Fue arquitecta, historiadora y docente. Sus trabajos y publicaciones son referentes en Bolivia y en Latinoamérica. Formó a una generación de investigadores, quienes lamentaron ayer su partida de este mundo

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20 de febrero de 2018, 6:00 AM
20 de febrero de 2018, 6:00 AM

Teresa Gisbert, una de las intelectuales más brillantes de Bolivia, dejó de existir la mañana de ayer, dejando una importante herencia para la investigación, la arquitectura y la historia boliviana.

Gisbert tenía 91 años y venía aquejada de una larga enfermedad. El encargado de dar la lamentable noticia fue su hijo, el expresidente de Bolivia Carlos Mesa. “Esta mañana ha muerto nuestra madre, Teresa Gisbert, nos deja un inmenso legado de amor y a Bolivia una vida entera dedicada a desentrañar su pasado”, escribió en su cuenta de Twitter Mesa.

Trayectoria

Nacida en La Paz el 30 de noviembre de 1926, Teresa Gisbert tuvo una carrera que siempre se destacó. Fue una de las primeras mujeres en cursar la carrera de Arquitectura en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), de donde se graduó en 1950. “Cuando en 1952 Teresa Gisbert Carbonell se tituló como arquitecta, no tenía, paradójicamente, el derecho a votar. En ese entonces todavía no había entrado en vigencia el voto universal”, señala la periodista Fátima Molina en su libro 100 personajes al desnudo (1997).

“Yo no me considero una pionera. Empecé estudiando ingeniería porque era obligatorio para tomar una carrera. Eso sí, me sentía un poco rara porque no había muchas mujeres en mi facultad”, recordaba Gisbert en una entrevista, a propósito del Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanas en la categoría Trayectoria Intelectual, que recibió en 2011. “Mi marido, que era mi compañero de curso, me convenció para tomar arquitectura. Más tarde, fue en España que nos interesamos por esta cosa del arte”, agregó en esa misma entrevista.

Solo cinco años después  fue incorporada como académica de número en la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia, siendo la primera mujer en ser incluida en la misma. Sin mencionar a todos los ‘discípulos’ que tuvo en sus clases en la propia UMSA, que la vio nacer a la vida académica. Entre sus alumnos se pueden mencionar a Fernando Cajías, Pedro Querejazu, Carlos Villagómez, Silvia Arce y Norma Campos.

“Es una pena profunda que tenemos en la cultura con su partida. Para mí ella ha sido mi maestra, ha sido una orientadora en la carrera que tengo, desde muy joven he trabajado con ella en muchos proyectos, con ella y con don José Mesa”, comentó a EL DEBER la gestora cultural Norma Campos.

“Doña Teresa era una maestra en todos los sentidos de la palabra. Tenía un conocimiento absoluto de la cultura y del patrimonio. Con don José hicieron un relevamiento de todas las que fueron las iglesias coloniales de Bolivia, descubrieron patrimonios en todas las áreas rurales del país. Ambos publicaron libros que son referentes en toda América Latina”, agregó Campos.

El ‘Don José’ al que se hace referencia aquí es José Mesa, esposo de Teresa durante toda una vida y quien falleció en 2010.

Trayectoria

Uno de los aportes más significantes de las investigaciones de Gisbert fue el de sus estudios del estilo barroco andino. Según la investigadora, el estilo barroco llegó de España hacia 1630, con una arquitectura “mucho más libre” en comparación con el estilo renacentista anterior; sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, alrededor de 1690, el estilo comenzó a adquirir formas propias e incorporar imágenes con alto contenido indígena, en el que se incorporan esculturas y talladuras de símbolos como el sol y la luna, el mono y sirenas (mujeres pisciformes), que rompen la tradicional simbología católica cristiana de la época.

Según Gisbert, el barroco andino permaneció desde más o menos 1690 hasta casi la independencia de la República (1825).

Sus libros sobre historia, arte y textiles andinos son un referente de la investigación boliviana y latinoamericana, algunos de ellos son El Paraíso de los pájaros parlantes, Literatura virreinal en Bolivia, Iconografía y mitos indígenas en el arte, La imagen del otro en la cultura andina, Arte textil y mundo andino (en colaboración con Martha Cajías y Silvia Arce); y también Historia de la pintura Cuzqueña, con su esposo.

Recibió también importantes premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Cultura, en 1995, y la prestigiosa beca Guggenheim, en dos ocasiones, con las que realizó investigaciones sobre arte virreinal.

Además, fue directora del Museo Nacional de Arte de La Paz y directora del Instituto Boliviano de Cultura.

Etapa final

“A mi edad, yo solo creo en Dios, ¿no?”, decía Teresa Gisbert en una entrevista concedida en Lima (Perú) en 2005. La arquitecta también mencionaba que ya había hecho lo que pudo, bien o mal. “Lo hice lo mejor que pude, si me equivoqué, es porque todos nos equivocamos, pero estoy bien contenta con la suerte que me ha tocado”.

Y aunque eso parecía una despedida del trabajo que siempre realizaba, Gisbert todavía publicaría un trabajo más en 2012, el mismo que llevó más de 40 años de labor con su esposo, quien fallecería en 2010. Los tres tomos de la Historia del arte en Bolivia fueron un verdadero epílogo a un incansable esfuerzo por conocer el pasado cultural de nuestro país.

Y a pesar de todos los años de dedicación, Gisbert siempre reconoció el esfuerzo de todos los que la rodeaban. “Yo tenía un amigo que decía que todo el que sube, sube sobre el hombro de los demás. Yo he subido sobre los hombros de los demás, porque si mi hermana no se hubiera quedado con mis hijos, más de un año que he tenido la beca Guggenheim, yo no hubiera tenido la libertad de trabajo que he tenido. Si no hubiera tenido a mi marido que me jalaba, si no hubiera tenido a mi cuñado que cuando nosotros empezábamos, estudiantes, no teníamos un peso, él ponía la cámara fotográfica, ponía el auto y todo… no hubiera logrado nada… No hubiera logrado ver a Bolivia como la veo ahora”, señaló Gisbert en 2011, en una entrevista para el periódico digital PIEB.

Carlos Mesa: “que la recuerden como la mujer valiosa que fue”

Con mi mamá siempre se mezclaban los temas personales, familiares, íntimos, el amor de madre con la relación intelectual. Yo tengo intensos recuerdos de mis conversaciones intelectuales con mi mamá y la posibilidad de aprender de ella y de mi padre. Fue una mujer cariñosa y una extraordinaria abuela, mis hijos y mis sobrinos le tienen un cariño total porque,  junto con mi papá, les dedicaron muchas horas.

A mí me gustaría que la recuerden como la mujer valiosa que fue y  que ha tenido Bolivia, desde el punto de vista del pensamiento y de la creación intelectual, que la recuerden como una de las más importantes teóricas del desentrañamiento del mundo andino y como una mujer absolutamente fuera de serie. No es exagerado, mi madre nació en 1926 y vivió como una mujer libre, creadora e independiente en su pensamiento; una actitud que tuvo desde que era muy joven.

Una de las cosas que ella siempre le dijo a mi papá fue: "Yo no me llamo Teresa Gisbert de Mesa, yo soy Teresa Gisbert, ese es mi nombre y así voy a firmar siempre”  y los libros que escribieron juntos firmaban José de Mesa y Teresa Gisbert. Era esa su forma de ver las cosas, de manera independiente y eso en los años 50 no era tan fácil como lo es hoy.