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Migrantes aguardan un milagro del papa que frene la discriminación en Chile 

Iquique, principal puerto y zona franca de la región, la comuna de Alto Hospicio se erigió como un imán para bolivianos, peruanos y colombianos

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18 de enero de 2018, 16:26 PM
18 de enero de 2018, 16:26 PM

Alba y Modesta son migrantes que el destino cruzó en un asentamiento de Iquique, donde el sueño de la "tierra prometida" que buscaron en Chile se esfumó entre la discriminación y la pobreza. Ahora, ambas esperan que el mensaje del papa Francisco pueda aliviar la situación que viven miles de extranjeros en el país.

El pontífice escogió la ciudad de Iquique, a 1.800 km al norte de Santiago, para oficiar su última misa en Chile, poniendo el foco en la situación de los migrantes, quienes esperan que el mensaje del primer papa latinoamericano despierte la empatía de los chilenos, en una de las zonas más cosmopolitas del país.

"Tendría que decir que haya una regularización, que haya menos trámites para la regulación de la gente que ya está acá, que no haya expulsión de migrantes", comentó Alba Burban, ecuatoriana de 62 años que una década atrás llegó a Chile a combatir su "tristeza".

Ella recuerda con amargura el desalojo violento que vivió al ser expulsada de un campamento irregular, pero reconoce que la oportunidad que le dio el Estado chileno de levantar su casa en un terreno en la comuna de Alto Hospicio renovó sus esperanzas de obtener algún día su casa propia.

"Lo mas difícil que nosotros encontrábamos era la cuestión de vivienda. No encontrábamos (alguna casa donde vivir) y el hecho de que nosotros tenemos este color de piel tan hermoso que tenemos, que para mí es un color de piel muy hermoso, nos veían y no nos querían arrendar", recuerda esta mujer. Alba eligió ver la misa de la playa Lobito por la televisión. Una decisión compartida por muchos en su comunidad, conformada por unas 200 familias.

 Cuestión de piel  
Lejos de la apatía que muestran varios de sus vecinos, Modesta Chura no tiene dudas, Francisco vino a Chile por los pobres y su presencia es digna de celebración. "Estoy orando para que el papa llegue sano y salvo acá y recibirle con alegría y gozarme con las alabanzas. El llegó para decirnos ¡despierten!", dice Modesta.

Para ver a Francisco, esta mujer originaria de Santa Cruz en Bolivia debe atravesar la polvorienta y oscura calle que separa al asentamiento del resto de Alto Hospicio, una comuna con gran presencia de inmigrantes y poco más de 100.000 habitantes. La misma calle que todos los días atraviesa Amelia Mena junto a su marido en silla de ruedas. Para ella, de 35 años, el racismo y la discriminación son los problemas mas serios en esta zona.  

Sentirse observada en los supermercados, ser consultada sobre si va a poder pagar lo que eligió, son algunos de los momentos que Amelia y su tía Alba recuerdan de sus primeros pasos sobre el árido desierto de Atacama. El color negro de la piel cuenta, asegura esta madre de dos hijos que celebra la buena noticia del mes: la luz eléctrica regularizada llegó a su casa -de materiales livianos y aún en construcción- y a la de sus vecinos.

Migrantes somos todos 
A espaldas del océano Pacífico y del desarrollo que en los últimos años alcanzó la ciudad de Iquique, principal puerto y zona franca de la región, la comuna de Alto Hospicio se erigió como un imán para bolivianos, peruanos y colombianos, entre otras nacionalidades de inmigrantes.

Grete Neira, dirigente vecinal, destaca las virtudes de la llegada a su país de gente de otras tierras, pero reconoce que los prejuicios frenan la integración y castiga a los extranjeros. "Como país hubo un tiempo en el que necesitamos mucho salir de acá", aludiendo a la dictadura de Augusto Pinochet que dirigió Chile entre 1973 y 1990. "¿Por qué no podemos recibir gente que está saliendo de su país por necesidad?", se cuestionó esta mujer, que asegura que la mayoría de sus amigos son extranjeros.

Francisco dedicó el miércoles su misa en Temuco (sur) a las víctimas de la cruenta dictadura de Pinochet, que dejó más de 3.200 muertos y miles de torturados y detenidos. En el sur chileno, el papa argentino también denunció el uso de la violencia en la lucha por reivindicar los derechos de los indígenas en una región marcada por el conflicto mapuche.

Un día antes, el papa abordó el talón de Alquiles de su iglesia al pedir perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y reunirse en privado con algunas víctimas. Este jueves los migrantes -que suman cerca de 3% de la población total de Chile, de 17,5 millones, según estimaciones- serán los protagonistas.  

Tras su visita a Iquique, Francisco partirá este jueves a Perú donde completará su sexta gira por latinoamérica.