Peor con las mamás. Estudios revelan que los hijos se comportan peor con las mamás, esto se debe a que el olor y las feromonas de las mamás modifican su conducta. Es importante que ambos progenitores sepan que la instauración de límites es un proceso que lleva tiempo y requiere paciencia y fortaleza para no terminar cediendo a los caprichos; de lo contrario estarán criando pequeños tiranos.

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21 de enero de 2018, 4:00 AM
21 de enero de 2018, 4:00 AM

Agustina apenas tiene cinco años, pero arma berrinches a su madre  como si fuese una adolescente rebelde. No obedece a las órdenes que le da, cuando van al supermercado llora si no le compra lo que quiere y la hora de comer se convierte en una tortura.

Muchas veces Carolina, la mamá, ha tenido temor de dejar a su niña con sus abuelos o tíos, porque piensa que se comportará de la misma manera, pero al recogerla le dicen que su comportamiento fue espectacular. Ahí viene la pregunta: ¿Por qué se porta mal solo con ella? 
Estudios revelan que no es una idea de las mamás que los hijos se portan peor solo con ellas. Investigadores del departamento de Sicología de la Universidad de Washington estudiaron a 500 familias, observando a los hijos en los momentos en que pedían ayuda, gritaban, lloraban, intentaban golpear, se negaban a caminar o hablar y actuaban de manera indiferente ante una orden.
La investigación reveló que los niños se comportan hasta un 800% peor ante la presencia de su madre y en niños menores de 10 años, la probabilidad se duplica a 1.600%.

Se pudo evidenciar que niños de ocho meses de edad podían estar jugando felices y de repente, al entrar su mamá en la habitación, empezaban a llorar, a liberar su rabia y a demandar su inmediata atención. Esto sucedió en el 99,9% de los niños, pues el 0.1 restante fue un niño con dificultad de visión, que al oír la voz de su madre empezó a tirar cosas y a pedir comida a pesar de haber comido.

 Según K.P. Leibowitz, autor del estudio y profesor de Matrimonio y Sicología familiar, esto tiene una sencilla explicación: El olor y feromonas de las mamás modifican el comportamiento del hijo. Actualmente el doctor está trabajando en un aerosol que podrá enmascarar las feromonas ayudando a que el niño tenga un mejor comportamiento.

No obstante, agrega Leibowitz, no todo se debe a las feromonas, o a la falta o exceso de tiempo. “Tampoco significa que tu hijo sea malcriado o te falte autoridad; otra razón por la que el niño se comporta así en cuanto te ve, es porque representas su zona de confort. Cuando está a tu lado sabe que puede descargar sus emociones y problemas, pues es consciente de que no hay nadie mejor que tú para hacerlo sentir bien”, explica el investigador.

Acerca de los berrinches la sicóloga Paula Benedict dice que sobre todo en niños pequeños prima el principio de placer y un punto de vista egocéntrico, quienes se van educando y gobernando en la medida que ellos crecen y se socializan. 

“Lo que sucede es que no siempre los padres tienen el tiempo o el conocimiento de que la instauración de límites es un proceso que lleva tiempo y requiere paciencia, así como fortaleza para no ceder a sus caprichos. Los límites firmes y gentiles, de a poco, construyen la capacidad de postergación en lugar de la demanda y satisfacción inmediata. Lamentablemente muchos padres consideran más cómodo y rápido satisfacer para que el niño deje de molestar. Es ahí donde se van formando los pequeños tiranos”, asegura. 

Demandan atención
Según la sicóloga Ana Calvo, el mal comportamiento infantil es una manera torpe de llamar la atención de sus progenitores y, para estar con el objeto de amor, exteriorizan su ansiedad con impulsos descontrolados.
Explica que los hijos, sobre todo en edades muy tempranas, no quieren fastidiar a propósito. Llorar, patalear o gritar, no es otra cosa que una llamada de atención hacia sus padres. “Necesitan de todo el cariño y afecto que les podamos dar, incluso cuando les damos mucho, ellos necesitan más”, manifiesta.
El problema, señala Aída del Río, autora del libro ¿Conoces los sentimientos de tus hijos?, es que en ocasiones se deja de lado el aspecto afectivo, el interés que se pone en ellos y, por increíble que parezca, los chicos también valoran cuando se les marcan los límites y se establecen reglas a seguir, por lo que si no perciben atención de sus padres, su manera de responder es con el mal comportamiento.
La sicóloga Tiba Araujo, asesora de parejas y familia, acota que el problema es que las madres vemos la mala conducta como si fuera algo en contra de nosotras, como si el niño nos estuviera castigando, cuando en realidad él se está comunicando. “Habla con acciones porque todavía no sabe hacerlo con palabras”, remarca.

Relación madre e hijo 
Paula afirma que con mayor frecuencia  los hijos se portan peor con las mamás que con los papás, debido a que la relación con la madre es más estrecha y sin límites durante la gestación y los primeros dos años de vida. 

“Suele pasar que la relación  simbiótica madre e hijo se prolongue más allá de lo normal por diversas situaciones. Entonces el niño, o niña, demoran en asimilar y responder a la realidad de acuerdo a su etapa evolutiva. La relación de llanto y de inmediata satisfacción, al igual que sucede en la  lactancia; se reproduce con las diversas demandas y caprichos del niño mayor”, argumenta la sicoterapeuta. 

Supuestamente, agrega Paula el padre es el que ayuda al desprendimiento madre-hijo al tiempo que promueve la instalación del principio de realidad. En esos  términos el  padre sería menos permisivo y aportaría a la socialización de sus hijos; si no lo hiciera podría caer en los mismos excesos de la permisividad y sobreprotección.

Para la sicóloga familiar Claudia Tórrez la intensidad de los berrinches está directamente relacionada en cómo es la relación con la figura de apego con la mamá, el papá o de quien esté a su cuidado y el manejo de esta persona tiene directa relación en cómo se desencadene el berrinche o la duración del mismo.

Expresa que esa es la manera que tiene el niño de comunicar su frustración y es en esta situación donde los padres deben ser capaces de contener a los niños para que puedan manifestar su frustración de una manera adecuada y no siempre armando tremendos berrinches.

¿Mamás permisivas?
Ana resalta que los bebés y los niños comparten el sentimiento de supervivencia con sus progenitoras junto con un vínculo emocional muy fuerte por lo que si no están bien serán las madres las que más les ayuden a encontrar el bienestar. A los padres, aunque también existe un vínculo fuerte, los asocian más al juego, que a la supervivencia. 

Las madres suelen estar más pendiente de sus hijos, por lo que ellos se sienten más cómodos expresando sus sentimientos más internos y fuertes. Por ello, acota, si tu hijo actúa de este modo para llamar tu atención, es una señal de que está muy seguro a tu lado.

Indica que los hijos buscan consuelo las mamás, porque en ellas encuentran ese abrazo cuando tienen una pesadilla, ese beso cuando se han caído o esas palabras de aliento cuando no han conseguido sus objetivos. En cambio en sus padres buscan diversión, juegos, expediciones, experiencias o consejos.

“Generalmente las madres somos esa protección que nuestros hijos asocian de forma innata con la supervivencia”, remarca.

En criterio de Paula puede ser que uno sea más permisiva que el padre. No obstante, cuando existen diferencias de criterio o contradicciones en el hogar, se crea un vacío de autoridad que es propicio para que los hijos impongan sus deseos sin considerar conveniencia o posibilidades de ser satisfechos. 

Respira y mantén la calma
Claudia señala que a veces no funciona nada porque no existe una barita mágica, pero para sobrellevar esta etapa de los hijos, los padres y en especial las madres  sugiere lo siguiente:

Hay que respirar profundo y mantener la calma, si les pegan o les gritan están poniéndote en la misma actitud que ellos, no resolverán nada, pero sí se empeorarán las cosas.

No utilicen por norma el NO. Es bueno darles opciones. Decir no a la primera es represión, plantéense si de verdad hay que negar al niño lo que pide o es por pura comodidad suya.

Cuando les pida o les enseñe algo demuestren suficiente interés, miren lo que les está mostrando y díganle: ¡Qué hermoso que está! ¡Me encanta!

Negocien y hagan acuerdos con ellos. Dínganle: Ahora es tiempo de jugar, pero después tienes  que hacer esto o aquello.
Si van al supermercado, de compras o a una tienda de juguetes tienen que ser conscientes de que el niño está acercándose a una confrontación: puede querer todo lo que vea en la tienda. En la medida de lo posible eviten esas confrontaciones.

Si ven que va a empezar a llorar, lo ideal es cambiarle la jugada y hacerlo reír, pueden hacer  sonidos imitándolos, corran de un lado a otro o imiten a algún animal. Usen su imaginación.

Si están en un lugar público, lo ideal es hablar con ellos a su nivel y mirándole a los ojos, explicarles el porqué de las cosas, es importante que hagan conexión con él en lugar de gritarle.

Si el niño es más grande y se puede comunicar, permítanle llorar, que exprese su frustración. Díganle algo que les ablande el corazón como: “Te extrañé. Quieres que juguemos. Te amo ya te lo había dicho?”. 

Es posible, señala Claudia, que con este consejo, provoquen más lágrimas, pero también expresará lo que tiene guardado y el motivo de su molestia. “Le permitirán expresar lo que tiene dentro, se sentirá escuchado y así creará una conexión con sus papás”, concluye la terapeuta familiar.