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4 de abril de 2018, 4:00 AM
4 de abril de 2018, 4:00 AM

La amnistía e indulto decretada ayer beneficiaría a más de 2.700 presos, de acuerdo a los cálculos de las autoridades penitenciarias. No es la primera vez que se aplica la medida, que se supone debería ayudar a descongestionar las cárceles y a atender razones humanitarias. No se conoce con precisión el resultado de las anteriores experiencias, pero aparentemente la de ayer es una determinación razonable para desahogar los penales, que son una bomba de tiempo. Lo deseable es que las personas que salen hayan participado en planes de reinserción social y tengan oportunidades de vivir en su comunidad al menos de forma aceptable, en lo posible con empleo. Lamentablemente deben ser más los que entran en condición de detenidos, que los que dejan cada día las cárceles después de cumplir sus condenas. La amnistía y el indulto pueden resultar un alivio, pero no resuelven las fallas estructurales, que tienen relación con la retardación de justicia, la carencia de planes de rehabilitación y la disponibilidad de infraestructura penitenciaria con mínimas condiciones de habitabilidad. 

A propósito de buenos ejemplos, ya se ven los resultados del Centro de Readaptación Productiva de Montero (Cerprom). Allí se ofrece a los presos talleres de metalúrgica, carpintería, electrónica, agricultura y otros oficios. Es gratificante observar la producción de ajíes jalapeños y la moringa en los predios del establecimiento. Un verdadero modelo de cómo reinsertar y ayudar a los privados de libertad. 

Jorge Maiza apareció ayer en la primera plana de EL DEBER. Es un teniente de la Policía que se destaca por su investigación que aclaró la responsabilidad en un grave accidente. Nos encantaría tener en las portadas más policías tan buenos como él y seguro que los hay.  

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