Erupciones. La violencia con la que el volcán de Fuego despertó en Guatemala contrasta con el lento flujo de lava que emerge del Kilauea, en Hawái. Ambas chimeneas son ejemplos de los dos tipos de volcanes más comunes a lo largo del cinturón del Pacífico, que cada año registra decenas de casos

El Deber logo
17 de junio de 2018, 4:00 AM
17 de junio de 2018, 4:00 AM

Bandas populares tocaron música pesarosa en los entierros de las víctimas del volcán de Fuego en Alotenango, Guatemala. La violenta erupción de hace dos domingos lanzó material incandescente hacia los caseríos circundantes y sus pobladores indígenas no alcanzaron a huir de los veloces deslaves. El estallido dejó 110 muertos y 197 desaparecidos en torno al coloso de 3.763 metros de altura, a 35 km al suroeste de Ciudad de Guatemala.

En contraste, a miles de kilómetros de allí,el volcán hawaiano Kilauea, que despertó el 3 de mayo, ha lanzado ríos de lava que aislaron poblaciones y obligaron a evacuar a 2.000 personas. Su flujo viscoso salió lentamente de las fisuras de la montaña, lo que dio tiempo a los vecinos de ponerse a salvo.

El vulcanólogo costarricense Gino González, de Volcanes Sin Fronteras, explicó que el Fuego y el Kilauea son ejemplos de los dos tipos de volcanes que existen.

El de Fuego presenta erupciones explosivas. El gas en su interior hace que sus erupciones sean violentas y que lance material a varios kilómetros sobre el cráter.

En Guatemala, rocas ardientes salieron expulsadas del cráter del volcán de Fuego y bajaron a una velocidad de hasta 100 km/h arrasando  todo a su paso.

Kilauea, por el contrario, presenta erupciones efusivas. Con menos presión interna de gas, sus erupciones son lentas, los ríos de lava se desplazan a 5 km/h, la velocidad a la que camina una persona, explicó González.

Sobre el volcán de Hawái, el geólogo guatemalteco Francisco Juárez, del estatal Insituto de Vulcanología, comentó que “no hemos escuchado de víctimas porque sus flujos se desplazan de manera lenta y predecible”.

El coloso guatemalteco presenta otras características que hicieron que su erupción fuera especialmente devastadora. “Lanzó mucho material en poco tiempo. La columna alcanzó más de 5 km sobre el cráter”, dijo González.

Mayor altura, más velocidad

Adicionalmente, el volcán tiene una altura de 3.000 m desde la base hasta el cráter, laderas muy empinadas y poblaciones muy cercanas.

Todos los ingredientes de una tragedia en la que el material alcanzó rápidamente los caseríos aledaños.  “Al caer, las rocas alcanzaron tal velocidad que arrasaron con todo”, recordó González sobre la potencia de la erupción.

Especialistas consideran que las autoridades y científicos deben estar preparados para hacer frente a emergencias como la de Guatemala cuando se sabe que el volcán es propenso a hacer erupción.

“Si la gente vive en las faldas de un volcán activo, lo mínimo es que las instituciones de monitoreo dediquen recursos para la vigilancia permanente y sistemática”, dijo Demetrio Escobar, del Observatorio Ambiental de El Salvador.

En Centroamérica hay unos 50 volcanes con distinto grado de actividad, en su mayoría son de tipo explosivo, como el de Fuego, pero los expertos consideran poco probable que se repita una tragedia como la de Guatemala.

González citó el caso de los volcanes Arenal y Rincón de la Vieja en Costa Rica, ambos explosivos y con mucha actividad en las últimas décadas, pero con una altura de 900 metros desde la base, con lo que su acumulación de gas es menor. Aún así, hay registros de una potente explosión del volcán Ilopango en El Salvador hace 1.500 años, que diezmó a la población maya de la zona y obligó a muchos a emigrar a otras regiones.

Guatemala tiene otros dos volcanes activos, el Pacaya y el Santiaguito. Juárez comentó el Pacaya es más pasivo, con erupciones menos violentas. 

El Santiaguito, por el contrario, tiene un historial de erupciones más fuertes que el de Fuego.