Opinión

Armando Alba

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1 de febrero de 2018, 4:00 AM
1 de febrero de 2018, 4:00 AM

Febrero es el mes de Armando Alba Zambrana. El potosino más conocido de Gesta Bárbara nació el 9 de febrero de 1901, tenía apenas 17 años cuando se publicó el primer número de la revista que le daría nombre a toda una generación de artistas bolivianos.


El número 1 de Gesta Bárbara se publicó el 16 de junio de 1918 bajo la dirección de Carlos Medinaceli e incluyó un cuento de Alba, Aquel pobre. Arturo Peralta, que entonces todavía firmaba solo como ‘Juan Cajal’, le dedicó unas entusiastas líneas al final de esa pieza: “La juventud es una promesa del porvenir. He ahí un gesto de optimismo que nimba la rugosidad de las frentes que han pensado mucho… Alba, tiene derecho a un lauro. Yo aplaudo su energía, su rebeldía; esos son signos indiscutibles de superioridad intelectual. Adelante, poeta, muchas veces la lira debe trocarse en fuerte fustigador”.


Desde luego que Alba era una promesa del porvenir. Ese mismo año publicó su Voces áulicas que Peralta incluyó, años después, en la trilogía de obras fundamentales de Gesta Bárbara junto a La Chaskañawi, de Medinaceli, y Cuando vibraba la entraña de plata, de José Enrique Viaña. 
Pero aunque la joven promesa siguió publicando en Gesta Bárbara, comenzó a restar su concurso a partir de los números en los que no dirigía Medinaceli y, finalmente, desapareció de esas páginas. Reaparecería ocho años después pero con un trabajo individual, Temple de la montaña y otros cuentos.


Mario Araujo dice que Alba no fue prolífico debido a que “era perfeccionista en grado sumo: exagerado detallista como Maupassant, evitaba hacerse empujar por la prisa, a fin de poner fuera de peligro la calidad de su examen depurador”. Pero sobrevivió a la mayoría de los bárbaros y fue el mayor difusor de la obra de Medinaceli que, sin él, quizás no hubiera sido tan conocido.


Armando Alba no es tan recordado por sus dotes literarias como por su mayor obra cultural, la recuperación de la Casa de Moneda que, hasta entonces, era un enorme depósito. Él la convirtió en un museo mientras que Cecilio Guzmán de Rojas se ocupó de ordenar la pinacoteca.


Adolfo Cáceres Romero dice que “Alba también es recordado por su proficua labor en la Editorial Potosí, especialmente por sus prólogos a los libros publicados en la Colección de la Cultura Boliviana. Sus obras más importantes son: Voces Áulicas’, poemas; Temple de la montaña y otros cuentos; Imagen de Potosí y de su Casa Real de la Moneda’, ensayo, y Enumeración del proceso potosino y Gesta Bárbara, estudio”.
Murió el 20 de octubre de 1974. 

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