Es presidente de la Cámara Agropecuaria de Pequeños Productores del Oriente (Cappo). Cree que a las cabezas ministeriales del sector les falta oír a los verdaderos productores, no a los que dicen representar a organizaciones y que no saben ni sembrar

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19 de agosto de 2018, 14:00 PM
19 de agosto de 2018, 14:00 PM

No nació en cuna de oro. La pobreza lacerante en el Altiplano lo hizo desertar, a los 12 años, de su natal Jarketayoj del municipio Icla, de la provincia Jaime Zudáñez de Chuquisaca. A esa edad, a Isidoro Barrientos (43) la ‘escuela de la vida’ le enseñó a ser fuerte y tomar decisiones, una de ellas, aclara, la más importante, incursionar en Santa Cruz para forjar su futuro familiar y económico. En esta tierra encaró los oficios que todo hombre de campo desarrolla en actividades agrícolas y su nombre tomó notoriedad cuando asumió el liderazgo de la organización productiva que acoge a los pequeños productores del oriente (Cappo). Esa ansia de ‘comerse al mundo’, hoy lo tiene ocupado en otro sueño. Ser profesional. Cursa el segundo semestre de la carrera Ciencias Agrícolas en la Universidad Cristiana de Bolivia (Ucebol).

 ¿Cuál es el pasado y el presente de Isidoro Barrientos?

Nací en Chuquisaca en la provincia Jaime Zudáñez, cantón Icla. Por motivo de la aguda pobreza en el Altiplano, me vine a los 12 años a Santa Cruz y me afinqué, hasta hoy, en el municipio de Cuatro Cañadas. En mi infancia apenas llegué a estudiar hasta segundo básico y la ‘escuela de la vida’ -sufrimiento, crisis, trabajo y distanciamiento familiar- me sirvieron, como base, para formar mi trayectoria actual. Después de la separación de mi pareja “soy padre y madre” para mis tres hijas mujeres. Trabajé como jornalero, peón, ‘chafrero’, coseché algodón y arroz, fui albañil, ayudante de camión, gomero, ladrillero y copero. Empecé con una media hectárea de frejol, cosechando a pulso, y así cayendo y endeudándome salí adelante. Un año, una sequía me endeudó hasta el cuello y perdí todo, incluida mi casa. Con otra cosecha me recuperé y hoy tengo una parcela y unas ‘cabecitas’ de ganado vacuno.

 ¿Cómo llega al cargo, quién lo elige y a quién representa?

Pertenecía a una organización que producía frejol (Asoprof) y cuyo fin era alcanzar grandes volúmenes para negociar mejores precios. Después hicimos un grupo pequeño, de entre 40 y 50 personas, para producir sésamo, pero no alcanzamos los objetivos porque antes el pequeño productor era marginado y discriminado en precios y acceso a mercados. Entre 2001 y 2002 los bancos cobraban intereses que duplicaban y triplicaban el capital, nos organizamos y creamos un comité con pequeños prestatarios para defendernos y fue en este contexto que me eligieron en Cuatro Cañadas para que los defienda. Más adelante, en una elección, esta vez como representante de San Julián, fui elegido con 900 votos líder de la Cappo. Hoy somos parte orgánica del instrumento político -MAS- como organización que representamos la parte económica y productiva.

 ¿Es amigo o aliado político del presidente Evo Morales?

Sigo una línea política de izquierda y soy parte del instrumento político por la soberanía de los pueblos. Evo es un amigo y un hermano del movimiento campesino indígena. Siempre está dispuesto a escuchar la problemática sectorial.

 ¿Cuáles son las amenazas para el pequeño productor?

La evolución vertiginosa del cambio climático, que no se puede frenar, y que cada vez castiga con mayor intensidad es la mayor amenaza. Las plagas en los cultivos, por la falta de acceso a nuevos eventos tecnológicos en material genético, es otra. El desconocimiento en asistencia técnica, capacitación y manejo de suelos y de cultivos es la tercera amenaza. Tenemos normas, decretos y leyes que no están funcionando y que lejos de incentivar están perjudicando a los productores pequeños, medianos y grandes.

La falta de material genético en el momento de la siembra también reduce el potencial productivo sectorial. La iliquidez para acceder a semillas en su debido momento resta competitividad a los 90.600 pequeños productores de monocultivos y de hortalizas y verduras. El año pasado relevamos información en campo y la conclusión a la que llegamos es que más de un 50% de los pequeños productores garantizan la seguridad alimentaria porque no exportan ni industrializan.

 Los sectores productivos hablan de una excesiva regulación, ¿ustedes también perciben que están ahogados?

La asfixia es general a todos los actores del sistema productivo cruceño. No se de dónde los ministerios del área productiva sacan un montón de normas que más bien desincentivan y estancan el crecimiento sectorial. Así, por ejemplo, vetan la exportación de granos justo cuando estamos al filo de la cosecha y automáticamente caen los precios y tenemos que vender nuestra producción, en el mercado interno, a precio de ‘gallina muerta’. Las regulaciones, las normativas y la burocracia vigentes en el país están ahogando al productor mediano y grande y ‘aplastando’ al pequeño. Otro ejemplo es el trigo. El precio pagado en el ciclo de cosecha de invierno -$us 300 la tonelada- y los bajos ingresos recibidos por la disminución de rendimientos por la sequía no alcanzará ni siquiera para pagar las deudas. Andamos de fracaso en fracaso y los pocos ingresos que recibimos de nuestro trabajo apenas alcanza para “empatar el pago de insumos, honrar las deudas y dar de comer a la familia”. El contrabando de maíz y de arroz también desequilibra los precios.

 ¿Se habla de un estancamiento del crecimiento de la frontera agrícola y de la economía productiva cruceña. ¿Son trabas técnicas, tecnológicas o políticas las que condicionan el ansiado despegue del agro?

Las decisiones políticas están comprometiendo el desarrollo agrícola cruceño. Entre todos los actores económicos productivos públicos y privados hay que discutir a fondo la problemática sectorial y definir de forma urgente un plan para reactivar el modelo productivo y económico cruceño. Somos el centro productivo que aporta más del 70% de los alimentos que consumen los bolivianos. La tecnificación en el agro es otro tema que limita al sector. En este ámbito Bolivia está rezagada y cada vez somos menos competitivos comparados con Argentina, Brasil y Paraguay, que nos sacan amplia ventaja. Casado a la parte tecnológica hay que trabajar en el campo científico para adaptar el material genético a las diferentes zonas productivas y así conseguir mayor rendimiento de granos por hectárea.

 Usted habla de definir nuevas estrategias para reactivar el modelo productivo cruceño, ¿cree que está en crisis?

Ya quedó desfasado. Hay que idear un nuevo modelo con la participación de los tres estamentos públicos -Gobierno, gobernaciones y municipios-, los empresarios agropecuarios privados y los pequeños productores. Hay que definir, en consenso, un plan y la hoja de ruta a seguir porque, repito, Santa Cruz es el sostén productivo del país. Hay que hacer una reingeniería del modelo a partir del conocimiento técnico y administrativo del sector privado.

 ¿Falta apoyo estatal para el pequeño productor? ¿De qué forma debería llegar la ayuda?

Lo que denota es que el Gobierno ha lanzado un ‘montón’ de programas, vía los ministerios del área productiva, que si bien tienen un alcance nacional vemos en Santa Cruz que no tienen trascendencia como ocurre en el Altiplano. Creo que a las cabezas de los ministerios les hace falta escuchar a los verdaderos productores, no a los que dicen representar a organizaciones y no saben ni sembrar. Debe generarse un debate técnico, económico y productivo con los que conocen el campo para escuchar sus necesidades y encontrar soluciones. Hay mucha injerencia política en las decisiones productivas.

En el aula. Es el más adulto de la clase, pero ello no lo desanima a formarse

 Puede advertirse un nivel de coordinación entre el Gobierno y los pequeños productores del occidente más expedito, ¿ustedes sienten recelo o ven cierta discriminación?

Veo mayor orientación de apoyo en el Altiplano. En Santa Cruz hay sentimientos encontrados porque muchos compañeros que radicamos en esta región y le entienden a la parte productiva se sienten marginados. En el oriente cruceño está el potencial para diversificar las fuentes de ingresos del país y no depender de los recursos no renovables -gas y mineral- que más temprano que tarde se acabarán. Hay que generar condiciones y agilizar el uso de tecnología de avanzada para que el sector agropecuario sea el motor de la economía nacional.

 ¿La Ley de Servicios Financieros llegó al pequeño productor? ¿les dan créditos?

Hace cuatro años como Cappo pedimos le regulación de las tasas de interés en los créditos. Las normativas existen y en sus alcances incluyen al sector productivo, pero los pequeños agricultores tienen trabas en los requisitos. La tierra en este sector es inembargable, no puede hipotecarse ni ser tomada como garantía. Además, hay muchos compañeros que han reprogramado tres veces continuas sus créditos y no podrán refinanciar porque la norma lo prohíbe. Hay compañeros castigados con demandas, remates y anotaciones preventivas de sus bienes. Los rendimientos en la cosecha de granos del ciclo de invierno fueron bajos, lo que hace predecir “días negros” para el pequeño productor, que hoy por hoy trabaja para pagar deudas.

 ¿La biotecnología es la solución tecnológica que requiere el agricultor para salir de esa pobreza productiva?

Creo que no es algo mágico, pero entiendo que es una herramienta de trabajo que puede reducir los costos de producción de los pequeños, medianos y grandes productores en lo relativo a compra de agroquímicos para combatir malezas y enfermedades y devolver la eficiencia productiva a los sembradíos. Hoy es una necesidad urgentísima para abaratar los costos, dar mayor sanidad a los cultivos y alcanzar mayor productividad en el campo. Si en el occidente hay resistencia al uso, respetamos esa decisión. Una salida salomónica sería sectorizar y zonificar su uso. Nosotros como sector vamos a seguir ‘chillando’ porque no hay otra alternativa.

Amistad. El cargo de dirigente lo acerca más a la comunidad universitaria

PERFIL

Entre 2015 y 2016 aceleró el proceso de formación escolar saliendo bachiller en humanidades de la Corporación Integral de Formación Alternativa (CIFA). Entre otras anécdotas, Barrientos reveló que hace dos años, él y su hija mayor (18), coincidentemente, se graduaron de bachiller. Otra casualidad es que en la presente gestión ambos consiguieron ingresar a la universidad. Ella estudia Gastronomía en la UDI.