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1 de diciembre de 2017, 4:00 AM
1 de diciembre de 2017, 4:00 AM

El despertar político de la juventud se ha dado en las últimas horas con un fuerte uso de las redes sociales. Autoconvocándose por Facebook, por Snapchat y por WhatsApp, centenares de jóvenes se movilizaron para protestar contra el fallo judicial que permite candidatear de por vida al presidente y a otras autoridades, contra lo que establece la Constitución. Han pasado de expresar su malestar en los muros a salir a las calles y exponerse a la violencia, lo que marca un punto de maduración de las nuevas voces que ahora participan así de la acción política (no partidaria), desencantados del oficialismo y de la oposición. Varios han conocido en su vida solo a un presidente o a un alcalde, lo que no encaja en su lógica de democracia moderna. Por eso ejercen su derecho a protestar y se estrellan contra el orden que el poder defiende. Los viejos políticos, los de un orden que podría derrumbarse si no se reinventa, están obligados a entender esta naciente realidad. No bastarán los palos y los gases para aplacar la naciente rebeldía que tarde o temprano terminará ocupando espacios en el poder.   

El presidente responsabilizó inicialmente a su obediencia al pueblo la decisión de volver a candidatear en 2019. Ayer lo atribuyó a lo que considera “injerencia estadounidense”. Aunque la Casa Blanca tiene el derecho a pronunciarse, su mensaje produce probablemente el efecto bumerán de reforzamiento de la vieja y constante estrategia de victimización que le ha dado éxito electoral al Gobierno. Por eso, sería mejor que la administración de Trump deje a los bolivianos arreglar sus problemas. 

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