Entrevista. El CEO de Mamut señaló que el dinero es el cuarto paso que debe considerar un emprendedor. Su idea de trabajar con residuos le ha valido distintos reconocimientos y una facturación de $us 2 millones

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22 de enero de 2019, 4:00 AM
22 de enero de 2019, 4:00 AM

Empezó su recorrido hace menos de una década en una cocina en su natal Cochabamba. La visión de Manuel Laredo (36) y su inquietud por generar impacto a través de un proyecto sostenible junto a un compañero y su hermano lo llevaron a buscar una solución que recayó sobre la utilización de los residuos de las llantas en desuso. Así nació una idea, sin ningún capital base, que tras presentarse a un concurso ganó un premio de $us 4.000 y fue el puntal para la aparición de su ‘hija’ Mamut, una empresa que fabrica pisos ecológicos, que aspira cerrar el año fiscal con ventas de $us 2 millones y que ha escalado para marchar rumbo a la internacionalización.

—¿Cómo nace el enfoque que les da la pauta para girar hacia la innovación urbana y articular lo que hoy es Mamut?

Después de estudiar y tener experiencia en el extranjero con proyectos de innovación de base tecnológica enfocados en sostenibilidad nos dimos cuenta de que podríamos generar una iniciativa industrial que mejore la calidad de vida de los bolivianos. Hicimos un estudio en función del impacto, rentabilidad e inversión. No teníamos ni un centavo. Notamos que había más de 30 millones de llantas que ya no servían en Bolivia y visualizamos el potencial para fabricar baldosas de caucho de neumático.

En 2013 ganamos el concurso Innova Bolivia de la Fundación Maya. El premio fue un capital semilla de $us 4.000. Así convertimos un proyecto técnico en una empresa, que es Mamut. Este incentivo fue importante, ya que accedimos a un ‘venture capital’ por medio del Banco BISA ($us 50.000). Ha habido innovaciones en el producto y la forma de hacer las cosas, pero la esencia de esto es que fuimos creativos para resolver problemas y crear valor a través de la disrupción.

—¿De qué manera trabaja la empresa? ¿Cómo nutre su planta y cuál es su capacidad?

Nos enfocamos en trabajar bajo el concepto de economía circular no tradicional. Nuestra materia prima son residuos de los residuos, es decir, nos nutrimos de la basura de los recicladores de llantas, no de llantas en sí. De ahí emerge la cadena de valor de los pisos de Mamut. Empezamos en una cocina y llegamos a fabricar 27.000 m2 al año. Ahora estrenamos una planta sostenible que da lugar a 120.000 m2 a partir de 500 toneladas de caucho reciclado.

—¿Hacia qué sectores apuntan y qué nichos han visualizado para insertar su negocio?

Nos enfocamos en el sector público y privado, específicamente apuntamos a la industria y a la construcción. Tenemos la experiencia de participar en más de 140 parques infantiles a escala nacional y espacios eco-recreativos, así como pistas de atletismo. Nos dedicamos a potenciar las ciudades de manera sostenible a través de la innovación urbana. Lo positivo es que esta visión está siendo compartida por otras instituciones, ya que hay una cadena virtuosa de valor que nace a partir de estos espacios.

—¿Cuál ha sido el desempeño de la empresa en el último año?

En la anterior gestión vendimos $us 750.000 y hasta finales de marzo –cierre del año fiscal– pretendemos llegar a los $us 2 millones. Cuando empezamos no había mercado y hemos creado esto a partir de un esfuerzo que nos permitió ser catalogados como iniciativa sostenible de alto impacto por la ONU, ya que no solo se preocupa por la parte medioambiental, sino también la social. En total tenemos ocho premios, seis de ellos internacionales, por ser una empresa enfocada en el impacto y el bienestar. Mejoramos la calidad de vida de 500.000 personas en el país.

—Entonces, ¿podemos decir que el negocio de los residuos es rentable?

Claro que es rentable. Todos los negocios de manejo de residuos lo son; dejarían de serlo si se manejaran igual en todos los países. Las metodologías de afuera no son para nuestra escala. Nuestro valor es que tenemos un problema propio y hemos buscado soluciones adaptando la tecnología a nuestra realidad. La idea de ver el residuo como un recurso no es nueva. Ha habido un cambio de paradigma, nos decían que estábamos locos por hacer pisos de basura y querer exportarlos. Nuestra planta no tiene nada que envidiar a otras. Tenemos la capacidad de generar tecnología y productos de calidad que compitan en mercados globales.

—¿Eso significa que hay planes de exportación?

Enfocado en el tema de la productividad nos hemos preparado para llegar a otros países. Notamos que el 40% de las visitas a nuestra web vienen del extranjero. En febrero iniciamos la operación en Paraguay. Por ahora no nos interesa otro negocio, ya que nos preocupamos por escalar Mamut, ahora el foco está en la internacionalización y ya estamos trabajando para ingresar a África.

—¿Cuál es la clave para que una startup se abra paso en el ecosistema empresarial de Bolivia?

Queremos establecer que en Bolivia se puede hacer una startup industrial en un contexto con factores pocos desarrollados. En otros países reciben ayuda para su plan de escalamiento, nosotros demostramos que si no lo hay, se lo puede crear. Si en algún punto no hay un actor, nosotros lo creamos. Resumamos que nadie te da dinero si no haces nada. El dinero fue el cuarto paso en este recorrido. Si hay un buen proyecto, el dinero siempre viene. Es una pena quienes piensan que con una startup no se pueda ser global. Si bien hemos sido la startup de mayor expansión, eso no significa que seamos la única.

Perfil

Nacido en Cochabamba. Ingeniero Industrial con una maestría en Polimeros y BioPolimeros. Investigador y conferencista, así como proyecto multiplicador del programa GCL de Georgetown University. Es CEO y fundador de la startup industrial Mamut, que convierte el reciclado de goma de llanta en pisos amortiguantes.