Día Mundial de los Pacientes Trasplantados. El 6 de junio, la Organización Mundial de la Salud conmemora la segunda oportunidad que brinda la cultura de la donación de órganos a personas con distintas patologías. En Bolivia existen beneficios en este ámbito

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2 de junio de 2019, 4:00 AM
2 de junio de 2019, 4:00 AM

Que la muerte y el dolor se transformen en vida. Eso es lo que logra la donación de órganos, y los beneficiados con este gesto de bondad tienen una fecha internacional, el 6 de junio, cuando celebran la segunda oportunidad de aferrarse a este mundo.

En Bolivia hay avances al respecto, amparados en la Ley 1716 y el Decreto Supremo 1870.

Según datos del Ministerio de Salud, hasta el momento 218 personas se han beneficiado con trasplantes renales gratuitos en todo el país. “También hemos hecho trasplantes renales en otras instituciones, como la seguridad social y algunas privadas, que ya alcanzan a más de 745 personas. También se hicieron 432 trasplantes de córnea y 10 hepáticos”, informó Adolfo Zárate, responsable nacional de Salud Renal, dependiente del Ministerio de Salud.

Actualmente, la gratuidad solo se da en el caso de la cirugía de riñones en todas sus etapas, previa y posterior al trasplante (de por vida) y, según la autoridad de salud, se aspira a ampliar el alcance a todo tipo de operaciones relacionadas con la donación de órganos, aunque reconoció que para lograr ese cometido hay que trabajar con acreditaciones de instituciones hospitalarias, recursos humanos, equipamiento y, lo más importante, garantizar los fondos económicos que den sostenibilidad a esta aspiración nacional.

Segunda oportunidad

El médico Douglas Villarroel sabe lo que es recibir vida. “Después de recibir mi trasplante de riñón, hace 25 años, sentí que me habían recargado las pilas al doble del resto de la gente, mi manera de ver la vida cambió, empecé a valorar el tiempo y aprovechar al máximo cada día”, dice, a modo de compartir su experiencia, pero también de motivar a que las personas se sumen a la cultura de la vida a través de la donación de órganos.

Como profesional de Medicina, reconoce avances importantes. “Mucho ha mejorado en el trasplante renal en los últimos 20 años. La atención se ha desplazado hacia el uso de medicamentos inmunosupresores más fuertes en lugar de intentar minimizarlos. También hay un creciente reconocimiento del impacto de las infecciones y de las formas de prevenirlas y tratarlas. Los llamados tratamientos de inducción con agentes biológicos ahora tienen un mayor énfasis para facilitar el mantenimiento, con el objetivo de disminuir la toxicidad a largo plazo. Pero quizás el cambio más grande es la práctica de la detección de anticuerpos específicos del donante en el momento del trasplante, para que se puedan prevenir o tratar mejor los problemas previsibles si se producen. Tales avances han ayudado a los pacientes directamente, extendiendo la vida de sus órganos trasplantados”, asegura.

Más allá de los logros, para que el proceso y la vida de un paciente trasplantado se convierta en historia de éxito, no basta con factores médicos, sino también con los cuidados personales que se asuman con responsabilidad. Según Zárate, existen pacientes que solo sobrevivieron cinco años después de ser trasplantados, aunque algunos han superado las dos décadas, como Villarroel. “Es variable porque hay personas que son más responsables que otras, unas se cuidan más en su alimentación y cumplen con el régimen estricto de la medicación y pueden vivir muchos años sin mayores complicaciones”, aduce.

Procedimientos

Por el momento, los donantes provienen en su mayoría del entorno familiar del paciente. Los órganos ‘obsequiados’ por personas con muerte encefálica generalmente son resultado de las gestiones de los mismos centros hospitalarios, en coordinación con funcionarios del Ministerio de Salud. “Tenemos equipos armados, se llaman procuradores de órganos en los hospitales, que se encargan de gestionar. Cuando el equipo de terapia intensiva o el médico informa que hay una muerte encefálica, ese equipo se moviliza con los familiares”, explica Zárate.

“Falta mucho camino por recorrer para lograr que la muerte de tantas personas se transforme en vida de otros y que el dolor de tantas familias se transforme en esperanza”, dice Villarroel.