Sara Vallejo dejó el confort de su casa y vendió todo para lanzarse a recorrer el mundo. Van dos años de su aventura

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10 de marzo de 2019, 4:00 AM
10 de marzo de 2019, 4:00 AM

A los 79 años, Sara Vallejo dejó su zona de confort. Vendió su casa en Tucumán, su jeep y remató muebles para comprarse un ‘motorhome’ Ford de segunda mano; se puso al volante y se convirtió en una ciudadana del mundo. Es una aventurera total, a la que no le gustan los plazos, los horarios, las metas fijadas ni las rutas predeterminadas. Ella simplemente va donde la lleva el viento.

Salió de Argentina los primeros días de agosto de 2017 y se fue a Uruguay, donde la esperaba su ‘motorhome’. En un año y siete meses, esta señora argentina, que el pasado domingo cumplió 81 años, madre de tres, abuela de tres y bisabuela de dos, recorrió casi todo su país. Condujo por toda la costa uruguaya y luego se fue a conocer varias ciudades y playas de Brasil. Allí estuvo durante nueve meses. Durante días navegó por el Amazonas con su casa rodante arriba de una balsa. Llegó a Cuzco, visitó la selva y volvió a Lima, en Perú. Viajó a Chile, recorrió toda la costa del Pacífico y retornó a Uruguay, a un lugar llamado Montebello, donde se quedó varios días. Ahora está en Argentina, donde hace una semana celebró su onomástico rodeada de toda la familia. ¿Hasta cuándo se quedará? ¿Dónde irá después? Aún no lo tiene decidido.

Estuvo en Bolivia, pero le gustaría venir nuevamente, en su ‘motorhome’, luego desea recorrer Colombia, Venezuela y Ecuador. Aún le falta medio mundo por conocer. No sabe hasta dónde llegará. “Las fuerzas las tengo y las energías también. El físico es lo que no me acompaña tanto como las ganas que tengo de vivir. Esas me sobran. Por ahora mi salud está muy bien”, remarca.

No le gusta planificar. No vive en función del tiempo, porque nada la apura. “Voy adonde me lleve el viento. Ahora estoy en Argentina y no sé hasta cuándo. Eso es lo que me encanta, tomar la vida sin presiones, tal y como se me presenta. No sé hasta dónde llegaré, solo estoy segura de que 80 años no son nada”, argumenta.

Sin límites

Sara nació en Buenos Aires el 3 de marzo de 1938. Se mudó a Tucumán en 1959, luego de casarse. Mamá y ama de casa, se dedicó a la crianza de sus hijos. A los 44 años, cuando ya los chicos estaban grandes, empezó a estudiar inglés y se dedicó a enseñar. A los 67, luego de 45 años de matrimonio, se divorció del padre de sus hijos. Unos años después tuvo un amor loco con un hombre tan aventurero como ella. Lamentablemente, en 2009 enfermó y falleció. “Lo disfruté mucho, sufrí por su muerte, pero lo superé. Uno no se puede quedar en el pasado. Me quedo con todo lo hermoso que vivimos juntos”, asegura Sara.

Al quedarse sola comenzó a pensar en qué haría con el resto de sus días. Sentía que su casa le quedaba demasiado grande. Como es una mujer que gusta de encarar la vida sin límites y le fascina viajar, no estaba dispuesta a quedarse sentada a ver pasar su vida frente a un televisor, tejiendo o jugando a las cartas con sus amigas, ni tampoco dando afanes a sus hijos o cuidando a sus nietos.

Si bien era maestra de inglés, tuvo un instituto y fue docente de un colegio, a lo largo de su vida se dedicó a mil cosas. Tuvo un restaurante y hasta se las dio de taxista. La clave para Sara, que se define como mujer buscadora de aventuras, positiva, audaz, con mucha energía y cero pereza, es no quedarse quieta y vivir el día a día.

Su plan luego de jubilarse siempre fue viajar, pero tenía ganas de hacerlo de una forma diferente, solo que no sabía cómo. Ya no quería montarse en avión o en un barco y menos realizar un tour con mucha gente.

Había viajado en avión, en barco, en auto, en moto, en bici y hasta se había subido a un parapente a los 70 años. Ahora Sara buscaba nueva adrenalina. Un día, conversando con una de sus nietas sobre los viajes que había realizado sola, en pareja o con la familia, recordó que lo único que nunca había hecho era conducir un ‘motorhome’ e irse a rodar por el mundo.

“Me dijo: has viajado mucho, pero nunca te subiste a un ‘motorhome’. Ahí se prendió esa chispita y la idea no salió más de mi cabeza. Invité a mis tres hijos a almorzar. Les puse en claro que si esperaban recibir alguna herencia de mi parte estaban equivocados porque iba a vender todo lo que tenía y me lo iba a gastar en el viaje de mi vida. Les dije que mientras tuviera vida y salud iba a disfrutar como yo quisiera. Para ellos eso era una locura. No me creyeron, pero cuando vieron que puse el letrero de mi casa en venta, se dieron cuenta de que les hablaba en serio. Saben que nunca han podido conmigo”, afirma.

Remató todas sus pertenencias, buscó el ‘motorhome’ de sus sueños. No pudo encontrarlo en Argentina ni en los países cercanos, pero sí en Estados Unidos. Lo compró por catálogo. Es una camioneta con una casa incorporada que mide siete metros de largo por tres de alto y dos y medio de ancho. “Cuando nos vimos por primera vez hubo química entre los dos”, dice entre risas.

Es un vehículo muy moderno con GPS incluido, con caja automática y diez cilindros. Consume mucho combustible, ya que el ‘motorhome’ es un vehículo grande, por lo que casi todo lo que recibe de su jubilación, sus ganancias y ahorros son para ese fin.

La comandante de la nave es ella, no la presta a nadie. Casi siempre viaja acompañada, pero tampoco es un problema si tiene que hacerlo sola. Cuando comenzó la aventura, una pareja de amigos de Entre Ríos y su hermano menor fueron sus pasajeros. Después se han ido turnando algunos familiares y otras personas que, si bien no eran tan amigas, se apasionaron por llevar a cabo esta aventura.

“Viajo con familiares, amigos de toda la vida o algunos circunstanciales del camino, los que mi ojo clínico me muestra que son buenas personas”, manifiesta Sara, que siempre está conectada con sus hijos por Internet o por WhatsApp.

2. Pasajeros. La octogenaria junto a Elsa, Carlos y ‘Negrita’, que fueron los primeros tripulantes del ‘motorhome’

3. Aventura. A los 70 años se animó a subirse a un parapente

Solo lo necesario

En su casa rodante no lleva casi nada, apenas lo mínimo. Un par de platos, cubiertos, algunas tazas, una pequeña cacerola, cuatro o cinco piezas de ropa ¡y listo! No hace falta mucho. Algo que no le puede faltar es su mate. No se compra nada, salvo lo que es para su alimentación. Es cero consumismo. Ahora tiene un modo de vivir muy simple y saludable que quedó incorporado a sus días.

Cuando quiere se parquea en algún lugar y prepara su comida. En el ‘motorhome’ tiene heladera, cocina, microondas y alimentos. Rara vez come en un restaurante porque le resulta caro y debe ahorrar para su gasolina.

Algunos días conduce hasta determinada ciudad y busca dónde quedarse a través de su red de ‘coachsurfers’, una modalidad que permite a los viajeros hospedarse en casas de residentes locales a un precio accesible. “Algunas veces llego sin previo aviso a visitar a alguna amiga. Como no necesito alojamiento, me parqueo y me quedo un día, una semana, o un mes, si me gusta”, cuenta.

No tiene horas fijas para manejar, conduce entre dos o tres horas por la mañana y otro tanto por las tardes, pero si necesita descansar se parquea en algún lugar, aprieta el botón que transforma el sofá en una cama de dos plazas y duerme lo necesario. Se despierta, se toma unos mates y sigue el viaje.

De mecánica no sabe nada, menos aún de parchar una llanta. Es más, ni siquiera tiene las herramientas. Como no le quedan fuerzas para hacerlo, no ve necesario cargarlas. ¿Y si pasa algo? Está segura de que alguien la ayudará, ya que ha conocido a mucha gente en la ruta. Eso es lo que más disfruta. Para ella, lo más bello y reconfortante son los amigos que hizo en su periplo.

“¿Cómo no recordar a los pescadores que salían de noche y regresaban al amanecer con su preciosa carga y a veces mientras cocinaban la pesca del día me invitaban a comer con ellos? ¿O cómo olvidar al taxista que me alertó que estaba por pasar por un puente cuya altura era menor que la de mi vehículo y dejó su auto para auxiliarme con la maniobra? ¿Cuánto valen esos momentos preciosos? No hay dinero con el que se puedan comprar, ni shopping donde se puedan conseguir”, escribió en su cuenta de Facebook.

Para Sara, viajar es más que conocer un pueblito, es acercarse a su gente y conocer sus costumbres, sus comidas, sus paisajes, sus amaneceres, sus ocasos y todo lo hermoso que ofrece un lugar, que es lo que enamora.

7. Bailando. No desaprovecha la oportunidad de divertirse

9. Despedida. En Tucumán, cuando partía hacia Uruguay y Brasil

Inspira a cumplir los sueños

Sara, que ofrece charlas motivacionales para sustentar sus gastos y actualiza constantemente su recorrido en su página de Facebook, 80 Años No Son Nada, que tiene cerca de 50 mil seguidores, para mostrar todo lo que hace, hacia dónde va, e inspirar a otras personas mayores a cumplir sus sueños porque cree que todo lo que uno se propone en la vida lo puede hacer realidad.

“80 años no son nada, es un mensaje para hombres y mujeres jubilados, especialmente a los que creen que se les acabó la vida. Pueden ver mi ejemplo y darse cuenta de que solo basta con juntar las energías para disfrutar el presente, minuto a minuto, porque la vida es corta, se nos escurre y se nos puede escapar de las manos en un abrir y cerrar de ojos. No podemos quedarnos con las ganas de hacer lo que nos gusta porque tenemos unos cuantos años acumulados. Querer es poder. Todo está en nuestra mente”, aconseja.

¿Tuvo miedo a esta nueva experiencia? Le consultamos. “¿Miedo a qué? Si no creo en los ‘cucos’. Es cuestión de tomar la decisión y dar el primer paso. El segundo llega por sí solo. Todo puede suceder, bueno o malo. Puede caerme un rayo estando en mi casa. Si tiene que ocurrir, así será. Mirá de lo que me hubiera perdido si no me atrevía a cumplir mis sueños. Sé que lo mejor aún está por venir, porque a esta edad se puede vivir perfectamente bien y disfrutar de todo, como cuando tenés 20 o 30 años”, afirma esta valiente mujer que hasta el momento ha recorrido ya más de 45 mil kilómetros.

Hasta que las fuerzas le den

¿Y después? Ni siquiera ella tiene la certeza. “Mi físico tiene 81 años, pero mi cabeza no, por eso viajaré hasta que las fuerzas y la salud me lo permitan. Luego quizás me quede en Tucumán viviendo en el ‘motorhome’, o tal vez lo venda y con ese dinero me compre un departamento, no lo sé... Cuando llegue el momento lo decidiré, mientras tanto seguiré viajando donde me lleve el viento... No depende de mí, sino de la vida, yo solo me dejo llevar por ella”, concluye.

13. Viajeros. Sara sonríe, feliz, con un grupo de jóvenes a los que conoció en La Plata
14. Periplo. Posando en el ‘motorhome’ en la Plaza Marco Zero, en Brasil, completando el recorrido por ese país

10. Siempre en la ruta. A sus ya más de 80 años, ella les suma vida y saborea cada una de sus aventuras sobre el camino

12. Con sus hijos. Alejandra, Guillermo y Fernando Korstanje la apoyan en todas sus aventuras
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