La mejor película de la sección oficial de Cannes 2019 captura la brecha entre ricos y pobres. Es una película de suspenso sobre las luchas de clases ambientado en la moderna Corea del Sur

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1 de junio de 2019, 4:00 AM
1 de junio de 2019, 4:00 AM

Al final, todos experimentamos el cine desde dentro y lo que he sentido viendo Parasite es todo lo que puedo pedirle a un filme. Sorprendente, divertidísimo, emocionante y, ante todo, una lección magistral de puesta de escena. Bong Joon-ho volvía a competir por la Palma de Oro de Cannes dos años después de Okja con su mejor película desde Memories of Murder (su trabajo más redondo aunque The Host es también fascinante) y esta vez se ha llevado el preciado trofeo.

Tras dos producciones internacionales donde no terminaba de dominar la narrativa, las interesantes pero fallidas Snowpiercer y Okja (primera cinta de Netflix en competir en el festival) el surcoreano recupera su mejor nivel con una retorcida comedia donde hay espacio para el thriller, drama familiar y crítica social.

La vuelta de Bong Joon-ho a su país para contar una historia de menor escala (aunque con profundas ramificaciones) parece un intento del realizador por ganar control, por recuperar la libertad de sus inicios, pero la localización es fundamental en Parasite.

Dentro de un tono burlón, hay una intención por exponer aspectos incómodos de la nación surcoreana, como la notable diferencia de clases y el miedo más o menos constante a sus vecinos de Corea del Norte. Sin desvelar demasiado, ‘Parasite’ se centra en los cuatro miembros de una familia pobre que debe realizar toda clase de trucos para sobrevivir.

Poco a poco, a través de diversos alter egos que van creando, entran a formar parte de un lujoso hogar; Bong exprime este juego de falsas identidades creando situaciones realmente hilarantes y tensas. Aunque se percibe que pasa (o va a pasar) algo extraño en esa casa, en cierto momento hay un tremendo giro que permite al autor incluir horror y violencia.

Todo, desde el guion al reparto (liderado por Song Kang-ho, actor fetiche del realizador) funciona de manera extraordinaria en este cóctel de géneros que no da respiro al espectador.

En particular me entusiasmó el uso de la música para crear inquietud pero sobre todo las creativas decisiones de Bong con la cámara; los encuadres nunca son casuales y un simple desplazamiento o corte aporta nueva información, con lo cual estás siempre atento a lo que va a pasar a continuación.

Al igual que su compatriota Park Chan-wook, Bong siempre se ha caracterizado por el humor negro, por saltar entre géneros y por rizar las historias con giros atípicos y personajes conducidos irremediablemente al extremo. En ese sentido, cabe decir que Parasite no aporta nada realmente novedoso a su filmografía, sin embargo, la forma en la que nos introduce y nos sumerge en la tragicómica aventura de estos parásitos resulta tan apasionante que ni notas las más de dos horas de metraje.

“La selección de este año fue increíble”, con “directores icónicos, fuertes, y con nuevas voces del mundo entero”, declaró el presidente del jurado, el mexicano Alejandro González Iñá- rritu, en alusión a las cintas que competían por la Palma de Oro. La prensa y los festivaleros coincidieron.

“Fue un año excelente en Cannes”, subrayó el crítico del diario británico The Guardian Peter Bradshaw. Hubo “buenos trabajos no solo por parte de los veteranos cineastas ya consagrados en la historia del festival, sino también de jó- venes y debutantes”.  El francés Le Monde subrayó “la migraña del jurado” a la hora de deber elegir la Palma de Oro. Entre los directores más reputados, Pedro Almodóvar, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, Ken Loach, Terrence Malick, Marco Bellocchio y Quentin Tarantino no defraudaron, a la vez que hubo gratas sorpresas como el francés Ladj Ly y la franco-senegalesa Mati Diop, ambos recompensados.