Un tipo de hongo. Inspirada en trabajos de la Universidad Nacional de México (Unam), la egresada de Ingeniería Ambiental de la Uagrm, Eloísa Apaza investigó el poder degradador de microorganismos encontrados en el vertedero de Normandía, con prometedores resultados

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17 de marzo de 2019, 4:00 AM
17 de marzo de 2019, 4:00 AM

Le hubiera gustado que fuera su trabajo de tesis, pero no se puede tener todo en la vida. Por dos años, Eloísa Milena Apaza Ribera (24) se metió de lleno al mundo de los microorganismos, buscando dejar huella desde su carrera, Ingeniería Ambiental. Quería encontrar un hongo con la capacidad de destruir los plásticos de baja densidad (bolsas, vasos, pañales, etc.), y con eso ayudar a resolver uno de los mayores problemas del planeta. Se inspiró en estudios previos de la Universidad Nacional de México (Unam), y algunos de la carrera de Agronomía de la Uagrm, todos ellos con bacterias. Pero Eloísa sabía del poder enzimático de los hongos, y se enfocó en eso.

Visitó vertederos clandestinos, hasta que con apoyo de Emacruz consiguió permiso para iniciar sus investigaciones en la fosa cinco de Normandía, con 12 años de antigüedad y sellada, tal como pedía su proyecto, que de algún modo garantizaba las condiciones científicas adecuadas.

Recolectó muestras de diversos microorganismos, los aisló en el laboratorio de la carrera de Ingeniería Ambiental de la Uagrm, donde era ayudande de Microbiología, los caracterizó y evaluó cuáles eran las condiciones óptimas de supervivencia, entre ellas una temperatura de 25 grados centígrados y un PH de 5.

Por tres veces consecutivas verificó el efecto de los microorganismos sobre pequeños trozos de bolsa puestos en portaobjetos. Puso el plástico a disposición de los hongos, y en cinco días se había desintegrado el 18%, en 10 días el 23%, y en 30 días el 24,5%. Todo fue obra de los hongos aspergillus flavu, aspergillus niger y fusarium, siendo el primero el de mayor poder desintegrador.

Eloísa no logró superar el mes de verificación. Tenía que desarrollar su tesis y tuvo que cambiar de tema por razones económicas y de tiempo. Apenas había tomado la punta del ovillo de la investigación; tiene que titularse. Por ahora está concentrada en defender su trabajo sobre remoción del manganeso en el sistema de agua de Santa Cruz.

Sin embargo, una vez culmine los protocolos académicos que le exigen la titulación, quiere continuar con su meta ambientalista: impactar en la reducción del plástico de baja densidad en Santa Cruz, que tarda desde 150 años en desintegrarse, y que por ahora se resuelve con el relleno sanitario que entierra basura por capas.

“Santa Cruz de la Sierra es una ciudad que crece muy rápido, según datos de Emacruz de 2015, los residuos plásticos alcanzan el 12% del total de los residuos sólidos generados en la ciudad, así que quedará muy poco espacio para un relleno sanitario, creo que en vez de mandar todos los residuos abajo, se puede implementar un proyecto con tanques que trituren todo lo que es plástico, se agrega el microorganismo a todo a ese plástico triturado, incluso se puede cambiar para abono, mezclarlo con la tierra, pero es solo una idea para la gran escala, porque para llegar a eso se requiere un método de verificación y análisis, un poco más de estudio”, confiesa Eloísa, que se quedó en la primera fase, pero no pierde la esperanza de encontrar algún grupo comprometido con el medio ambiente, o alguna oenegé interesada en el tema.

Con este proyecto, Eloísa participó en solitario en la primera Expociencia Facultativa de la Uagrm, y de ahí la mandaron, como ganadora, a la Feria Internacional de Ciencia y Tecnología, realizada en Expocruz: ocupó el primer lugar en el eje Seguridad Alimentaria y Recursos Naturales, y el segundo en la escala general, recibiendo las felicitaciones de su Facultad en las redes sociales.

Eloísa sabe que la investigación va a paso lento, no solo en Bolivia. “En la Unam hace 15 años que estudian las bacterias que degradan el plástico, y recién hace como cinco años que empezaron a publicar, y aún no implementan a escala. Este es un proyecto muy grande que demanda muchas cosas, es un trabajo muy duro, pero está claro que no es solo enterrar y enterrar, hay la alternativa para eso”, dice esperanzada.

El poder y el riesgo

Para continuar con esta investigación, Eloísa Apaza resalta algunas recomendaciones. Sugirió seguir las técnicas solo con las muestras obtenidas del mismo lugar, ocupar las condiciones óptimas del microorganismo, darle un espacio adecuado por cada especie de hongos (aislarlos), no incubarlos juntos, tener las medidas suficientes de protección, ya que si bien tienen gran poder desintegrador, también son más patógenos (nocivos) que otros.

2. Eloísa usó plástico nuevo para su verificación.
3. Colocó los microorganismos en los bordes de los trozos de bolsa, que fueron desintegrándose con el paso de los días.
1. El periodo de búsqueda del hongo quedó fuera de los dos años de investigación, fue adicional.

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