Industria. El presidente del directorio del Ingenio Azucarero Guabirá S.A. destaca que su amplia estructura societaria ha permitido innovar y consolidar su liderazgo nacional

El Deber logo
15 de septiembre de 2019, 4:00 AM
15 de septiembre de 2019, 4:00 AM

El Ingenio Azucarero Guabirá S.A. tiene las particularidades de no ser dueño de la caña que procesa y de tener una masa societaria democratizada, pues ninguno de sus 1.676 accionistas posee más del 2% de las acciones. “No hay competencia entre la industria y el cañero”, señala Mariano Aguilera, presidente del directorio de la sociedad. “Hay condiciones que no se han querido cambiar por el bien de miles de familias”.

Aún con esa estructura, algo pesada en apariencia, Guabirá se ha consolidado como el mayor ingenio de Bolivia y su dinamismo se mantiene latente.

Aguilera recuerda que la producción de caña apenas llegaba a 35 toneladas por hectárea hace algunos años, cantidad que empalidece frente a las 56 toneladas que hoy se producen. “Guabirá trazó un plan estratégico con tecnología de punta. Accionistas y productores podemos asegurar que estamos trabajando todo a través de satélite y de drones. Hay tecnología moderna, aunque no ha sido fácil cambiar el chip”, dice.

Se refiere al trabajo de convencimiento que acompaña toda innovación. “Pareciera que tenemos una estructura complicada, pero se trata de gente humilde, gente de trabajo, y tenemos la cancha bien marcada entre lo que es industria, producción de caña y trabajadores. Hemos construido una simbiosis entre todos, donde la torta es repartida de forma ecuánime”.

Guabirá ya lleva 26 años bajo esta modalidad societaria, tiempo en el cual ha experimentado un crecimiento sin pausa. Incluso en momentos difíciles como el actual –signados por precios deprimidos y sobreoferta– la empresa no pierde su espíritu de esperanza. “Confiamos en que el próximo año será mejor; debemos coincidir con las demás industrias en la necesidad de exportar, porque el mercado interno no puede consumir más”, enfatiza Aguilera.

La producción de etanol ha requerido de importantes inversiones en los diferentes sectores que giran en torno de Guabirá. Aguilera informa de que se ha invertido cerca de 20 millones de dólares en la compra de unas 3.000 hectáreas de tierra, que están siendo sembradas por pequeños productores, cooperativas y otros. Por su lado, la empresa ha invertido 17 millones de dólares en una deshidratadora de última generación, con capacidad para producir más de un millón de litros de etanol.

Aguilera sostiene que los retos que encara la industria requieren que los sectores industrial y cañero trabajen de forma coordinada y que la industria tenga buenas relaciones en los ámbitos municipal, departamental y nacional”.

Los programas de Responsabilidad Social Empresarial de Guabirá potencian aún más el impacto positivo que esta industria tiene en las comunidades del norte cruceño. Mariano pone como ejemplo la otorgación de becas universitarias, el mantenimiento de una escuela para 700 alumnos, el apoyo al club Guabirá y la provisión de seguros médicos y de asistencia social para que trabajadores, zafreros y gente del campo tengan mejores condiciones de vida.

Una vida dedicada al campo

A Mariano Aguilera le tocó saltar al ruedo de la agropecuaria a los 13 años de edad y en circunstancias adversas. Su padre, un productor cañero, había fallecido unos años antes, desgracia que obligó a él, sus hermanos y su madre a apuntalar la economía familiar.

“Muchos problemas golpeaban a la familia cuando nos hicimos cargo: teníamos El Naranjal a punto de ser embargado y nos iniciamos en la primera etapa de la soya, cuando se la cosechaba y se la despicaba con palo. Con mi hermano menor estudiábamos de día, pero (en Muyurina) nos permitían salir a las 6 de la tarde para ir a trabajar hasta las 11 de la noche. No podíamos pagar tractoristas, teníamos que hacer el trabajo agrícola de manera personal”, recuerda Mariano.

El esfuerzo y la capacidad de experimentar y asumir riesgos rendirían sus frutos. “Fuimos levantándonos poco a poco”, dice. Tras esa adolescencia fogueada en el trabajo, Aguilera alcanzaría la mayoría de edad convirtiéndose en presidente de una cooperativa que llegaría a ser la más grande del norte en producción de caña y una de las principales accionistas del Ingenio Guabirá.

Ahora se puede mirar atrás y apreciar el trabajo pionero de las personas que lo antecedieron y de las nuevas que se han ido sumando. “Me siento satisfecho de haber participado de las grandes transformaciones y de haber trabajado con los de la época de mi padre, y hoy, con los hijos de nuestros amigos. Cuatro o cinco generaciones hemos estado en lo mismo: sembrando caña”, finaliza.