El edificio inteligente murió. Se limitó a ser una construcción con procesos automatizados que poco beneficiaban a los usuarios. Ahora, el edificio cognitivo procesa el lenguaje natural y ejerce el aprendizaje automático. Se podrá conversar con él para hacer reparaciones o buscar a una persona

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4 de febrero de 2018, 4:00 AM
4 de febrero de 2018, 4:00 AM

Acaso no se hablaba hasta hace poco de edificios inteligentes como la solución para mejorar el tiempo que pasamos en un entorno artificial? 
Pasamos el 90% de nuestro tiempo dentro de edificios, ya sea en nuestros hogares, en oficinas o en superficies comerciales. Las experiencias que, como usuarios, tenemos en su interior influyen enormemente en nuestra calidad de vida.


El uso que hacemos de los edificios supone el 40% del consumo global de energía, el 25% del consumo de agua y aproximadamente una tercera parte de la emisión global de gases de efecto invernadero. 


Por eso es necesario aplicar fórmulas que permitan optimizar al máximo el uso y el funcionamiento de los edificios. Aquí es donde aparece el concepto de ‘edificio cognitivo’ como solución. En el edificio inteligente, hay puertas automáticas que no se abren, mala regulación del aire acondicionado y la necesidad de moverse todo el tiempo para que no se apague la luz. 


Estas edificaciones prometían adaptarse a las necesidades del usuario en todo momento y maximizar la eficiencia, pero el resultado final se ha limitado a procesos automatizados que, pese a su gran capacidad de captación de datos y de análisis, cometen fallos. 


El ajusto a las construcciones inteligentes se llama ahora edificios cognitivos. Este nuevo concepto se vende a sí mismo por su capacidad para individualizar y facilitar la experiencia de cada usuario. Gracias a las nuevas tecnologías como el procesamiento del lenguaje natural y el aprendizaje automático, estas estructuras quieren hablar con cada usuario para aprender a qué planta va, cómo le gusta el café y si el ascensor está a punto de estropearse. Y no sólo eso, también pretenden actuar en consecuencia. 

 

En qué se diferencian
Uno de los pilares fundamentales de este edificio cognitivo es Internet de las Cosas (IoT, sigla en inglés). Nos permite conocer en todo momento cada uno de los elementos que componen un edificio e interactuar con ellos: abrir una puerta, elevar un ascensor, apagar una luz. 


El edificio cognitivo ofrece una capacidad computacional mayor. Brinda la posibilidad de recoger y almacenar más datos, ponerlo todo en contexto, y ofrecerlo a través de una interfaz mucho más sencilla. 


Por ejemplo, nos permite interpretar el lenguaje natural para interactuar con los usuarios, y analizar imágenes y videos, algo que en el caso del edificio inteligente no era posible. 


Esto posibilita llegar a un lugar y, a través de una conversación por voz o chat, acceder a todos los servicios del edificio. Una novedad es que en un edificio cognitivo un trabajador puede pedirle a un bot  o asistente robótico que avise a la persona con la que tiene una reunión, y que le busque una sala donde realizar el encuentro. Ese diálogo se produce mediante lenguaje natural, el trabajador no necesita aprender nada ni ser un experto.


Internet de las Cosas será pronto a la mayor fuente de datos del mundo. En 2020 existirán en torno a 30.700 millones de dispositivos conectados. Toda la información que generan estos sistemas es cada vez más extensa y compleja, y se nos presenta en múltiples formas: desde ficheros Excel hasta secuencias de video o grabaciones de voz, combinando datos estructurados y no estructurados difíciles de interpretar. 


El 90% de la información generada por los sensores nunca es utilizada. Ahí es donde resulta clave la computación cognitiva, con sistemas capaces de comprender grandes volúmenes de información, razonar y aprender con cada interacción, para transformar los datos de dispositivos conectados en conocimiento.


Si se requieren reparaciones, un operario puede conversar con el edificio para saber qué tipo de problemas se presentaron antes y así solucionarlos mejor o evitar que haya fallas.