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14 de abril de 2018, 19:09 PM
14 de abril de 2018, 19:09 PM

Cuando las diferentes plataformas y partidos hablaron de acudir a la CIDH (Comisión y Corte Interamericana de Derechos Humanos) para que sean esas instancias (fundamentalmente la segunda) las que determinen el acierto o no del fallo del Tribunal Constitucional sobre la Re-reelección de Evo Morales, bajo el criterio de un “derecho humano”, desde el Gobierno las desahuciaron y salieron con la cantaleta de que un fallo es irrevisable y de cumplimiento obligatorio. Eso ocurrió hasta que la idea en contrario fue creciendo tanto que la fuerza Demócrata interpuso una especie de recurso o medida cautelar que debe paralizar cualquier efecto de la sentencia hasta que el fondo sea tratado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Abrumado por los hechos, don Héctor Arce Zaconeta viajó inmediatamente a la oficina de la OEA, se reunió con el secretario general Luis Almagro, le explicó lo que “otro poder del Estado había hecho”, se sacó fotos y dijo: “Un hombre de su talla no accedería a la petición que la oposición de la calle y los partidos buscaban”, que era anular o dejar sin efecto el fallo.

Claro, eso fue antes de que se sepa que don Luis Almagro, a nombre de la OEA, había solicitado a la Comisión de Venecia su criterio sobre esa creciente tendencia latinoamericana de cambiar las reglas electorales y viabilizar la re-reelección de los mandatarios en ejercicio, por encima de lo establecido en las diversas Constituciones.

Ahí ya no importó que Bolivia haya acudido anteriormente a la misma Comisión de Venecia, a fin de que ese cuerpo colegiado de prestigiosos juristas (entre los que hay varios latinoamericanos) emita criterio y parecer sobre temas domésticos bolivianos, tal como lo hizo la OEA a lo que este tribunal expresó que “la reelección indefinida no es un derecho humano”.

Levantóse el grito al cielo. ¡Los europeos no debían entrometerse! Pero el discurso del poder no fue convincente; la gente comenzó a prestar atención a la Comisión Interamericana de DDHH sobre su valor y, Arce, que no es tonto (sino manipulador) trató de amainar la tormenta bajo el argumento de que solo la CIDH (en sus 2 formas) podría interpretar el texto del pacto de San José de Costa Rica.
Claro, Héctor Arce toma en consideración el tiempo que le tomaría a la Organización tocar el tema y, probablemente, si se lo hace, considerando los plazos que corren para el organismo, esto se daría el 2025, es decir, cuando Morales se esté despidiendo del poder (si llegara a ganar, que no es el tema).

Una idea manipuladora, ‘avivada’ y nada honesta. Como proponer no cuesta nada, me gustaría desafiar a don Héctor Arce que acuda, con políticos y organizaciones sociales del país a la CIDH (en sus 2 instancias) y le pida que opine o interprete el texto del Pacto de San José de Costa Rica, referido a los derechos humanos y si la intención de re-elegirse está considerada como un derecho humano o fundamental de ciudadanía. Que comprometa la palabra del presidente para que se comprometa a que de lo que salga de ahí, será acatado por el país político.

Un error no causa Estado, eso lo vengo repitiendo convencido de que, más allá de la deshonestidad intelectual y doctrinaria que creo movió a los ex tribunos nacionales, estos interpretaron el pacto de una manera errada y que, en este caso, es obligación del Tribunal Constitucional enmendar el error y fallar en consecuencia con lo que digan los Tribunales del Pacto, habida cuenta de que son acuerdos a los que el país está sumado y que deben ser honrados, como establece nuestra Constitución.

¡Lo que nos ahorraríamos en pleitos, en marchas y, sobre todo, en desorganización del Estado! Lograríamos institucionalidad constitucional y democrática. Al fin de cuentas, nadie quiere otra cosa que tener un mejor país, donde todos podamos ser iguales ante la ley y que las reglas del juego sean claras. 

¿No lo van a hacer? No, claro que no, para eso se necesita honestidad intelectual, doctrinaria y, ética. Y eso no lo va a dar la CIDH. Sin embargo, proponer no cuesta nada. Ojalá se atrevan a decir que no es una salida correcta. Al menos para saber que leyeron esta nota.

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