Horizonte. Según especialistas, empezar un negocio no es una característica exclusiva de los millennials, pero sí se comparten aspectos como la motivación y perspectivas

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18 de septiembre de 2018, 4:00 AM
18 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Buscar nuevas aristas en la vida profesional después de los 40 años no es nuevo, pese a que las tendencias perfilan al prototipo de emprendedor del siglo XXI como un millennial, existen historias como la de Harland David Sanders, que a los 60 años aprovechó la fama de su pollo frito y expandió su negocio a través de franquicias bajo el nombre de Kentucky Fried Chicken, que hoy cuenta con cerca de 20.000 restaurantes en 123 países; entre ellos Bolivia.

Sanders ya tenía consigo un valor fundamental: la experiencia, que por lo general es un parámetro que engloba criterios, metodologías de trabajo y, por lo general, cierta estabilidad financiera, según el punto de vista del director de la Fundación Trabajo Empresa, René Salomón.

El ejecutivo asegura que cada profesional o emprendedor es un ecosistema distinto y toma la iniciativa de emprender en un campo que ya conoce y le permite tomar mejores decisiones que se apoyan en la noción de negocios que proyectan a futuro. Además, señala que quienes tomen esta iniciativa deben tener un horizonte claro para generar una idea y visualizar en cuánto tiempo consolidarla como emprendimiento.

De acuerdo con el consultor empresarial Pedro Cabrera, a la experiencia se deben sumar otros aspectos. El primero es la motivación. “La mayoría tiene un motivo para convertirse en emprendedor (por ejemplo haber sido despedido de su trabajo), pero no la motivación. Eso es lo que diferencia a un emprendedor exitoso”, puntualiza.

Cabrera asegura que el emprendedor muestra una disconformidad por el trabajo del modelo actual del sector en el que pretenden operar, ya que quieren crear algo y trascender.

“Esa motivación se descubre cuando eso en lo que se quiere emprender te apasiona y hablas de eso y piensas en eso todo el tiempo”, expone, a tiempo de expresar que una formación básica, y con sentido común, en contabilidad y marketing, también son esenciales.