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Galardón real para la dama del agua Sylvia Earle

Mares. La oceanógrafa estadounidense obtuvo el Princesa de Asturias de la concordia por su extensa labor científica y para crear conciencia sobre la necesidad de conservar los océanos

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24 de junio de 2018, 4:00 AM
24 de junio de 2018, 4:00 AM

Sumergirme en el agua, salvar el océano, ser un pez”. Esos son los sueños de la bióloga marina Sylvia Earle, que ha dedicado toda su vida  a alertar del “paraíso perdido” en que se ha convertido el mar y a luchar para recuperar “el corazón azul del planeta”. A sus 82 vitales años, esta estadounidense fue galardonada días atrás con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia por no cejar en un empeño que le ha llevado a participar en cuantas reuniones y conferencias puede para alertar del peligro que supone para el planeta y para los humanos todo lo que le hemos hecho a los océanos.

El jurado del galardón le concedió el premio “por su dedicación, durante más de seis décadas, a la exploración e investigación de los océanos, el conocimiento de los fondos marinos y la conservación integral de los mares”.

“La humanidad ha ignorado los límites” en la explotación de los mares, ha desencadenado “el deterioro brutal y crítico de los ecosistemas”, aseguró Earle en el IV Congreso Internacional de Áreas Marinas Protegidas que se celebró en Chile en 2017. 
El acta del premio destaca además que su labor ha sido crucial para la toma de conciencia de la importancia de los océanos como una riqueza común, “en grave riesgo por la acumulación de plásticos y vertidos contaminantes, que amenazan la salud humana y la biodiversidad en todo el planeta”.

Un apodo bien ganado

Un centenar de expediciones marinas, más de 6.500 horas de inmersión certificadas en su bitácora y un exhaustivo trabajo en favor de la investigación y la conservación de la naturaleza le han ganado el sobrenombre de “La dama del agua”, Earle se dio cuenta del poder del océano desde la primera vez que se bañó en él, cuando tenía solo tres años.

Y decidió dedicar su vida a proteger los océanos, campo en el que fue una pionera y casi la única mujer en un área dominada por hombres desde que en 1953 realizó su primera incursión bajo el agua para estudiar el fondo marino. 

Incluso una de las primeras entrevistas que dio, en 1964, al Mombassa Daily Times, se titulaba “Sylvia navega con 70 hombres pero no espera problemas”.

30 años después, Earle se había convertido en una de las grandes exploradoras marinas del siglo XX y era considerada Heroína del planeta por la revista Time en 1998 y Leyenda viva por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

En su carrera se ganó el respeto de sus colegas, y del mundo de la ciencia. Por su coherencia y por su insistencia en que “la salud de los océanos significa salud para los seres humanos”.

El anuncio del premio español para Earle fue celebrado por científicos y ONG ecologistas especializadas en conservación de océanos, que ensalzaron su labor por la defensa del medio marino.

 Otros expertos destacaron además que la se trata de la primera mujer reconocida internacionalmente por su trabajo en el campo de la oceanografía, no solo por su nivel científico, sino por su capacidad para comunicar sus constataciones al gran público.

Sin azul no hay verde

“Mi deseo es que se utilicen todos los medios posibles para impulsar el apoyo público a una red mundial de áreas marinas protegidas, lugares de esperanza lo suficientemente grandes como para salvar y restaurar el océano, el corazón azul del planeta”, dijo en 2009 cuando recibió el premio TED, que entrega 1 millón de dólares a quien tenga una visión que pueda cambiar el mundo.

Son logros de Earle, con su voz dulce y sin estridencias, que repite los mensajes que aprendió en el mar. “Sin agua no hay vida. Sin azul no hay verde”.

Frases simples pero cargadas de significado y que la llevaron a ser la jefa científica de la Administración Nacional de océanos y Atmósfera de EEUU, desde donde realizó una ingente tarea centrada en la exploración y conservación de ecosistemas marinos apoyada en el desarrollo de nuevas tecnologías para acceder a las profundidades marinas.

Pero además de trabajar desde el flanco estatal, fundó entidades como SEAlliance, es miembro residente de National Geographic y una de sus labores más reconocidas es la de divulgadora a través de documentales realizados con ese grupo de comunicación.
Incluso se une a celebridades en misiones mediáticas si con ello aumenta el alcande de su mensaje. En 2010 acompañó al diorector James
Cameron en un batiscafo ruso en las aguas del lago Baikal como parte de la preparación de la secuela de Avatar.
Nada es suficiente para esta bióloga, que cuando empezó sus estudios del mar no pensó ni por un momento -”nadie, ni Jacques Cousteau”, asegura- que los humanos podrían hacer algo para dañar los océanos por lo que pudieran echar o sacar de él.

“En 50 años hemos perdido, más bien nos hemos comido, más del 90% de los peces grandes del mar”, lamenta hoy. Una humildad patente en sus intervenciones, en las que recuerda como uno de sus mayores logros el haber podido poner su huella en el fondo de un océano en 1979.

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