido toda compostura y racionalidad: pareciera que no dan pie con bola. Todo les sale mal. Hasta la cumbre del gas, que se realizará en Santa Cruz, solo tendrá un presidente extranjero entre los visitantes: Teodoro Obiang, de Guinea Ecuatorial, uno de los dictadores más corruptos y abusivos del mundo. Todos los demás invitados, incluido el ‘héroe’ de los masistas, el autocrático y capitalista Vladimir Putin, declinaron venir.


Esa irritabilidad provoca que Evo Morales primero diga que tiene más seguidores que Carlos Mesa en Twitter, cuando no es verdad; que se moleste cuando le dicen que la democracia comunitaria obliga a la rotación de autoridades; que anuncie con expulsar al jefe de misión de EEUU pese a que este ya había anunciado al Gobierno que se va en diciembre próximo; que ataque a los cuatro embajadores europeos que respaldaron a Página Siete ante la arremetida gubernamental; que reconozca que manda a espiar a sus rivales, entre otros, a Mesa; que su ministro de Gobierno presente una foto de unos invitados a una fiesta en la casa del representante de EEUU como si fueran delincuentes; que ese ministro diga, falsamente, que los diplomáticos están obligados a coordinar sus acciones con la Cancillería; que la ministra de Comunicación afirme que Morales escribe sus propios tuits (aunque se difundan cuando él está jugando fútbol). Son sindicaciones a gil y mil, a diestra y siniestra. Todo eso en solo cinco días. Nunca se habían escuchado tantas extravagancias en tan poco tiempo. 


Un estado tal de nerviosismo, sin embargo, no puede solo explicarse en la casi segura derrota oficialista en las elecciones judiciales o en ahuyentar el espectro de la corrupción. No, las razones son más profundas y tienen que ver con la tendencia declinante del Gobierno, ya imposible de detener, y las dificultades que él enfrenta, por ello, el plan reeleccionista. Por primera vez el candidato Morales (lo será, sin duda), no tiene las de ganar en una elección presidencial. Desde 2005 siempre participó como favorito en los comicios, con la certeza de vencer por más del 50% de los votos. El 21F cambió eso y, por primera vez en una década, había más gente en contra de Morales que a favor. Y las encuestas demuestran que esa tendencia se ha agudizado. Una de la empresa Captura Consulting, que difundió la revista Poder y Placer, establece que el 68% de los bolivianos no desean que Morales sea reelegido. Así que contra eso debe luchar el presidente. 
Morales desea eternizarse en el poder, pero los votos ya no le alcanzan. Y eso crea un peligroso desafío para el futuro de la democracia boliviana.

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