Ante unos mil asistentes, Erdogan calificó su visita de Estado de "muy buena y muy exitosa, a pesar de todas las críticas" y volvió a abogar por "centrarse en las afinidades" e intensificar la cooperación

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29 de septiembre de 2018, 14:19 PM
29 de septiembre de 2018, 14:19 PM

La visita de Estado a Alemania del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha puesto de evidencia las profundas diferencias persistentes, aunque el mandatario turco, que llegó a Berlín con la intención de normalizar las relaciones, la haya calificado de "muy exitosa, a pesar de las críticas".

Tanto la canciller alemana, Angela Merkel, como el presidente, Frank-Walter Steinmeier, por un lado, y Erdogan, por el otro, destacaron las estrechas relaciones y trataron de subrayar los puntos en común y el interés en cooperar en cuestiones como la lucha contra el terrorismo, la crisis en Siria y la cuestión migratoria.

No obstante, Merkel destacó las "profundas diferencias" que mantiene su Gobierno con el turco en cuestiones como "el Estado de derecho" y la "libertad de prensa", y le recordó al presidente a los alemanes detenidos en Turquía.

También Steinmeier expresó su preocupación durante una cena de gala ante 120 comensales por los ciudadanos alemanes detenidos por razones políticas en Turquía y "los periodistas turcos, sindicalistas, abogados, intelectuales y políticos que todavía se encuentran en prisión".

El jefe de gobierno del estado federado de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet, asimismo puso de manifiesto hoy en su reunión con Erdogan en Colonia su preocupación por la oleada de detenciones, también de ciudadanos alemanes, y las restricciones a la libertad religiosa y de expresión.

Erdogan, por su parte, defendió ante sus interlocutores alemanes la independencia de la Justicia turca y pidió una mayor colaboración por parte de Alemania a la hora de combatir movimientos como el del predicador Fethullah Gülen, al que Ankara atribuye la intentona golpista de julio de 2016, o el proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Tras su reunión ayer por la mañana con Steinmeier, su encuentro con Merkel y su posterior asistencia a la cena de gala, Erdogan se volvió a reunir esta mañana con la canciller, antes de partir hacia Colonia, donde inauguró la mayor mezquita de Alemania.

En un acto en el que no hubo presencia de autoridades alemanas, Erdogan pudo referirse nuevamente durante casi cuarenta minutos y sin réplicas incómodas a todos los temas abordados durante su visita, y llamó de nuevo a Alemania a una mayor cooperación para combatir el terrorismo en todas sus manifestaciones.

El presidente calificó de "lugar de paz" la nueva mezquita, perteneciente a Ditib, asociación apoyada por el Gobierno turco, pero que está siendo investigada por la fiscalía alemana por sospechas de filtrar a Ankara informaciones sobre opositores al Gobierno turco refugiados en este país.

Erdogan llamó asimismo a "poner fin al racismo" en Alemania y criticó el rechazo que en sus palabras han sufrido los futbolistas alemanes de origen turco Mesut Özil e Ilkay Gündogan por fotografiarse con él.

Expresó su deseo de que en general se actúe con más decisión contra el racismo y aseguró que Turquía siempre ha apoyado la "integración en condiciones de igualdad", y no la "asimilación".

La alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, había renunciado a acudir a la inauguración después de que Ditib no especificara qué papel iba a desempeñar la ciudad en el acto y si podría pronunciar un discurso, mientras que Laschet no consideró la mezquita un lugar adecuado para una aparición conjunta con el presidente turco.

La presencia de Erdogan en Alemania, rodeada de críticas por parte de la oposición, que ante la represión en Turquía consideraba inapropiado el formato de visita de Estado, estuvo acompañada de numerosas manifestaciones en las calles, aunque también de muestras de apoyo de una parte de la comunidad turca.

Durante la visita de Erdogan, los residentes y turistas en Berlín y Colonia tuvieron que adaptarse a los cortes de tráfico y a las desviaciones del transporte público, a unas extremas medidas de seguridad y a una elevada presencia policial.

Berlín y Ankara viven un período de tensión desde que el Parlamento alemán reconociera en 2015 como genocidio las masacres contra los armenios cometidas hace más de un siglo por el Imperio otomano, y también por el golpe militar fallido en Turquía en 2016, al que Erdogan respondió con una ola de represión.

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