La ex organización guerrillera obtuvo 49.170 votos (0,34%) para el Senado y 30.643 votos (0,22%) para Diputados. Las FARC tiene un cupo de 10 asientos fijos en el Congreso por los acuerdos de paz

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12 de marzo de 2018, 10:12 AM
12 de marzo de 2018, 10:12 AM

El partido colombiano FARC, nacido tras la desmovilización de esa guerrilla, sufrió un duro descalabro en las elecciones legislativas, su primera cita con las urnas en las que apenas conseguía 49.170 (0,34%) para el Senado con el 92,60 % escrutado.

La Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) quedaba así como el decimocuarto partido más votado a la Cámara Alta, muy lejos del primero, sus grandes detractores del Centro Democrático que consiguieron 2.352.875 sufragios.

El resultado fue incluso peor para la Cámara de Representantes 30.643 votos, el 0,22 % del total, lo que le ubica en la vigésima posición entre los partidos que comparecen a ese órgano de circunscripción territorial.

Sin embargo y pese a ese mal resultado, la FARC contará con diez asientos en el Congreso, cinco en el Senado y cinco en la Cámara en virtud del acuerdo de paz que les garantiza esos escaños durante dos legislaturas consecutivas.

De ese modo, Iván Márquez, número dos de la antigua guerrilla y Sandra Ramírez, viuda del fundador de las FARC, Manuel Marulanda, estarán en el Senado, donde se encontrarán con Álvaro Uribe, su acérrimo castigo en la guerra y en la paz.

 

Los rebeldes también votan

 

Debió pasar medio siglo de desgarrada lucha, con decenas de miles de muertos, para ver una imagen que promete ser histórica: exguerrilleros de las FARC que envejecieron en la selva votaron este domingo por primera vez en Colombia.

Los jefes rebeldes de antaño, que sabotearon con violencia los procesos democráticos, compitieron en sus primeras legislativas después de la firma del acuerdo de paz de finales de 2016.

Y aunque apenas obtuvieron el 0,5% de los votos, según el escrutinio parcial, ya tenían garantizada de antemano una mínima representación en el parlamento bicameral.

Su sola participación dio trascendencia al proceso. 

Algunos se estrenaron frente a las urnas y otros tuvieron la oportunidad de regresar a una mesa electoral tras décadas de clandestinidad. Ninguno lo hizo en traje con corbata. 

"Es la primera vez que en mi vida voto y lo hago por la paz", señaló Pablo Catatumbo, de 64 años y quien se incorporó a la lucha rebelde en 1975. 

Rodeados de escoltas oficiales, él y otros candidatos del nuevo partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) ejercieron su derecho democrático en varios puntos de Bogotá.

"Creo que es un día histórico para Colombia. Hoy estamos definiendo la suerte de una parte del país. Estamos entrando en la consolidación de la paz", añadió Catatumbo.

Sin embargo, la derecha que más cuestiona y hasta promete modificar el acuerdo de paz - por ser "demasiado indulgente" con los exguerrilleros - ganó sin arrasar en las legislativas.

 

Difícil de creer 

Sonriente, al futuro senador Catatumbo se le vio confundido en su puesto de votación. Depositó las tarjetas y cuando ya estaba saliendo del lugar fue advertido de que debía llevarse su documento de identidad. 

Un año y medio atrás buena parte de los 7.000 exguerrilleros que depusieron sus fusiles, ni siquiera eran llamados por su nombre de pila y menos todavía tenían una cédula para votar.

Aun cuando el acuerdo de paz les garantiza 10 de los 280 escaños que conformarán el Congreso, el partido de la rosa roja se midió en las urnas.

"No pensé en que esto se fuera a dar tan pronto, pero debemos reconocer que esto se da gracias al acuerdo de paz firmado", señaló por su parte Iván Márquez, exjefe en las negociaciones que por cuatro años llevaron a cabo las FARC con el gobierno en Cuba.

Este hombre que suele usar lentes oscuros por problemas de visión, y que en los años ochenta llegó al Congreso como representante de un partido comunista que fue prácticamente exterminado por la violencia paramilitar de ultraderecha, parecía sentirse cómodo en su regreso a las urnas. 

Aprovechó para pedir el apoyo a la nueva fuerza política y llamó a los colombianos a tomar consciencia de un "hecho transcendental" como la paz.

"Hagamos todos lo posible porque no regrese más la guerra a Colombia", enfatizó.

 

Resentimiento en las urnas

Las ya disueltas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) querían igualmente competir por la presidencia, pese a que ninguna encuesta les daba chance. 

Sin embargo, el jueves debieron abandonar la carrera para las elecciones del 27 de mayo, a raíz de la delicada condición de salud de su candidato y líder, Timochenko. 

También alegaron falta de garantías de seguridad ante los intentos de agresión a sus candidatos, y las protestas con piedras y huevos que debieron enfrentar en algunos recorridos. 

Incluso decidieron suspender sus actos de plaza pública. 

En las ciudades, donde paradójicamente se ha sentido menos el conflicto que deja unas ocho millones de víctimas entre muertos, desaparecidos y desplazados, y que compromete a las fuerzas del Estado y de ultraderecha, el resentimiento hace fila para votar. 

"Tienen derecho a participar (en política), pero no de buenas a primeras", señaló a la AFP Natalia Barrera, una diseñadora gráfica de 28 años que rechaza que los rebeldes puedan llegar al Senado sin haber pasado antes por la justicia especial para la paz. 

Dicho sistema - que este año entrará a conocer los graves delitos cometidos en la guerra- prevé que los rebeldes que confiesen sus crímenes, reparen a las víctimas y nunca más ejerzan la violencia puedan recibir penas alternativas a prisión y seguir en la política.

Al igual que Barrera otros votantes como Orlando Higuera, un contador de 53 años, preferiría haberlos visto en la cárcel antes que en las urnas.

Menos drástica, Jeimmy Pinzón, una auxiliar de pastelería de 24 años, apoya el acuerdo de 2016, aunque eso sí, asegura, "no voté por ellos". La FARC, entretanto, se aferra al mantra del perdón.

"Estamos llamando a la reconciliación porque es un grupo pequeño el que pretende instalar de nuevo a la violencia", comentó Marco Calarcá, también futuro legislador, quien no votaba desde 1994.