Este ciudadano ucraniano, en 1986, fue uno de los miles de personas que trabajaron en el área contaminada por el estallido del reactor nuclear. Desde hace 20 años radica en la República Argentina

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17 de septiembre de 2019, 4:00 AM
17 de septiembre de 2019, 4:00 AM

A 150 metros del destrozado reactor N.º 4 de Chernóbil, unos guantes blancos y una mascarilla fueron la única protección que Oleksandr Zahorodnyuk, un ucraniano de 63 años que respira el “aire limpio” de Argentina desde hace 20, recibió en 1986, cuando la catástrofe de la central nuclear le cambió la vida.

“Que la gente iba a morir nadie lo sabía entonces”, comenta Oleksandr, quien en aquel tiempo trabajaba como chofer de camiones en la zona y estuvo expuesto a altísima radiación durante 28 días, mientras transportaba escombros, piedras y tierra para la futura malla de contención del edificio en ruinas.

El ucraniano fue uno de los miles de “liquidadores”, denominación que se dio a quienes trabajaron en el área contaminada por el estallido del reactor nuclear, del 26 de abril de 1986, para reducir las consecuencias de la radiación. De aquella experiencia recuerda la ciudad vacía, gente con mascarillas de protección y la huella de fuego que dejó la explosión en un bosque que él debía atravesar en cada viaje hacia la planta.

Él fue parte de unas 30 personas reclutadas en una planta nuclear en construcción al sur de Ucrania, donde trabajaban.

“Enviaban entre 20 y 30 personas durante unos 15 días, era obligatorio ir, si te negabas te mandaban seis meses como personal del Ejército”, evoca. Quienes trabajaron en el área recibieron una credencial de “liquidadores”, junto con una categoría (1,2,3) que determina el nivel de cercanía respecto al reactor. Oleksandr posee la segunda en escala, y la muestra orgulloso. Las autoridades habían dividido el área en tres zonas, la primera 10 km a la redonda del reactor, considerada muy radioactiva. “En esa zona nos picaba la garganta al respirar”, explica. “Otra zona de

20 km considerada ‘más o menos radioactiva’ y una a los 30 km, el aire era limpio ahí. ¿Cómo puede ser? Mentira”, señala. Oleksandr recuerda que al finalizar cada jornada les retiraban el medidor de radiación que llevaban en la ropa. “¿Cuánto tenemos?’ Y nos decían: ‘No, nada’.

En el 2000, el Comité Científico sobre los Efectos de la Radiación Nuclear de la ONU elaboró un informe sobre Chernóbil en el que dio cuenta de 30 muertos por la tragedia. Cinco años más tarde, un informe de la Organización Mundial de la Energía Atómica y de la OMS afirmó que, entre los grupos de población más expuestos, 4.000 son las personas que podrían fallecer en el largo plazo.

Oleksandr dice que no sufre consecuencias físicas de su exposición a la radiación, pero manifiesta que después de su paso por Chernóbil tuvo alta presión, problemas en los riñones y un terrible y constante dolor de cabeza. Así vivió durante años, hasta que en 1998 decidió por su salud alejarse de Ucrania y radicar en Argentina, aprovechando el país sudamericano firmó un convenio de acogida a ciudadanos de Europa del Este y Central.

“De los compañeros que se quedaron allá (en Ucrania) ocho ya han muerto”. Desde entonces, su presión se normalizó, ya no le duele la cabeza y los riñones no le molestan, “es gracias al aire limpio y el alimento”, dice.