El poeta boliviano se ha convertido en un emisario de las letras nacionales. Este año participó en varios encuentros en el exterior presentando su obra propia

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1 de diciembre de 2018, 4:00 AM
1 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Un año intenso, pleno de viajes, contactos y nuevas experencias que le permitieron dar a conocer su obra y la de otros autores nacionales. Así ha sido este 2018 para Gabriel Chávez Casazola, uno de los poetas más internacionales de Bolivia

__¿Cómo te fue en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, realizado en México?
México es un país tan hermoso cuanto dolorido. Siempre que lo visito me asombran su fuerza creativa y su poderoso tejido cultural -el fascinante mestizaje de sangres, legados, colores y sabores que allí se ha producido y se sigue produciendo-, pero a la vez me preocupan cada vez más su situación y sus desgarraduras sociales. En cuanto a Mundo Latino, es uno de los encuentros de poesía con mejor curaduría, pues su director es el excelente poeta mexicano Marco Antonio Campos. La primera vez que me invitaron, en 2011, tuve el gusto de conocer a Juan Gelman y Tomás Segovia. Este 2018 me tocó volver para el XX aniversario. Y me di cuenta de que algo habíamos logrado que cambiara en estos años, pues varios de los poetas invitados, a diferencia de mi primer viaje, ya conocían nuestro país y valoraban la poesía boliviana, pues habían venido a Santa Cruz, entre ellos Luis García Montero, hoy director del Instituto Cervantes.

__Este año, las antologías La velocidad de los fantasmas y El canto de los patios te llevaron a Francia e Italia. Y tu libro Multiplicación del Sol se editó en Chile. ¿Cómo calificas este 2018 a partir de tu presencia en estos lugares?
Ha sido un año maravilloso para mi poesía, el año de su Pentecostés o de su Babel, como se prefiera. Se publicaron los libros bilingües que mencionas en Francia e Italia, como también otra antología en EEUU, llamada Persistence of tatoos, y selecciones de poemas en varios idiomas, entre ellos el chino, el inglés y el catalán. También salió en Chile el libro nuevo, Multiplicación del Sol, que antes apareció en Colombia y reúne poemas escritos entre 2013 y 2017. Salvo este libro, que pronto saldrá también en Bolivia, los otros son antologías, selecciones. Nadie puede escribir cuatro libros en un año. Los poemas son como el vino: deben reposar en la oscuridad y el silencio, para luego ser trabajados y retrabajados en la carpintería del autor, que no es ni más ni menos que un artesano del lenguaje. Un artesano con una chispa inexplicable, eso sí.

En 2018 se cumplieron cinco años del Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de los Anillos y de la Semana de la Poesía. ¿Cuál ha sido el aporte de estos eventos al desarrollo de la poesía local?
Hoy Bolivia figura en el mapa de la poesía iberoamericana con mayor claridad, sobre todo gracias a ambos eventos y a otros esfuerzos concurrentes. La poesía boliviana está dejando de ser una interrogante y se han abierto canales poéticos que permiten que podamos conocer y leer a poetas contemporáneos de otras naciones, al mismo tiempo que varios bolivianos llevamos nuestra poesía a otros países, lo que hasta hace pocos años era impensable. Sin ir más lejos, este noviembre diez poetas bolivianos estuvimos invitados a distintos espacios en México y Chile. Los viajes no son un indicador absoluto, pero cuando se trata de encuentros de calidad y hay también calidad poética en los autores, la alquimia es poderosa y trasciende. Por supuesto, también hay ‘poetas’ que viajan a encuentros clase B porque su dinero se los permite.

__¿Qué ha representado para vos haber dirigido el taller Llamarada Verde?
La oportunidad de compartir mis lecturas y experiencias con personas muy valiosas, y descubrir otra manera, colaborativa, de trabajar la carpintería de los poemas, combinando la ‘locura inspirada’ de cada quien con las miradas de los otros talleristas: unos lectores con voz y a veces voto (risas) acerca de las obras de sus compañeros de camino. Puedo asegurar que yo he aprendido tanto o más que ellos en este proceso que ya dura cuatro años. Cuando veo los logros de los ‘Llamaradas’ tengo una satisfacción enorme, como si se tratara de los hermanos que no tuve.

__El Premio Cervantes lo ganó recién Ida Vitale, poeta uruguaya de 95 años. ¿Crees en un futuro en el que los poetas de esta generación logren reconocimientos de este nivel como lo han recibido los de hace más de medio siglo?
eguro que sí. Las nuevas generaciones de poetas latinoamericanos son estupendas, sobre todo las de los nacidos entre 1968 y los tempranos 80, que podríamos llamar la Generación del Desencanto. Pero también las que vienen detrás.

__¿Qué te gustaría que cambie en materia de actividad artística y cultural en Bolivia?
Somos un país culturalmente riquísimo y diverso. Hay calidad en la producción contemporánea de varios géneros artísticos y una tradición notable en algunos de ellos, como la poesía. Lamentablemente, la gestión cultural del Estado nunca ha estado a la altura de ese legado y esa vitalidad. Por eso, desde esa orilla hay muchísimo por hacer, así como desde el mecenazgo privado, aunque ya existen instituciones que hacen un buen trabajo de fomento cultural. Sin embargo, no olvidemos que aquí el arte se hace, sobre todo, a pie y puro pulmón.

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