Padres entregados. El sacrificio fue más allá de lo habitual. Amor sin límites

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17 de marzo de 2019, 13:00 PM
17 de marzo de 2019, 13:00 PM

La risa de David es un estallido blanco cuando le preguntan cómo está su pequeña. Kendra nació con atresia de vías biliares, pero más que el nombre de esa enfermedad que quizá es hereditaria, David sentía como una puñalada cada mirada que se posaba sobre su hijita. En el micro, cuando iba a las consultas médicas, más que flaquita la veían frágil, con la piel teñida con el amarillo opaco de la bilis retenida y con una tristeza profunda en sus ojitos infantiles. El blanco del ojo también tenía el color ocre de las despedidas. La vida de Kendra se iba.

Las toxinas que no podía expulsar su hígado, ahogado por la estrechez de las vías biliares, estaban acabando con su vida. No había otra solución que un trasplante. David renunció a su trabajo en el Parque Industrial y salió a las calles. Iba con unas latitas a pedir monedas y, cuando no fue suficiente, visitó los medios de comunicación. En los archivos en línea se lo puede ver abatido, con la voz apagada, pidiendo colaboración para reunir los 500 dólares necesarios para hacer las pruebas de compatibilidad.

La solidaridad despertó: quizá porque la gente se conmovía al ver a este padre de 21 años; tal vez porque estaba dispuesto a donar parte de su hígado para la pequeña Kendra; y casi seguro porque un equipo de médicos bolivianos y estadounidenses estaban dispuestos a hacer la complicada cirugía.

“¿Está usted de acuerdo con este procedimiento? Su vida corre peligro”, le preguntó un médico, antes de la operación. David tiembla cuando ve una aguja. Cuando ve sangre, se siente mal. Vio cómo pinchaban repetidamente a la pequeña Kendra para hacerle pruebas, así que se dijo: “Si ella que es tan chiquita aguanta todo, por qué no voy a poder aguantar yo”. Así se le fue el miedo a las agujas y con esa valentía, contagiada por su única hija, respondió al médico: “Lo que quiero es que mi niña esté bien”.

Así entró al quirófano, recurriendo a su fe para pedir tranquilidad. “Los nervios se fueron y solo sentí un poquito de miedo”. Eran las 9:00 cuando papá e hija fueron anestesiados. A las 17:00 acabó la operación del papá y la de Kendra se prolongó hasta la medianoche. Más de 14 horas pasó la niña en el quirófano.

La cirugía también ponía en riesgo la vida de Kendrita, pero el beneficio podía ser mayor. Los médicos retiraron un 40% del hígado del papá y lo pusieron en la niña. Una cicatriz en forma de T queda como un imperecedero recuerdo de este acto de amor, que empezó a curar casi de inmediato. A la semana, el color amarillo dio paso a una mirada más clara y poco a poco Kendra empezó a subir de peso. Ahora se la ve mofletuda y sonríe cuando su mamá le aplaude y le hace mimos. David sonríe como si hubiera alcanzado la meta más ansiada de su vida. Y quizá fue así.

Kendra todavía tiene que tomar varios medicamentos, especialmente el que evita el rechazo del órgano de su papá. Ambos están recuperados, pero David todavía siente dolor cuando alza por algún tiempo a su hija.

En el Parque Industrial le dijeron que cuando se recupere de la operación habrá un puesto de trabajo para él. Otro motivo más para sonreír en esta casa del barrio 12 de Octubre, iluminada por la alegría de Kendra.

Los Blind

El grupo de Facebook se llama Los Blind. Ahí están David Vallejos y Yenny Céspedes. Ambos son discapacitados visuales y deportistas.

David y ella se enamoraron hace doce años cuando se encontraron en una cancha de Equipetrol. Ella es la mejor jugadora de futsal de Bolivia y también juega goal ball, un deporte creado especialmente para personas ciegas. Los Blind son campeones nacionales y ahora están a punto de celebrar los 30 años de la Asociación Deportiva de Personas con Discapacidad.

Cada día, este padre sale a cantar y a motivar, con un altoparlante, a comprar a quienes pasan cerca de un comercial de Los Pozos.

Lo hace después de dejar en el colegio a Ángel, de nueve años; a Aarón, de cuatro; y a Valeria, de once. Los dos niños nacieron con albinismo, una condición que les impide soportar mucha luz porque carecen de pigmento en la piel, en el iris y en el cabello. Sus ojos se mueven rápida e involuntariamente: es el nistagmo, que a veces está asociado al albinismo. Cuando nació, Valeria solo distinguía sombras. Después de una operación su visión ha mejorado.

Cuando supo que su hija nació con problemas visuales similares a los suyos, no se preocupó tanto como podrían hacerlo otros padres con visión normal. Él nació sin poder ver, así que él y Yenny la ayudarían a no tener problemas.

Y parece que no los tienen. Viajan juntos a los campeonatos, se reúnen a almorzar diariamente. El más pequeño practica con instrumentos y ya canta sus primeras notas.

En la casa de los Vallejos-Céspedes los sonidos ocupan el espacio que está vedado a la luz. Hay varios instrumentos que el papá domina, además, es vocalista de un grupo que se reúne ocasionalmente, cuando hay contratos los fines de semana.

Por las tardes, David asiste a cursos de masoterapia. Cuando pueda aplicar las técnicas de masaje para aliviar distintas dolencias, espera obtener un poco más de dinero. Yenny también lo acompaña a realizar los cursos.

Mientras ellos completan sus estudios, los niños se quedan en Aprecia, un centro de rehabilitación para personas con discapacidad visual. Cuando el dinero falta, David recurre al teclado, al bongó y a cualquier instrumento para conseguir unos pesos.

Serán nuestras hijas

Stuart Vargas y su ahora ex esposa decidieron adoptar y conocieron el lado oscuro del proceso de adopción. María Nazareth tenía dos años de edad cuando iniciaron los trámites para convertirla en su hija. “Fue como un parto”, cuenta Stuart. “El trámite duró nueve meses”.

Cuando estaban ya con la niña en su casa, recibieron la llamada de una instancia ministerial. Les contaron que María Nazareth tenía una hermanita menor que estaba en otro hogar de beneficencia.

Lo que llama la atención de Stuart es que el mismo juzgado que atendía su proceso estaba a cargo del trámite de la hermanita de María Nazareth.

Cuando preguntó por qué el juzgado no le avisó que su hija tenía una hermana, se enteró de que el trámite fue iniciado por una pareja que reside en España. “Cuando los trámites son para el extranjero, los juzgados ganan más dinero. Creo que por eso no me avisaron”, opina.

Cuando la gente del Gobierno se enteró, y con la decisión de Stuart de adoptar también a Blanca Inés, los funcionarios gubernamentales activaron también sus mecanismos de presión. Stuart amenazó al juez con procesarlo si el trámite de la segunda adopción no se apresuraba.

La presión surtió efecto y los papeles estuvieron listos en 15 días; la separación de las hermanitas se detuvo. Ahora, ambas pueden mimar a su ‘gordito’, como le dicen a su papá.

Saben que son adoptadas y eso no ha disminuido el amor que tienen por Stuart y tampoco han tenido problemas en el colegio, porque los profesores son informados con anticipación, para evitar el bullying que suele ocurrir en una sociedad aún poco habituada a las adopciones.

Historia de una empresa

Erwin Hurtado iba a conocer el dolor en Vallegrande. Después de varios años de ejercer la docencia, estaba emprendiendo un pequeño negocio. Compró la farmacia Mundial y decidió ir con la familia a pasar unos días de Carnaval a los valles.

Lo acompañaban sus hijos, Erwin y Fernando. La fiesta transcurrió con el alboroto de costumbre hasta que de pronto estalló un griterío desacostumbrado. Los dos niños habían ido a comprar algodón dulce y, cuando cruzaban, un vehículo casi arrolla a Erwin, y el pequeño Fernando, de cinco años de edad, fue arrastrado por la calle.

Casi sobra decir que el conductor estaba ebrio. Erwin quedó paralizado de la mitad del cuerpo, con la arteria carótida muy lastimada y con el cuero cabelludo desprendido. En la Caja Petrolera le dijeron que no podía ser operado. Estuvo en coma durante un tiempo hasta que se decidió llevarlo a Estados Unidos.

El padre fue a La Paz a sacarle la visa, y, por la gravedad del caso, se la dieron en un día. Mientras hacía el trámite, lo intervinieron por una úlcera por estrés en el intestino delgado.

Al llegar a Miami vieron que el viaje hasta Houston sería imposible, porque en el avión ya estaba perdiendo sangre. En el American Hospital estuvo 15 días en terapia intensiva y con el suministro adecuado de proteínas y vitaminas. Gracias a eso, la fisura de cráneo fue cerrando y la pérdida de líquido cefalorraquídeo cesó. El peligro de infección en el cerebro había pasado.

Luego empezó la fisioterapia y a los quince días limpiaron sus heridas. El pequeño no podía permanecer de pie, pero al mes empezó a caminar.

Al llegar a Santa Cruz le pedían aminoácidos e hilos de sutura, pero no había. Decidió colgar el título de veterinario y dedicarse a surtir la farmacia para pagar la inmensa cuenta que le dejaron la consulta y la atención en Estados Unidos.

En la calle Seoane, al lado del hotel Las Américas, Erwin, su esposa, una secretaria y un mensajero, empezaron a trabajar en lo que se convertiría con el tiempo en la Importadora Fernando. Con ese nombre aún se la recuerda, pese a que ha cambiado a HP Medical.

El impulso generado para salvar la vida de su hijo alcanzó para formar una empresa que ahora emplea a 250 personas. Los cuatro hijos de Erwin Hurtado trabajan con él en la empresa; Fernando es ingeniero biomédico, Luis es administrador de empresas, Cecilia está en contabilidad, y Antonio en marketing y negocios inteligentes.

El negocio está en plena expansión. Han estrenado edificio y pronto inaugurarán un ala dedicaca a quirófano y terapia intensiva. Hay sucursales en Oruro, Beni y el eje. Por ejemplo, fueron los proveedores del acelerador lineal que está funcionando en la Gobernación.

El esfuerzo del padre y de toda la familia (la mamá es bioquímica y una tía es pediatra) salvó a Fernando de quedar postrado en una silla de ruedas, como vaticinaron los médicos.

Recientemente le tomaron una tomografía con uno de los equipos que HP Medical vendió en Cochabamba. Al ver los resultados, el médico le dijo que era un milagro que esté vivo. “Tenés una parte necrótica en el cerebro que está a escasos milímetros del centro de la visión. Pudiste quedar ciego. No te hizo ningún daño”, le comentó. Fernando es ahora presidente de la Cámara de Industria y Comercio (Cainco).

Génesis

Amanecía con la carita y la barriguita hinchadas. A los papás de Génesis García les dijeron que un tratamiento de al menos cinco años podía salvar sus riñones. Empezaron a hacerlo, y de pronto les dijeron que ya no se podía hacer nada. Solo les quedaba la opción del trasplante.

Durante un año y medio estuvieron estuvieron preparándose para realizar la cirugía. Erwin y Victoria, los padres, eran 99,9% compatibles con su hija. Ambos podían ser donantes, pero el Programa Nacional de Salud Renal recomienda que la primera opción sea el papá. Se considera que la madre tiene mejores capacidades para cuidar del donante y de la receptora, así que Erwin siguió adelante con las pruebas que pedía el médico de la Caja.

Padre e hija estuvieron dos veces internados para el trasplante. La primera vez la operación se suspendió porque Génesis enfermó de gripe; la segunda internación fue interrumpida porque se detectó una infección en Génesis. Cuando empezaba la tercera internación, médicos de la Caja Petrolera le dijeron que en ese centro no estaban capacitados para el trasplante. “Pensamos que iban a experimentar con nosotros”, cuenta Erwin.

El Ministerio de Salud arregló la intervención en la clínica Incor, donde hicieron los análisis en diez días. Erwin donó su riñón izquierdo y dejó de trabajar como taxista. Ahora se dedica a la venta de terrenos, mientras ve cómo Génesis hace una vida normal.

 

Hermanas. Estaban en hogares distintos. Una de ellas estaba a punto de ser enviada a España; informaron a Stuart y decidió adoptar a ambas
Muñeca. El hijo de Mikki Willis le pidió una muñeca y no se la negó. Subió el video y se convirtió en viral