En Santa Cruz, en miércoles de ceniza, el monseñor Sergio Gualberti llama al arrepentimiento y a la renovación interior

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7 de marzo de 2019, 4:00 AM
7 de marzo de 2019, 4:00 AM

En miércoles de ceniza, inicio de la Cuaresma, el papa Francisco denunció “las trampas” de “la cultura de la apariencia”, durante su homilía pronunciada en la basílica de Santa Sabina, en Roma, adonde acudió en procesión.

“Las realidades terrenales se desvanecen, como el polvo en el viento. Los bienes son pasajeros, el poder pasa, el éxito termina”, subrayó el pontífice en el inicio del periodo de 40 días antes de Pascua en el que se llama a los católicos al ayuno y la abstinencia.

“La cultura de la apariencia, hoy dominante, que nos lleva a vivir por las cosas que pasan, es un gran engaño. La apariencia exterior, el dinero, la carrera, los pasatiempos: si vivimos para ellos, se convertirán en ídolos que nos utilizarán, sirenas que nos encantarán y luego nos enviarán a la deriva”, expresó el papa Francisco, para quien la Cuaresma es “un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades”.

Luego, procedió al rito tradicional de imponer las cenizas, trazando una cruz en la cabeza de los fieles, símbolo de la condición efímera de la vida humana.

En Santa Cruz

Mientras tanto en Santa Cruz, el arzobispo Sergio Gualberti, durante la misa celebrada en la catedral, expresó que la Cuaresma “es la oportunidad de una profunda conversión, de una renovación interior y de una experiencia personal auténtica y profunda de Dios”.

Para Gualberti, el primer paso del camino de conversión es reconocer que nos hemos equivocado, que con nuestros pecados hemos roto o mermado nuestra relación con Dios y que, como hijos pródigos, necesitamos con urgencia volver de todo corazón a Dios. “Convertirnos no es cumplir solo un conjunto de prácticas de penitencia, sino, sobre todo, una actitud de apertura de nuestro corazón al Señor, para que entre en nuestra vida, pueda obrar libremente y nos haga experimentar su amor”, remarcó.

Solidaridad con el prójimo

Más adelante, el monseñor Gualberti se refirió a la práctica de la equidad y solidaridad con el prójimo, especialmente con el pobre, el migrante, el abandonado y marginado. “Dar a los pobres, no es otra cosa que dar a Cristo mismo, que se ha solidarizado e identificado con esos hermanos”, recordó.

“Cuando des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha. Dar limosna no es un gesto de lástima dando algo de lo que nos sobra a los pobres, más bien es hacer un acto de misericordia”, expresó.

“Cuando ayunen, no pongan cara triste”, porque “el abstenernos de la comida y la bebida tiene como fin introducir en nuestra existencia no solo el equilibrio necesario para el dominio de nuestros sentidos, sino también el desprendimiento de la actitud consumística, de la idolatría del tener y del placer, del abuso de los bienes materiales”, añadió.

Seguidamente, indicó: “Cuando oren, no hagan como los hipócritas… para ser vistos por los hombres. La oración es el medio para entrar en diálogo con el Señor, para amarlo y dejarnos amar, para acoger y cumplir su plan de salvación”.

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