Comediante.  con el humor bajo el brazo, incomodó a la dictadura y se coló en el corazón de los bolivianos

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25 de marzo de 2018, 4:00 AM
25 de marzo de 2018, 4:00 AM

El personaje popular más famoso del oriente boliviano estuvo a punto de extraviarse y no nacer jamás, pero ese es un secreto que todavía no puede ser contado en este párrafo. Primero es necesario mostrar cómo empezó a gestarse Juanoncho, el opapícaro que hace 40 años nació en un escenario de teatro, saltó a la televisión y luego al cine. 

El guión literario de la vida de Hernando Chávez Guzmán, a quien pocos conocen si no se le dice Nando Chávez, empieza en la Trinidad de los años 50 y 60. Primera escena: los alrededores de las calles Cochabamba y Manuel Limpias. Un peladingo flaco y canilludo está lanzando bolazos con su honda. A unos metros de él, ha alineado un montón de latitas de leche y una a una van cayendo, golpeadas por las bolas de barro. 

Impresionado por su puntería, lo observa su amigo Tyrone Heinrich, que por entonces todavía no tenía edad para manejar una honda. Su misión, como los otros chicos de su edad, era armar bolas de barro para la guerra. ¡La guerra! El arma principal era la honda, los proyectiles eran las bolas de barro y el enemigo estaba siempre en las calles vecinas. 

La tribu, pandilla, clan o grupo (aunque en Trinidad les dicen turma) de Nando estaba dirigida por su hermano, Bancho. Los amigos recuerdan que era impresionante ver los desplazamientos de Bancho en el campo de batalla, pese a que estaba en silla de ruedas. 
La poliomielitis le dejó las piernas baldadas pero su visión estratégica era fundamental para enfrentar a los de las otras cuadras. La hostilidad subió al punto en que cuando encontraban a alguien del otro grupo, los fusilaban. Literalmente. Lo ponían frente a una pared y les lanzaban bolazos al cuerpo. 

De ese infantil y a veces peligroso campo de batalla nace la honda que Juanoncho siempre lleva colgada al cuello. Ahora ya no la usa, porque no quiere crear la idea de que el personaje mata a los pajaritos. 

Timidez y picardía
Una de las características de Juanoncho es su éxito con las damas. En uno de sus sketches alguien le pregunta al estrafalario opinga: 

-¿Cuál es tu secreto para gustarle a las peladas? 

-La piiinta puej. Eso es todo. ¿No me ves pintudo acaso?
En cambio Sinforoso, su némesis, tiende a ser cómicamente libidinoso, rastrero, farsante y maligno. La cercanía del opa lindo y peludo con las mujeres es inocentona. De un piropo y un contacto cachete con cachete, mientras Juanoncho vuelca los ojos, no pasa. Ellas le lanzan miradas traviesas y él finge ser difícil; ellas se le acercan y él se encoge hasta casi desaparecer, superado por la desenvoltura y la belleza, mientras lanza algún chiste al paso. 

Así también era Nando, el creador del personaje. En algún momento, cuando el grupo de amigos iba a jugar al arroyo San Juan, empezó a surgir el coqueteo inocentón del comienzo de la adolescencia. Por las noches, cuando a las diez de la noche se apagaba la luz en toda la ciudad, los mayores sacaban las sillas y espantaban en calor con sopladores; los chicos jugaban tuja de un poste a otro y mientras algunos charlaban con las chicas y ensayaban su galanteo, Nando improvisaba diálogos hasta con las gallinas. Resultado: Nando empezó tarde a enamorarse. 

Cuando ya era época en que el adolescente invitaba a la chica al cine o a tomar un helado para iniciar una relación, Nando les proponía dar un paseo y ellas quedaban desconcertadas. “¿Pasear? A dónde?”, le respondían ellas. 

Nando no sabía, no entendía que ya había pasado la época en que la invitación a dar un paseo era la palabra clave para proponer una relación, así que esa invitación no daba en el blanco, como bolazo disparado al aire. 

A ninguno de sus amigos le parece extraño que se hubiera casado tarde y menos que hubiera preferido permanecer solo. Ahora vive con Nataly, su única hija, que estudia Derecho y se ha mantenido lejos de los escenarios todo lo que ha podido. A lo sumo, apareció en un spot y en un corto humorístico, pero como extra. 

Desde niña conoció al personaje que interpretaba su papá. Vio las teleseries, las películas y los cortos en casetes VHS. Ella conoce al Nando cotidiano, que es un tanto serio pero cariñoso, y que de vez en cuando la sorprende con un desayuno. 



Escenario: eso sí
Si bien el amor y la conquista no eran su rasgo más fuerte, el llamado del escenario era ensordecedor. Fernán Aguirre recuerda que en el colegio, Nando armaba espectáculos y sketches cómicos siempre que en el calendario estaba marcada una hora cívica. Convocó a todos los compañeros para poner en el escenario cuentos costumbristas como El perro encadenado, La viudita, el carretón de la otra vida. Desde niño, Nando supo que su vida estaría sobre el escenario. Soñaba con ser payaso o garzón. Sí, garzón. Cuando puso un negocio con uno de sus amigos, en algún carnaval, Nando comenzó a atender a la gente, con un trapo blanco colgado del brazo, una charola en la mano derecha y en el rostro, una sonrisa condescendiente. 

- ¡Oí, qué hacés! ¡Vos no podés ser garzón!
- Bah, ¡a mí me gusta!
Discutieron por un rato hasta que Nando tiró la bandeja y el trapo, archivó la sonrisa y se fue, enojado, hacia adentro. Hasta ahora ríen de esa discusión con su amigo.

Con el título bajo el brazo
Ni bien salieron del colegio La Salle, la turma, grupo, clan o pandilla archivó las hondas y empezó a armar escenografías. Pasó la época en la que jugaban Guerra de Corea, que es el extraño nombre que recibía el futbolín; Nando también dejó atrás el billar. Sin embargo, siguió jugando básquet. Era un jugador excelente. 

Pepe Ibáñez fue parte del grupo que Nando convocó para contar sus historias sobre el escenario. Era la década de los 70. Esta vez, su hermano Bancho ya no comandaba las guerras, sino administraba los ingresos y colaboraba en la selección de vestimenta. Era un grupo de amigos que visitaba varios pueblos. A veces viajaban cómodos, a veces en camionetas, sintiendo en la boca la polvareda de los caminos pero siempre bañados con el aplauso. 

Para entonces, ya había desistido de su intención de ingresar al seminario para iniciar un camino religioso. Sus amigos cuentan con sorpresa cómo convivía el aspecto místico de Nando con el guerrero de la calle. “Un año estuvo en La Paz estudiando para ser hermano de La Salle. En esa época los curas nos mostraban hermosos videos del noviciado”, cuenta el amigo. La educación en La Salle influyó en esa vocación incipiente, pero los planes de Nando estaban del lado del arte. 

Con el humor bajo la manga
La década de los 70 está marcada por el inicio de sus estudios en Filosofía y Letras en Cochabamba, que no pudo concluir porque la dictadura banzerista cerró las universidades en todo el país, entre 1971 y 1972. 

En 1973 ingresó a la Academia de Teatro de Cochabamba. Entre sus profesores estuvieron Betty Hartmann de Bedregal; Ninon Dávalos, actriz formada en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid; Chaly Rimassa, que puso en escena obras de Sartre y Ionesco;  Eduardo Arévalo, el periodista deportivo, también fue su profesor. (Arévalo se formó en teatro inicialmente y ganó un concurso de méritos para enseñar Interpretación Teatral. El periodismo vino después). 

Luis Bredow, protagonista en varias películas bolivianas, también fue otro de sus maestros. “Todingos eran torazos”, recuerda Nando, que menciona, orgulloso, su título de actor profesional y director teatral, obtenido en la Academia de Teatro. 

Siguió creando historias y, como el poder carece de humor, los uniformados se dieron cuenta de que Nando comenzó a hablar de democracia en sus obras, así que lo detuvieron. 

La orden fue emitida por el prefecto de esa época, así que el actor se vio encerrado en el panóptico de San Pedro. “Siempre fue un hombre de pensamiento libertario. Plasmaba su capacidad intelectual en los mensajes de sus sketches. Además, valoraba siempre la riqueza y la dignidad del oriente boliviano, eso sí, sin ser nunca adversario de la gente de occidente”, cuenta su amigo Pepe Ibáñez. Bancho, su hermano, también estuvo detenido por la dictadura, cuando era dirigente universitario en Sucre. 

 

Juanoncho
Fue en la pieza teatral Los abigeatistas, que se presentó en Santa Cruz hace alrededor de 45 años, cuando apareció por primera vez el Opa Juanoncho. Fue un éxito inmediato. En las presentaciones había un lleno total en la Casa de la Cultura, en el colegio Don Bosco y donde se presentara la obra. 

El elenco comenzó a ir a barrios y a los pueblos. La compañía vivía del teatro. “Era una compañía solidísima. Había mucha afluencia de público, ininterrumpida hasta ahora, porque hasta no hace mucho hice teatro”, comenta el creador del personaje. Entonces, ¿se puede decir que esa fue la época de oro? “Siempre tuve una época de oro. Siempre lleno. ¡Qué más quiere el teatrero! Luego me cansé un poco del teatro, pero sobre todo pasamos a hacer televisión. La primera teleserie fue Hotelucho, junto con la telenovela Amor en tiempo seco”. 

Los amigos recuerdan que la recaudación era buena, y que el elenco sobrevivió incluso a las ocasiones en las que Nando dejó en un taxi la bolsa negra con la plata recaudada. Sobrevivió también a los robos de equipo y a los hurtos rastreros que le infligieron individuos inescrupulosos, que son las excepciones de ese grupo que hasta hoy se mantiene fiel a su director. 

Uno de esos actores fieles es Luis Alonso Daza, conocido como Malavé. En Los narcos, la más reciente de las tres películas de Nando Chávez, Malave interpreta a un sicario. Admira la constancia de Nando y lo define como todos: jovial y bonachón como amigo, pero caduco y cerrado cuando trabaja. 

Es difícil hacer que Nando cambie de idea cuando ya tiene la secuencia planificada. “Cuando filmábamos la película La Mamita de Cotoca lo veía llegar cojeando, pero dirigía y no flaqueaba. Vive entregado al arte”, cuenta. 

Sus amigos admiran su coraje y entrega en el escenario. En los inicios de su carrera, ninguno de los actores quería interpretar a una travesti. “Nando no se hizo problema. Se vistió con vestido. Rosalinda era una flaca feísima, pero le dio el toque de humor”, recuerda Fernán Aguirre. 

Amor en tiempo seco 
El actor Elías Serrano vio de cerca el éxito que tenían las obras de teatro de Nando. Un día, lo invitó a ver una de ellas al Paraninfo Universitario. La sala estaba tan atestada que Elías tuvo que sentarse en el pasillo, en una sillita que le llevó Nando. Desde entonces trabajaron ocasionalmente en Safipro y en TeleArte, la productora de Nando. 

Elías Serrano recuerda también que, a mediados de los 90, la telenovela Amor en tiempo seco, que empezó a grabarse en Trinidad, se emitió en un canal local. Los 70 episodios de la telenovela comenzaron a enganchar la gente de Santa Cruz, pese a que se emitía casi a la medianoche. Poco a poco, la presión de los televidentes hizo que se la emitiera a las 21:00, en un horario estelar, y con reprís los domingos. “La gente estaba pendiente de la novela. Claro que eran otros tiempos. La historia atrapó pese a las limitaciones técnicas”, dice. 

Nando Chávez no se explica por qué esta telenovela fue un éxito. Alguien le dijo que la clave estaba en los hermosos paisajes que mostraba, pero lo cierto es que se grababa en potreros de Trinidad. “No es cierto, porque Coraje salvaje tenía mejores paisajes”, dice Nando. El director recuerda que había buenos actores de teatro, y que quizá eso fue un factor de éxito. Sin embargo, se inclina a pensar que el acierto de la trama es el idilio típico de la joven rica que se enamora del muchacho pobre y tienen que luchar contra los padres que quieren separarlos. Ellos, claro, luchan por su amor. “Es una telenovela técnicamente mal hecha, pero es la historia de siempre que se ve en cuentos y novelas. Eso fue un acierto, pese a que no sabíamos nada de televisión. No sabíamos de movimiento de cámara, de lenguaje de la imagen. Además, filmábamos en VHS y editábamos en U-Matic. No existían los programas de hoy para colorear, limpiar, y mejorar la imagen”, recuerda Nando. Ninguno de esos errores le importaba a la gente, que hasta hoy sigue buscando los DVD de la telenovela. 

Traca traca traca

Se estaba filmando Opapícaro, la primera película beniana y Trinidad estaba agitada. Se cortaba el tráfico, la gente colaboraba durante la filmación y finalmente, cuando se estrenó en 2013, se formaban filas para verla. Sin embargo, en Santa Cruz no había esa conexión emocional con la historia. Por eso, Nando decidió hacer una película cruceña: La Mamita de Cotoca se estrenó en 2014.  Tampoco le fue muy bien. El día de la fiesta de la Virgen, el 8 de diciembre, el estreno quedó opacado por la barahúnda de anuncios, gente y comercios de Cotoca. “Le pelé feo”, confiesa. 

En los anuncios publicitarios, en cambio, el éxito está garantizado con Juanoncho y Sinforoso. El inocentón Opa Juanoncho y el cizañero, pretencioso y farsante Sinforoso han aparecido no solo en spots publicitarios, sino en anuncios para evitar el dengue y el cólera. Ha grabado para restaurantes, ferreterías, tiendas y proyectos de urbanización. Uno de esos spots fue tan exitoso que hace unos días, en pleno debate por la cuestión marítima en La Haya, el rostro de Juanoncho apareció como parte de una supuesta promoción que ofrecía lotes en Antofagasta. 

La frase que llamó la atención parece –no lo es- el estribillo de una canción, pero también es un juego de sonidos que reúne el nombre de la empresa, el nombre del proyecto y la invitación final a la compra: “El Pahuichi, Pentaguazú, traca traca traca, la solución”, se escuchaba en toda Santa Cruz. Además del dinero que cobró por su trabajo, después de comprobar el éxito de esa frase publicitaria, el propietario decidió regalar un lote a Nando Chávez. 

Las claves de los spots son las mismas de las películas, de los sketches y de las telenovelas. Ante todo, está el humor y luego, las expresiones criollas. Se usan modismos locales con los que se identifica la gente y otros que se han ido quedando: “Poobre la pobre” es una marca de Juanoncho y “camba perro” es una frase asociada para siempre al rostro insolente de Sinforoso. 
Hay varios tipos de opa en nuestro medio: “Opas que no saludan, opas solemnes, opas paseaperro y los que opean todo el tiempo. Hay mucha competencia”, dice. ¿Cuántos años tenés, Juanoncho? “Mi abuela Juanacha estaba chiquitita cuando yo ya estaba canilludo. Lo bueno es que los opas no envejecen”.