En la Casa Melchor Pinto se exhiben obras desconocidas del artista orureño. Fueron encontradas en Buenos Aires y ni sus familiares sabían de su existencia 

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1 de enero de 2018, 4:00 AM
1 de enero de 2018, 4:00 AM

La periodista Marie France Perrin Ballivián  buscaba en  Buenos Aires un cuadro de su madre (la prestigiosa artista plástica María Esther Ballivián), que le  dijeron se encontraba en esa ciudad. Mientras  hacía las pesquisas  entre las galerías de arte antiguo  se encontró con un pequeño tesoro. Un portafolio con 40 acuarelas desconocidas del desaparecido artista orureño Raúl Lara.


  Un tesoro que ni los familiares de Lara conocían, que en estos días se puede apreciar en la Casa Melchor Pinto  y que desvelan detalles de la época de estudiante del artista, que demuestran su calidad y deja ver ciertos rasgos del estilo que serán característicos de su trabajo muchos años después.


  “Me gustaron las acuarelas y le hablé a mi amiga, la curadora  Cecilia Bayá, para ver si se animaba a que la compremos juntas, porque no las vendían por separado. Entonces unimos esfuerzos y las compramos  y es así como las trajimos de vuelta a Bolivia”, cuenta  Perrin. 
“Son obras muy importantes porque es la etapa en la que Raúl  estaba estudiando y formándose como artista en Argentina.  Si bien las obras no están fechadas, por el estilo, la temática y las características de los cuadros puedo decir que pertenecen a esa época, la de los años 60”, comenta Bayá, que  es autora del libro Raúl Lara, obra y  vida, en el que trabajó durante dos años investigando sus datos biográficos y su labor artística. 


Las temáticas que el pintor aborda en esos cuadros son retratos, especialmente de niños, algunas escenas urbanas  e imágenes de caballos. 


 Si bien pertenecen a  su  etapa de estudiante, no hay que olvidar   que él  pintaba y dibujaba desde los siete años, porque fue alumno de  su hermano mayor, Gustavo,  y desde esa edad  ya mostraba  su talento “Una sola clase de acuarela de Gustavo y algunas de dibujo, más el regalo del libro novelado de Irving Stone sobre la vida de Vincent Van Gogh, en las minas de carbón del Borinage en Bélgica y la analogía de las mismas con las minas de estaño en Bolivia vivenciados por Raúl, bastaron para armar y dar forma al mundo ‘imaginante’ en los inicios del pintor”, cuenta Bayá en una reseña biográfica. 


A los 14 años su tía María Peñarrieta le insiste para que muestre sus obras en  la Biblioteca Popular de Jujuy, en las que presenta  acuarelas, témperas, óleos y dibujos, que llamaron la atención del  escritor y poeta Domingo Zerpa, que le insiste en que prosiga estudios en Buenos Aires, a lo que accede y de este modo llega a la capital argentina, donde permanecerá  por más de 20 años. 

Artista indispensable 
La muestra que se inauguró en la primera quincena de diciembre estará abierta al público hasta el 15 de enero en el espacio cultural de la calle Sucre número 50, pero  ya se han vendido la mitad de las obras y algunas de ellas ya fueron retiradas por sus nuevos dueños.

 Sin embargo las que aún se pueden apreciar permiten conocer las inquietudes y los intereses de uno de los artistas más importantes del país del siglo XX. “Raúl nos ha dejado etapas muy ricas, no solo pictóricamente, sino también temáticamente. Él es hito en el arte nacional y latinoamericano. Yo sigo diciendo que los artistas si son buenos, no mueren, porque siguen viviendo en sus obras y este es el caso”, afirma Bayá.