Un recorrido por su carrera dirigencial, desde sus inicios en Blooming hasta los duros partidos (como el Boca-River de 2015) que le tocó comandar. Róger Bello, directo y sin tapujos dialogó con DIEZ.

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1 de octubre de 2018, 13:43 PM
1 de octubre de 2018, 13:43 PM

Se ha convertido en el comisario (veedor) más importante del continente. Y no es de recién, sino desde hace rato. Ya resulta casi habitual ver al boliviano Róger Bello teniendo bajo su cargo los partidos más difíciles de la Copa Libertadores o la Sudamericana. Pero también ha estado en duelos decisivos de Copa América y de eliminatorias. ¿Cómo ha llegado hasta ahí? El arquitecto cuenta algunos detalles, pero también, habla de sus desafíos.

¿Desde su óptica, ¿cómo está la CSF tras el sacudón de 2015?

El cambio fue a nivel mundial en muchas confederaciones y en la Conmebol también, hubo un giro en el tema de la imagen de cómo mostrar al fútbol sudamericano y obviamente que existe mejoría en lo administrativo, en lo deportivo, donde se ha insertado el sistema Comet. Ahora todos los partidos se manejan en línea desde nuestra llegada a los partidos previos, en el tema de alineaciones, informes, tanto de los delegados como de los árbitros. Esto permite que tengamos la noticia más real de lo que puede salir. El objetivo es que se pueda implementar en todas las asociaciones para sus respectivos campeonatos y que la gente que es fanática o está inmersa en el fútbol, pueda tener datos a mano.

¿Qué imagen se tiene hoy de Bolivia?

En Sudamérica casi todos los países hemos adquirido el mismo nivel. Antes teníamos la visión como que éramos un país de mitad para abajo porque siempre se vio a Argentina, Brasil y Uruguay como los referentes. Hoy también están Chile y Colombia, pero el avance en lo que se refiere a modernización -si queremos llamarlo así- en lo administrativo, futbolístico y técnico que maneja la Conmebol, se ha conseguido que la dirigencia sudamericana avance conjunta.

¿Cómo nace la idea de ser comisario de fútbol?

En 2003 y gracias a una invitación de Wálter Castedo, entonces presidente de la FBF, incursioné de comisario o delegado de forma más formal en el Sudamericano femenino sub 17 en Venezuela. Estuve 14 días y de verdad que fue una experiencia buena. A partir de ahí he tenido la suerte de ser convocado, haciendo cursos de actualización para partidos de eliminatorias. Hice las de Sudáfrica (2010), Brasil (2014) y Rusia (2018); he conseguido tener cerca de 40 partidos y eso hace que uno vaya adquiriendo el manejo o la experiencia para cuando nos tocan partidos de la Libertadores o la Sudamericana. He tenido campeonatos sudamericanos sub 17 y 20, tengo seis finales de Libertadores y Sudamericana y así, han ido sumando los partidos. La verdad, me siento un privilegiado.

¿Tuvo espejos?

He aprendido mucho de dirigentes como don Hildo Néjar, delegado por Brasil que ya no está más en actividad y también del paraguayo Mario Campos, que ha vuelto. De ellos y de mucha otra gente como Francisco Figueredo que ya no está más con nosotros (falleció hace dos meses); esto es con gente de la que uno va aprendiendo y adquiriendo experiencia, partido a partido, y como dicen, tuve la ‘suerte’ o la ‘mala suerte’ de estar en partidos en los que tuve que utilizar toda mi experiencia para sacarlos a flote.

¿Como el Boca-River con el gas pimienta del ‘Panadero?

Por ejemplo. Boca-River en mayo de 2015. Ese partido ya venía con el antecedente de que River había ganado en Núñez por 1-0 en un choque con mucha fricción, mucha boca, peleas y desafíos para la revancha en la Bombonera. En el primer tiempo y en menos de diez minutos, hay dos tarjetas amarillas para los jugadores de Boca, pero con el 0-0 nos vamos a los camarines. En ese partido debutaba internacionalmente el árbitro Darío Herrera y desarrollaba una buena actuación. Pero en el segundo, apareció un inadaptado, al que llamaban ‘Panadero’; rompió la manga por donde salía River Plate y echó gas pimienta consiguiendo dañar la vista de al menos seis jugadores. Ellos cayeron en la cancha, los auxiliamos, pero en pleno afán y con mucho desespero, se colocaron agua que los empeoró. Fueron transcurriendo los minutos mientras iba coordinando todo con un jefe policial que me ayudó bastante, muy capaz, con experiencia en este tipo de eventos públicos.

¿Qué pasó luego?

Llegamos a pasar los 40 minutos que es el lapso que tenemos que esperar para tomar una decisión. Decidimos jugar con los tiempos, esperamos a que la gente se retire de ambas tribunas porque habíanniños. Esa gente fue la primera en salir de un estadio con capacidad para 43.000 espectadores y que acabó con 12.000 en poco tiempo. Luego pasó la hora y media hasta que se tomó la decisión –conjuntamente con el árbitro Herrera-, de que el partido tenía que ser suspendido porque realmente no habían las condiciones para continuar porque los jugadores estaban muy dañados.

¿Fue lo más duro que le tocó vivir?

Fue uno de los partidos. Otro se dio durante la Copa América Centenario en 2016 en Estados Unidos. Chile y Colombia se enfrentaban en Chicago y me tocó hacer de delegado adjunto. Tuvimos una llegada de tormenta de la que nos habían avisado. Teníamos que tomar las previsiones antes de informar a los jugadores para no causarles nerviosismo ni impaciencia. Estuvimos parados como 40 minutos en el entretiempo, aunque sabíamos que lo podíamos retomar. En cierto momento, llamamos a la gente a que se vaya debajo de las graderías. Eran 42.000 personas aunque el estadio contaba con todas las comodidades. Es más, tenían hasta una sala de meteorología donde podíamos ver en qué posición estaba la tormenta y las descargas eléctricas. Se lo sacó adelante.

¿Y en Río de Janeiro con el Botafogo-Cerro Porteño?

Fue a raíz del festejo de uno de los jugadores de Botafogo. Reaccionaron los de Cerro y se armó una campal, brincó todo el mundo, jugadores y técnicos.

¿Qué hace el comisario en esos casos?

Está para informar, para verificar, para proteger a ambos equipos, aunque hay momentos en que no se puede controlar todo porque son reacciones y las reacciones en el fútbol son difíciles de tratar. Evidentemente lo de Botafogo-Cerro nos tomó de sorpresa porque se dio después del festejo de un gol. Con la Policía conseguimos separar a los jugadores, se acabó el partido y hubieron muchos expulsados. Lo que me toca, es el informe, con todo anotado, con lo de los asistentes, con lo del árbitro central, un informe final que va al Tribunal de Justicia Disciplinaria cuyas acciones fueron duras para ambos equipos.

¿Se topó alguna vez con disconformidad plena de jugadores o clubes?

Más al contrario, la gente trata de acercarse a nivel dirigencial para que los informes no sean tan duros. Pero nosotros tenemos que ser firmes en ese momento porque para que uno esté bien y no se sienta ni protegido ni discriminado, siempre hay que cumplir la norma. Si nosotros seguimos al pie de la letra todos los estatutos, nadie se sentirá perjudicado. Ese es el éxito, de que la dirigencia en todo ámbito, ya sea en el torneo nacional, local o de barrio, cumpla las normas y reglamentos, así nadie se puede quejar.

¿Tiene la intención de retornar a la dirigencia del fútbol o seguirá como comisario?

Yo creo que a este nivel, el de comisario, he llegado a lo más alto en Conmebol. Si yo quisiera aspirar a algún otro cargo de comité ejecutivo, por ejemplo, tendría que estar dentro del ejecutivo de la FBF como asociación afiliada a la Conmebol. En realidad, yo siempre he estado involucrado en el tema técnico. Tuve la suerte de estar por casi 9 años como secretario general de la Liga y disculpe la redundancia, pero creo que la mayor fortaleza fue el respaldo y el cumplimiento de las normas, del reglamento y del estatuto, porque es la única forma de proceder de forma imparcial. Me ayudó la experiencia en Conmebol para ponerla en práctica como secretario general en Bolivia. Si en alguna oportunidad se me diera de estar en algo de la FBF, me gustaría aportar con mi conocimiento del manejo en Conmebol en la parte de competiciones, de reglamentación, de informática con el sistema Comet, de cómo implementarlo, guiarlo.

Su nombre sonó para presidente de la División Profesional, ¿cuánto de cierto hubo en esta afirmación?

Siempre he tenido una buena relación con los directorios de Blooming. En su momento el actual presidente, Juan Jordán, me tocó el tema, pero siempre digo que antes que nada la dirigencia tiene que ponerse de acuerdo, porque no vas a liderar una institución donde vas a tener siempre ‘contra’. Uno tiene que tener la convicción de que todos tienen que estar de tu lado, porque uno va a trabajar para todos, no para unos cuantos.

¿Eso lo vivió antes?

No les voy a decir que como secretario general no tenía ‘contra’, sí la tenía de dos o tres equipos, pero igual, jamás trabajé en contra de ninguno. A pesar de que nací en la dirigencia de Blooming y me llevó hasta ese sitial con apoyo de Mauro Cuéllar (+) de Bolívar, me apegué a los reglamentos para las decisiones. Él (Cuéllar) mismo decía que para mantenerse en un cargo, hay que respetar los estatutos. Siempre digo lo mismo que si me toca representar sea a nivel nacional o internacional me gustaría tener casi todo el apoyo, porque esa es la fortaleza de uno como dirigente para trabajar tranquilo. Siento que tengo una vocación de servir en lo deportivo. Hoy estoy una partecita también dedicado a la dirigencia del tenis porque mi hija juega y ayudo en lo que puedo por esa vocación que tengo por servir al deporte.

¿Cómo cree que lo encontrará la Copa América de Brasil 2019 y las eliminatorias a Catar 2022?

Como les dije, creo que ya llegué a lo más alto como delegado, fui oficial de seguridad de cancha durante tres años, incluido el partido de la semana pasada entre Cali y Liga Universitaria de Quito. Si el tiempo me da, me gustaría seguir aprendiendo, adquiriendo experiencia, pero también enseñar a otros que quieran incursionar en ser delegados. La verdad que si algo no tengo, es envidia. Hay dos o tres dirigentes bolivianos que están anotados en Conmebol y siempre he tratado de pasarles toda la información que puedo, no solo a ellos, sino también a gente de Ecuador, Argentina, Uruguay. Recibo llamadas para asesorarlos, para darles mi punto de vista de cómo actuar. Obviamente siento el cariño de esa gente que a veces uno no lo adquiere en su país.

 ¿A qué nivel apunta?

Ahora estoy más dedicado a mi profesión. Tenemos una empresa con mi esposa desde hace bastantes años y la verdad que tenemos mucho trabajo; estoy abocado a ello casi en un 70% de mi tiempo, aprovechando este momento porque la arquitectura es bien amplia, hay mucho por hacer. Aunque debo reconocer que la ‘pica’ que uno tiene por el fútbol es difícil de abandonarla, no se puede dejar de un rato para otro diciendo ‘no más’, siempre uno quiere estar adentro de una cancha, como autoridad o como espectador. Si el tiempo dice que tengo que seguir, lo haré.

Dirigencialmente, ¿le seduce la idea de presidir Blooming?

La verdad, siempre he dicho que en algún momento me gustaría llegar a lo más alto. Le debo mucho a Blooming. Estuve en la dirigencia desde 1994 a invitación de un gran amigo como don Felipe Bottler y siendo presidente don ‘Negro’ Áñez. Comencé desde abajo, siendo encargado de la sede, luego entré a la comisión técnica y tuve la suerte de ser tres veces campeón en 1998, 1999 y 2005. El 2006 entro a la Liga y en ese espacio veo a Blooming campeón en 2009. Y bueno, de alguna forma tengo que retribuirle todo esto a Blooming, y si me dieran la oportunidad, las condiciones de llegar allá (presidencia) me gustaría hacerlo.

¿Cómo ve la actualidad?

Es un mal momento por el que pasa no solo Blooming, sino muchas instituciones de Bolivia. A veces veo la tabla y hay equipos que están abajo y digo ‘no puede ser, si estos eran grandes protagonistas cuando yo era secretario de la Liga’. Real Potosí o la U de Sucre por ejemplo, a la que me tocó premiar en algún momento. Y bueno, son altibajos en el fútbol, más o menos uno lo trata de asociar a la rueda de Chicago, que en algún momento está abajo y después arriba. Blooming está atravesando este tipo de problemas, pero creo que tiene gente capaz de sacarlo adelante, hay proyectos, ideas para revertir esta situación. Indudablemente que nosotros como hinchas siempre vamos a querer que nuestro equipo esté arriba, pero debemos aprender de que hay crisis en los clubes y hoy le está tocando a Blooming.

 ¿Cómo ve los actuales retos de César Salinas al frente de la FBF?

Don César es una persona que ha tenido su mérito para llegar a ser presidente de la FBF, manejó bien a The Strongest y esa fue su mejor carta de presentación para llegar a la presidencia. Aunque está claro que en el fútbol nada se hace solo. Como en una cancha, uno necesita de compañeros. Don César tiene esa capacidad de hacerse asesorar, de ayudar. Particularmente en alguna oportunidad le ofrecí mi experiencia, el manejo institucional a nivel internacional por los años que estuve en Conmebol y obviamente hay gente capaz en Bolivia. Y bueno, siempre estaré dispuesto a colaborar porque al fin de cuentas es nuestro país, el que queremos ver en una Copa del Mundo como la del 94 y creo que haciendo un trabajo, un proyecto de cuatro, seis u ocho años, podemos llegar. Hay que ir quemando etapas, sabiendo escuchar a la gente experimentada. Seguramente don César se va a rodear de gente que tenga esa experiencia para conseguir el objetivo, los logros y metas para la FBF.

¿Estará con ese mismo sentir la gente que lo rodea hoy?

Es como en todo, siempre hay gente buena y gente envidiosa, gente que te desea el bien y el mal y la FBF no es ajena a aquello. No se olviden que es un poder y seguramente hay gente que no pudo llegar ahí y siente una frustración; esperemos que esa gente acabe con esa envidia, con ese mal hábito de decir que ‘si no soy yo, todo va a salir mal’, todos tenemos que unirnos, poner ese granito de arena y ayudar a que esta gestión, este comité ejecutivo de la FBF avance, porque, repito, es Bolivia. Países como Perú, Venezuela y Colombia han conseguido salir de la última posición en lo futbolístico.

¿Hay capacidad?

Nosotros tenemos capacidad, con ayuda del Estado, de la Conmebol, presentando proyectos a la FIFA donde se involucre a la parte juvenil, de base para así poder llegar algún día a un Mundial, con trabajo y mérito propio, con jugadores que hubiéramos formado. Cada uno tiene que hacer su parte.