400 años, 35 nacionalidades.  El pueblo atrae con cultura, tradición y terapias alternativas. 

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1 de julio de 2018, 11:00 AM
1 de julio de 2018, 11:00 AM

Al fondo del camino se ven los cerros pintados por el monte silvestre y por los cultivos; las nubes de un invierno helado cubren las laderas donde asoma alguna casa con chimenea humeante. Una ancha calle de tierra baja hacia la carretera, dos niños juegan en sus bicicletas, una señora mira desde la puerta de su casa un camión repleto de frutas, dos jóvenes se marchan con sus mochilas al hombro. Es domingo y en Samaipata se ve el movimiento de gente que viene y que va. En la peatonal y en los alrededores del mercado se mezclan los campesinos que traen sus productos de las comunidades con artesanos,  turistas extranjeros, visitantes de Santa Cruz y personas del pueblo. 

“Cuando era niña era más triste esto, había poca gente, no había mucho movimiento”, cuenta Antonia Zárate, una de las señoras que tiene un puesto en el mercado, que antes pertenecía a su mamá, a quien ayudaba desde que era jovencita. “Ahora mi mamá vende afuera en su tiendita. Hay mucha verdura, variedades que antes no había. Más turistas vienen. Adelantó Samaipata. Hay de todo, ha cambiado, conocemos más cosas”.

Hace décadas, este boom poblacional no existía. La samaipateña Lenny Sempertegui rememora: “La gente era muy calmada, había muchos burros, chanchos, jugábamos a la pelota quemada, la ocultadita, la embolsada, la tuja, un montón de juegos a la tardecita, y por barrio y a veces competíamos entre barrios. Lo más lindo, en la pubertad, cuando apagaban las luces a las diez de la noche, entonces nos quedábamos jugando hasta el final y esperábamos la oscuridad completa”.

1. Diversidad. Danza afroboliviana, taquiraris, cuecas, caluyos. Todo se mezcla para mostrar un sitio plurinacional. 

Siguen llegando
La llegada de gente de afuera que decidió quedarse a vivir en Samaipata aumenta cada vez más, asegura Candelaria Roca, natural de Rurrenabaque, que llegó hace 15 años con su esposo Jan, de origen belga. “Ya en ese tiempo había bastantes extranjeros viviendo aquí. Eso era agradable, esa mezcolanza era prometedora y era lo que queríamos para criar a nuestras hijas, puedes tener bastante influencia de más de una cultura y es fantástico para un niño”.

Primero arribaron los extranjeros y luego la migración nacional, más que todo de Occidente, que sucedió en los últimos años, desde que Evo Morales asumió la presidencia. “En el año 98 El Fuerte fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad. Ya antes, con Albert Meyers, uno de los primeros arqueólogos que vino, empezaron a llegar los gringos. Los primeros fueron alemanes, austríacos y holandeses”, dice Sempertegui. 

Para ella no solo fueron aceptados sino también admirados porque construyeron sus cabañas e hicieron algo diferente. 


A pesar de ser un pueblo, las actividades culturales no escasean. Quien quiera desarrollar un talento puede asistir a clases de acrobacia, danzas folklóricas, teatro, clown, cerámica, inglés, escritura creativa, música. Hay para todas las edades. 

Integrando culturas y Vive la diversidad son las frases promovidas desde la Alcaldía y que están talladas en la nueva piedra que fue colocada en la plaza central durante la celebración de los 400 años de Samaipata, realizada por el artista Hugo Quinteros. Quienes rescatan la cualidad del mix cultural, afirman que es, proporcionalmente, el pueblo más cosmopolita del país. Así lo sostiene la periodista Tamara Gutiérrez. 

 

4. Vinos. La gobernación y el municipio apoyan la nueva ruta del vino, a través de una alianza público-privada. 

5. Floreciente. María Eldy Contreras, bioquímica de la bodega 1750, que alude a la altura a la que se producen los vinos. 
2. Valle. El clima es benéfico en el pueblo y sus alrededores. Se llamaba Valle de la Purificación. 

3. Lacayote. El dulce de lacayote es uno delos productos de la zona, además de la caña, el maíz, las uvas y los duraznos.

Sitio con espíritu
Tamara Gutiérrez es una cruceña que se asentó con su familia cuando era adolescente. Una de las características que atrae a la gente de afuera, opina, es la sanación espiritual. “Es un punto de encuentro, es un lugar de sanación. Te puedo decir con la mayor certeza, con más de 32 nacionalidades, Samaipata ya es un referente hasta mundial de sanación, es un cambio energético, es la naturaleza misma que tiene esa magia”. Lenny coincide: “El pueblo, ‘descanso en las alturas’, o ‘valle de la purificación’, es un llamado a la gente a sanarse y algunos encuentran su terapia, otros se quedan y no saben por qué; yo creo que es con esa intención inconsciente de sanarse”.

Tanto en el pueblo como en los barrios más alejados, camino a El Refugio o al Chorrillo, se pueden encontrar dónde realizar diferentes terapias alternativas: masajes, yoga, constelaciones familiares, meditaciones, temazcal, retiros de alimentación con frutas o con plantas medicinales, biodecodificación, imanes, regresiones… la lista sigue.

El Fuerte también es un atractivo no solo turístico sino también místico. No faltan relatos sobre avistamientos de ovnis o que den cuenta de la energía que irradia.

La piedra es mágica, el lugar mismo es impresionante. Cada vez que voy estoy vaciando algo y vuelvo relajadísima. Esa energía le llega a toda la comunidad”, relata Tamara.

Gente del campo, gente que busca sanar, gente que se cansó del estrés de las ciudades, o que quiere realizar proyectos turísticos;  hay un sinfín de historias que justifican sus llegadas, pero todos ellos hacen que cada día Samaipata cambie, crezca, y el alcance de ese crecimiento aún no se puede dimensionar. En palabras de Gutiérrez, “Samaipata es energía que está fluyendo”.