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9 de noviembre de 2017, 15:52 PM
9 de noviembre de 2017, 15:52 PM

En el fútbol boliviano, la disputa por el poder permite cualquier cosa. Como ocurría en el fútbol de antes, cuando el reglamento era permisivo, hasta que la televisión empezó a poner al descubierto las artimañas que eran consideradas parte del folclore del juego y la International Board se dio cuenta que este deporte y sus protagonistas necesitaban contar con reglas más protectoras que lo salven del caos.

En otras épocas, era común jugar al límite del reglamento, hacerle el corralito al árbitro, utilizar el golpe artero como medio para amedrentar y marcar territorio, realizar marca personal utilizando cualquier recurso para anular al rival (escupir, agredir, insultar, etc., etc...) y tratar de sacar todo tipo de ventajas.

Hoy, muchos de los dirigentes andan en las mismas, valiéndose de cualquier subterfugio o modo para conseguir sus fines, que por lo general están ligados a ambiciones personales alejadas de los requerimientos de un fútbol boliviano que requiere desprendimiento y actos de generosidad que prioricen sus necesidades.

Pasa el tiempo y poco cambia. En los comienzos del fútbol “organizado”, la disputa por el poder de la FBF tenía como protagonistas a cochabambinos y paceños; después, la pelea era entre cambas y collas; hoy, es todos contra todos.  

La FIFA y la Conmebol intentan poner orden en el caos nacional, pero, aun así, persisten los problemas y se demoran las soluciones para encaminar unas elecciones transparentes que permitan el ansiado cambio en la FBF.

Solo en Bolivia se les ocurre a algunos ir en contra de la FIFA y la Conmebol, desconociendo sus resoluciones y corriendo el riesgo de duras sanciones.

Así como las reglas del juego cambian, en algún momento tendrán que modificar su actitud aquellos que quieren conducir el fútbol nacional. Ojalá sea pronto porque el fútbol está hecho pelota.