Las temperaturas aumentarán en el Ártico Alto, el este de Canadá y América Central, y bajarán en Europa Occidental

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8 de febrero de 2019, 4:00 AM
8 de febrero de 2019, 4:00 AM

El derretimiento de los casquetes polares de Groenlandia y la Antártida, además de aumentar el nivel de los océanos, puede multiplicar los eventos meteorológicos extremos y desestabilizar el clima en algunas regiones en las próximas décadas, según un estudio publicado en Nature.

Los miles de millones de toneladas de agua procedentes del deshielo, en particular de Groenlandia, podrían debilitar las corrientes oceánicas que actualmente transportan el agua fría hacia el sur sumergiéndola hacia el fondo del Atlántico y empujando las aguas tropicales hacia el norte, más cerca de la superficie.

Conocido bajo el acrónimo en inglés AMOC (circulación meridiana de retorno del Atlántico), este mecanismo oceánico desempeña un papel crucial en el sistema climático y ayuda a mantener un cierto calor en el hemisferio norte.

“Según nuestros modelos, el hielo derretido provocará perturbaciones importantes en las corrientes oceánicas y cambiará los niveles de calentamiento de la Tierra”, explica el autor principal, Nicholas Golledge, del Centro de Investigación Antártica de la Universidad Victoria de Wellington, en Nueva Zelanda, en el estudio publicado el miércoles.

Muchos estudios previos se han concentrado en el ritmo de deshielo de los casquetes polares bajo el efecto del cambio climático, así como sobre su “punto de inflexión”, es decir, a partir de qué aumento de temperatura su desaparición será inevitable.

Pero menos sobre la manera en que sus aguas podrían afectar el clima en sí mismo.

“Los cambios que vemos a gran escala en nuestras simulaciones son propicios a un clima más caótico, con más eventos climáticos extremos, canículas más frecuentes e intensas”, indica a la AFP Natalya Gómez, de la Universidad McGill, de Canadá.

Según los investigadores, a mediados de siglo “el agua del deshielo de los casquetes de Groenlandia perturbará sensiblemente el AMOC”, que ya muestra signos de ralentización.

Es un “lapso mucho más corto de lo previsto”, comentó Helene Seroussi, del Instituto de Tecnología de California, que no participó en el estudio.

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