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El chico que despertó su "instinto animal" para sobrevivir en la cárcel

Fue condenado a nueve años de cárcel por robo armado cuando tenía 14 años, edad con la que ingresó en un reformatorio. Dos años después le trasladaron a Thumb, donde sufrió los primeros abusos

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8 de octubre de 2018, 8:32 AM
8 de octubre de 2018, 8:32 AM

Acababan de intentar violarle y supo que, si quería sobrevivir, debía despertar su "instinto animal": el estadounidense Dominic Passmore tenía 16 años cuando comenzó a esconder cuchillos bajo su almohada para defenderse de los adultos encerrados con él en una prisión de Michigan.

Era 2010 y Passmore estaba en el centro penitenciario de Thumb, donde convivían menores y adultos porque ninguna ley de EEUU obliga a las autoridades a separarles cuando son privados de libertad.

"Lo más duro que me ocurrió fue que estaba dormido en una cama y hubo gente que entró en mi celda. Los agentes abrieron mi celda, de forma que esas personas pudieron entrar y trataron de violarme. Por suerte, otro grupo de prisioneros lo vio e intentó ayudarme", cuenta Passmore a Efe.

Se dio cuenta entonces, por primera vez, de que tenía que cambiar para "sobrevivir" y evitar que volviera a ocurrirle algo parecido.

"Eso despertó en mí un instinto animal, como si fuera una habilidad. Era o sobrevivir o permitir que volviera a pasar. Y, entonces, empecé a llevar cuchillos para protegerme, aunque los guardias no lo permitían. Era la única opción para que no me mataran o violaran, tenía que hacerlo", asegura.

Tatuaje alargado en el cuello, pelo abultado, afroamericano, Passmore ha decidido usar su experiencia para cambiar el sistema penal de EEUU y evitar que otros, como él, ingresen en cárceles con adultos y estén expuestos a abusos y a las condiciones más duras de reclusión, como el aislamiento solitario.

Hasta el año 2010, entre 6.000 y 7.000 jóvenes eran confinados en cárceles para adultos, aunque esa cifra se ha reducido aproximadamente a la mitad en los últimos años, según un reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), presentado en la Universidad de Colorado.

Además, los jóvenes que se encuentran en establecimientos para adultos son cinco veces más propensos a sufrir abuso sexual o violaciones en comparación con los que están en centros juveniles.

"El sistema está amañado, es una trampa. Dicen que hay rehabilitación, pero yo la verdad no la sentí. Las cárceles son un almacén de gente", lamenta Passmore.

Fue condenado a nueve años de cárcel por robo armado cuando tenía 14 años, edad con la que ingresó en un reformatorio. Dos años después le trasladaron a Thumb, donde sufrió los primeros abusos y con solo 17 años ingresó en una prisión exclusivamente de adultos en el norte de Michigan.

Los abusos continuaron y comenzó a buscar ayuda: se quejó a las autoridades carcelarias y, al no obtener respuesta, acabó encontrando consuelo donde menos lo esperaba.

"La verdad es que ya no sabía que hacer, pero encontré la poesía y fue lo que me salvó. Empezó cuando un día estaba haciendo el tonto intentado rapear e intenté escribir poesía. Es algo que me había interesado antes. Y lo hice y pude expresarme de una manera mucho mejor", explica. 

Los versos le abrieron la puerta a un mundo distinto y le permitieron aislarse de la "crueldad" de la cárcel.

"Necesitaba alejar mi mente de todo lo que ocurría ahí dentro. No era normal que yo ni me encogiera de miedo cuando alguien al lado de mí estaba siendo apuñalado, simplemente no era normal que para usar el baño tuviera que mirar de izquierda a derecha y detectar dónde estaban los guardias", rememora.

Cuando recuperó la libertad, hubo momentos muy duros. Ingresó con 14 años en el sistema penitenciario de EEUU y no sabía cómo pagar sus facturas, buscar un trabajo o una casa donde vivir; pero fue encontrando su sitio con la ayuda de Youth Justice Fund, un grupo que apoya a quienes fueron encarcelados cuando eran jóvenes.

Volvió a estudiar y consiguió un certificado de educación deportiva, que le ha permitido trabajar como entrenador personal.

"No quiero hablar más de mí. Espero ya haber terminado con el sistema penal", zanja antes de añadir que no importa lo que digan las estadísticas, porque el número de niños en prisión ridiculiza el sistema.