El joven con síndrome de down se destaca como fotógrafo, nadador y cosmopolita

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18 de marzo de 2018, 4:00 AM
18 de marzo de 2018, 4:00 AM

Carlos Antonio Biggemann Meriles apenas tenía 10 años y ya tenía bien claro que lo suyo era la fotografía. La familia de este joven que nació en La Paz el 25 de abril de 1991, no necesitaba pedir a nadie cuando quería hacer una sesión familiar, ya que el pequeño siempre tenía entre sus manos una cámara. Fue así como comenzó su pasión, que con el paso de los años se convirtió en su profesión.

Carlos, el primogénito de Alicia Meriles y de Sergio Biggemann y hermano de Tatiana, no es cualquier fotógrafo. Este joven, que está próximo a cumplir sus 27 años, nació con síndrome de Down; empero la seguridad con la que habla, sus respuestas puntuales y sin rodeos, su dulzura y su sensibilidad, demuestran que es un chico muy inteligente a quien esa condición no le significó una barrera ni se convirtió en una limitación para alcanzar sus sueños de niño. 

Le costó quizá un poco, o hasta mucho más esfuerzo, que a cualquier otra persona, pero él afirma que siempre se caracterizó por ser un chico dedicado y perseverante; a lo que su madre agrega que es muy temático. Cuando algo se le mete en la cabeza, no hay poder humano que se lo pueda sacar. 

“No me siento diferente. Tener síndrome de Down no es una limitación, ni fue un impedimento para alcanzar mis objetivos. Al tener una cabeza que piensa, pies y manos puedo lograr todo lo que quiera. Además, tengo una familia que me ama mucho y me apoya en mis proyectos. Para mí ser un chico Down es un don que me ha regalado Dios y es una motivación para seguir adelante y alcanzar mis metas y lo voy a seguir haciendo mientras pueda”, afirma categórico Carlos. 

El apoyo de su familia ha sido fundamental. Alicia cuenta que no fue fácil al principio, dado que  tuvieron que trabajar mucho con su hijo en el sentido que debían motivarlo más que a los otros niños de su edad, pero la respuesta se fue dando y, como madre, eso la determinaba a desafiarlo y a despertarlo para que no se quede atrás. Luego, mientras Carlos crecía y mostraba las inclinaciones que iba teniendo, fue viendo los buenos resultados.

Con la cámara en la mano 
Donde sea que vaya, siempre tiene a mano su cámara fotográfica y, aunque no lo crean, asegura su madre, sin exagerar, Carlos tiene guardadas cerca de 90.000 fotos, todas organizadas por temas. No por nada, durante la entrevista  a cada momento él deja claro que la fotografía es su pasión.

“Mi primera cámara profesional fue una Cannon Rebel y me la regalaron cuando tenía 17 años, pero desde los 10, ya tenía una pequeña con la que jugaba y soñaba a convertirme en un gran fotógrafo. Siempre estaba tratando de captar todo lo que me llamaba la atención y, en especial, los  lugares que visitaba. La fotografía, la natación y el anhelo por aprender idiomas, lo llevo muy dentro de mí”, enfatiza. 

Alicia hace una retrospectiva y la primera imagen que se le viene a su memoria es su pequeño hijo de delgada figura, ojos claros, mirada dulce y sonrisa tierna, con su camarita en la mano.

1. Familia. Carlos con su hermana, Tatiana, su padre, Sergio, y su madre, Alicia.

2. Conferencia. Dio  una charla sobre el Carnaval de Oruro en el Toitū Museum.

3. Logros. El gobierno lo premió como fotógrafo y nadador, por representar a Nueva Zelanda en el Campeonato Mundial de Natación, en Taiwán y promocionar al país. 

4. Trabajo. Con el equipo de fotógrafos acreditados en el campeonato Mundial de Olimpiadas Especiales de Asia-Pacífico en Newcastle, Australia, en 2013.

Un buen profesional
Desde diciembre de 2012, ya es un fotógrafo profesional. Se graduó del Instituto Politécnico Aoraki, de Nueva Zelanda. Venció cada una de sus materias sin apoyo extra de ninguna naturaleza, afirma Alicia, a pesar de que era el único estudiante con necesidades especiales. Su certificado se lo ganó por méritos propios.

A Carlos nunca se le pasó por la cabeza, es más, ni siquiera se imagina haciendo algo distinto que no sea fotografiar el cielo, el mar, las montaña y los paisajes, además de diversas situaciones y personas. Su formación no queda solo en su título de fotógrafo. Siempre está pendiente de los avances tecnológicos y de los cursos de capacitación para estar siempre actualizado. 

“Es una hermosa sensación captar lo bello que Dios ha creado. No tiene secretos, solo hay que tomar en cuenta la luz, el contraste, los reflejos, las texturas, las formas y los colores, pero también uno debe tener sensibilidad y apasionarse por lo que hace”, argumenta.

Su sueño es hacer un libro con sus mejores fotografías de Nueva Zelanda y de Bolivia y verlas plasmadas no solo en una sala de exposición, como estuvieron las del Carnaval de Oruro, hasta el domingo pasado, en la ciudad de Arrowtown, en Nueva Zelanda, sino también en calendarios o en las grandes revistas y diarios. Además, quiere visitar muchos países y captar sus bellos paisajes, llevando a cuestas  su cámara Cannon Mark III, sus cinco lentes, sus tres reflectores y sus dos trípodes. 

Deportista y políglota

Pero no solo la fotografía ocupa su tiempo. Su día a día comienza a las 5:45. A las 6:20 debe salir de la casa para estar en la piscina  antes de las 6:45 para entrenar hasta las 8:00 con su grupo Neptune. La natación es su otra gran pasión y como buen competidor es fanático del nadador olímpico Michael Phelps. Habla cuatro idiomas y está estudiando el quinto y no descarta continuar con otro más.

Carlos tenía 10 años cuando su familia dejó Bolivia y se fue a Australia, en 2002. Había sido alfabetizado en español. Con esfuerzo y perseverancia, antes de que su familia siquiera se diera cuenta, ya estaba hablando, leyendo y escribiendo en inglés. Luego, cuando se mudaron a Nueva Zelanda, dos años después, ingresó a la secundaria al colegio Bayfield, donde aprendió alemán, un idioma que, aunque no lo habla perfecto como el español y el inglés, es un logro destacable. Además, entiende y se hace entender en portugués y ahora pasa clases de francés.

“Hablo español porque es mi lengua materna; inglés porque vivo en Nueva Zelanda; aprendí alemán, por mis ancestros, y portugués porque estuve viviendo unos meses en Brasil. Ahora estoy estudiando francés, porque me gusta y es muy romántico. Paso clases durante dos horas para aprender más rápido”, cuenta. 

Es un joven muy disciplinado, ordenado y de rutinas bien marcadas. A las 7:00 ya está en el agua todos los lunes, martes, miércoles y viernes, detalla Alicia. Al terminar, los lunes, martes y miércoles pasa clases de francés y los jueves hace tutoriales. Luego se va al gimnasio. “Y cuando tiene competencias de natación, nos tiene ocupados todos los fines de semana”, resalta la orgullosa mamá.

Cerca de las 16:00 Carlos retorna a su casa, pero su jornada no termina ahí. Se pone a trabajar en la selección de sus fotos para su siguiente exposición que, a pesar de que no tiene fecha, está seguro que no demorará mucho. También se dedica a sus asignaciones de francés. Los días viernes y los fines de semana los aprovecha para salir a captar el mundo con su cámara. 

Como también es un apasionado por el cine, es admirador del actor Jackie Chan, de quien ha visto todas sus películas. Admira también a Mario Moreno, Cantinflas, por sus mensajes humanos y a la Madre Teresa, por su servicio al prójimo.

5. Graduación. Orgulloso muestra su certificado del Aoeraki Polytechnic que lo acredita como fotógrafo en 2012.

Y llegó la recompensa

Este joven deportista en 2010 compitió en los juegos de la Organización Internacional de Natación de Síndrome de Down, en Taiwán. En 2011, 2013 y 2015 participó en las competencias de natación en Australia. Gracias a su esfuerzo ha recibido varias medallas de oro, plata y bronce. 

En 2012 fue elegido como el fotógrafo oficial de las Olimpiadas Especiales realizadas en Dunedin y al año siguiente fue acreditado en las Olimpiadas Especiales para el Pacífico Sur en Newcastle, Australia.

En reconocimiento a sus logros, el 21 de marzo de 2014, Día Mundial del Síndrome de Down, el gobernador general de Nueva Zelanda; Sir Jerry Mateparae, le otorgó el premio Down Syndrome National Achievement Award.

Sus fotos  tituladas Spread Your Wings Little One (Extiende tus alas, pequeño), en 2014, y A Journey Never Ends (Un viaje nunca termina), en 2015, fueron finalistas entre más de 250 imágenes presentadas en concursos celebrados en Londres.

En 2016 su trabajo denominado Colours of Fire fue seleccionada entre más de 200 fotografías como una de las 25 finalistas y luego ganó la primera versión del premio Stephen Thomas a la mejor imagen internacional. Fue también ganadora del segundo galardón general. Las condecoraciones fueron entregadas por la actriz británica Dama Judy Dench. 

En 2013 Carlos hizo su primera muestra fotográfica denominada Nueva Zelanda Mágica, en La Paz. En 2016 presentó en esa ciudad su segunda exhibición, Cielos Dramáticos y, en enero de 2017, estuvo en la Casa de la Cultura, de esta ciudad, con su exposición El cielo es de verdad.

Durante tres años seguidos fue fotógrafo acreditado de la prensa boliviana en el Carnaval de Oruro. Unas 80 imágenes seleccionadas de este Patrimonio Intangible de la Humanidad, fueron utilizadas para una exhibición en Dunedin, en la galería de Arte de la Estación del Ferrocarril.

La muestra fue visitada por cientos de locales y turistas. Causó buena impresión y hubo comentarios halagadores en los medios. Gracias a ello, fue invitado a dar una charla sobre el Carnaval de Oruro en el Settlers Museum, de Dunedin. 

Desde el sábado 10 de febrero, coincidiendo con la entrada, hasta el domingo 11 de marzo, volvió a exhibir su trabajo. Esta vez en el Museo de la ciudad de Arrowtown, en Nueva Zelanda, donde  más de 7.000 personas de diferentes países visitaron la exposición y admiraron la belleza y el colorido del folclore boliviano.

Carlos también ha aprovechado sus conocimientos para divulgar su condición al mundo virtual y explicarla a través de la página web del Otago DSA (Down Síndrome Association) odsa.org.nz, que fue creada y diseñada por él. Además, ahora trabaja en la organización de sus fotos para su página web que pronto estará lista.

La chispa de la casa

Alicia no supo de la condición de Carlos hasta tres días después que nació. Cuando lo tuvo en sus brazos, fue algo especial. Dice que se enamoró de su hijo. Cuando se enteró, no lo entendía porque lo veía perfecto, era un niño precioso, para ella era como una joya en sus manos y es lo que ahora representa para la familia. Le hicieron el estudio genético cuyos resultados confirmaron el diagnóstico un mes y medio después. 

“Con mi esposo nos propusimos a trabajar mucho y hacer de esa personita alguien independiente. Así comenzó nuestro largo camino, siempre motivados por Carlos. Como familia aprendimos a apreciar, desde las más pequeñas cosas hasta las más grandes, algo que los padres que no tienen un hijo especial quizá no logran hacer. No es fácil. Es una tarea de todos los días y de 24 horas, pero los frutos los vemos ahora, con un chico que es un ejemplo de vida.

Fue duro y nos ‘shockeó’ como papás primerizos, era un reto para toda la vida y seguiremos apoyándolo para que haga realidad todos sus sueños. Él nos ha enseñado a respetar sus diferencias y a admirar cosas que sin su ayuda no las veríamos”, indica.

Tenía unos siete años cuando Carlos llegó del colegio y le contó a su madre que un compañero le había dicho que era ‘mongólico’ y quería saber qué era eso. Fue así como Alicia le explicó que él tenía síndrome de Down, una condición como cualquier otra, que no lo limitaba a nada, sino que más bien lo desafiaba a hacer las cosas que realmente quería.

Fue el primer nieto y la chochera de ambas familias, por lo que era muy consentido y mimado. Se puede decir, manifiesta Alicia, que tuvo una vida normal, aunque con más esfuerzo que otros. Le costó más trabajo, pero él siempre decía ‘yo puedo’, ‘lo voy a conseguir’ y lo haré ahora. Así les fue dando la confianza para apoyarlo en todo.

Siempre fue un chico muy travieso. Por momentos les causaba arrebatos a su familia porque a veces era muy osado. Con amor le enseñaron que todo en la vida tiene límites. Carlos no lo niega. Recuerda que como todo niño era bastante inquieto, pero sobre todo muy estudioso. Esa, subraya, es la forma en la uno puede alcanzar sus triunfos. 

“Nunca me sentí discriminado. “Ante los ojos del Señor todos somos iguales. Todos somos hermanos. Por eso debemos tratar a los demás así.

Somos hijos de Dios, sean negros, blancos, pobres, ricos, altos o bajos, con Down o sin Down, ¿por qué tenemos que discriminar?”, pregunta Carlos.

Es un chico muy alegre, seguro de sí y lleno de energía. Hasta ahora es la chispa de su casa. A sus padres y a su hermana, que ahora está en La Paz haciendo una especialidad en Sociología, él les inyecta optimismo para extender sus alas y volar.

Sus más gratos recuerdos son de la etapa del colegio y de las reuniones en familia, en especial de las de cada año que visitaban Bolivia, porque acá tiene a sus primos y a uno de sus mejores amigos. 

Trabajo y amor
Quizá llegar a la cima le sigue y le seguirá costando un poco más de esfuerzo, afirma Carlos, pero gracias a la constancia, al trabajo y al amor que le pone a todo lo que hace, además del tiempo que le dedica y con la ayuda de Dios, nada será imposible de alcanzar.

10 y 11. Bebé. A los pocos meses de nacido. Era el primogénito de las dos familias.

9. Músico. Con sus compañeros en un recital de música del colegio Martín Cárdenas en La Paz.