A cuatro años de la desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines, un libro escrito por un hombre que perdió casi todo con la tragedia denuncia que varios gobiernos ocultan la verdad sobre el caso

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18 de marzo de 2018, 4:00 AM
18 de marzo de 2018, 4:00 AM

La sola mención de la palabra “misterio” se convierte en una ofensa para Ghyslain Wattrelos cuando se habla de la desaparición del vuelo de Malaysia Airlines en algún punto del océano Índico, con 239 personas a bordo. Entre esas vidas, de las que todavía no se conoce el relato de su capítulo final, se encuentran su esposa y sus dos hijos, a quienes este empresario dedica su libro Vuelo MH370. Una vida desviada, con el que denuncia “el silencio de los Estados” ante las sombras de la investigación cuando se cumplen cuatro años de la pérdida del aparato. 

Mientras una nueva búsqueda a cargo de la la compañía estadounidense Ocean Infinity rastrea el fondo marino a cientos de kilómetros al oeste de Australia y a miles de kilómetros al sur de la zona donde el avión fue buscado incansablemente por meses tras su desaparición, Wattrelos asegura que está “convencido de que los estadounidenses saben qué pasó. Tienen los medios para ello y un avión como éste, incluso cortando sus comunicaciones, puede ser detectado por los radares”.

En su largo y solitario duelo, el hombre extiende la acusación de encubrimiento al Gobierno de Francia. Diferentes instancias tienen a la investigación judicial ante muros burocráticos desde hace un par de años.

El vuelo que nunca llegó

El 8 de marzo de 2014, Wattrelos viajaba a Pekín para encontrarse con su mujer y dos de sus tres hijos, de 13 y 17 años, que habían pasado unas vacaciones en Malasia, mientras su hijo mayor, su gran apoyo en esta larga lucha por encontrar la verdad, continuaba sus estudios en París.

Pero el vuelo MH370 nunca llegó a su destino en la capital china y con ello empezó el calvario de este hombre de 53 años, exvicepresidente de una empresa cementera francesa, que cambió radicalmente su vida para dedicarla a la búsqueda de respuestas sobre lo que muchos insisten en calificar como “el mayor misterio de la historia de la aviación”.

En su libro autobiográfico publicado en Francia y en ese idioma, Wattrelos, rechaza la versión oficial sobre el incidente, según la cual el avión continuó volando una hora con el transmisor apagado hasta desaparecer a 2.000 kilómetros de Australia, sin ser detectado por los radares de seis países de la región.

Según el autor, lo que ocurrió fue nada menos que una desviación voluntaria en un hipotético acto terrorista, o “una operación militar” para derribar el aparato, un enorme Boeing 777-200, y con ello frenar “algo o a alguien”.

Información retenida

“Al principio todo el mundo me trataba de ‘complotista’ pero todas las personas que han profundizado en las investigaciones del caso lo dicen: esto no fue un accidente”, defiende.

Ni las múltiples solicitudes que presentó Wattrelos ni las peticiones del tribunal francés que investiga los hechos han dado resultados: en Inglaterra, Rolls Royce, la empresa que fabrica los motores del B777, se niega a entregar su información.

Lo mismo sucede en Estados Unidos, donde la empresa que fabricó el Boeing y el Buró Federal de Investigaciones, que se hizo cargo de las pesquisas sobre ka tragedia, guardan silencio.

“Algunos países saben perfectamente lo que ha pasado, y yo creo que Francia también lo sabe, porque siempre ha mantenido un perturbador silencio sobre este asunto”, declaró Wattrelos, tras conocer el pasado verano borel que los franceses dieron a Australia imágenes de satélite de supuestos restos de la aeronave.

Tampoco la Oficina de Investigación y Análisis para la Seguridad de la Aviación Civil (BEA, por sus siglas en francés) ha entregado al juez el informe que realizó “in situ” durante los días que siguieron a la tragedia.

“Lo que intento probar en mi libro es que esto no se trata de un misterio, que hay gente que sabe que fue lo que pasó. Si continúo mi combate es porque sé que algún día sabré cuál es la verdad en todo esto”, insiste el autor.

Búsqueda en otra parte

Alrededor de 25.000 kilómetros cuadrados de océano fueron “peinados” por las autoridades de varios en un primer momento, pero la flota de buques, aviones y helicópteros desplegados para el rastrillaje no dió con el aparato. Tampoco surtieron efecto los cientos de millones de dólares invertidos en rastrear los restos de la aeronave mediante observaciones de satélite en un total de 120.000 kilómetros cuadrados de aguas internacionales.

Meses después de dejar la búsqueda, el informe de las autoridades aéreas australianas, publicado en octubre pasado, reconocía que era “casi inconcebible” que el vuelo hubiera desaparecido.

La última sombra de la investigación se cierne ahora sobre la compañía estadounidense Ocean Infinity, que ha iniciado una exploración privada de 90 días acordando con el Gobierno malasio no cobrar los $us 70 millones estipulados salvo en caso de éxito. Pero en febrero, el propio barco desapareció de los radares durante 80 horas: según el portavoz de la compañía, fue con motivo de un cambio de rumbo.

Convencido de que el avión se estrelló en el mar de China, lejos del punto de búsqueda actual, Wattrelos solo espera que esta nueva batida dé resultados y que la publicación de su libro relance el debate. “Tanto en Francia como en Estados Unidos e Inglaterra los Gobiernos han cambiado. Quizás la gente puede decir ahora cosas que hace cuatro años no podía”, confía el hombre.