Una mirada analítica sobre la obra de Gabriel García Márquez, considerada no solamente una de sus mejores novelas, sino también un referente de la riqueza narrativa del autor colombiano

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25 de mayo de 2019, 4:00 AM
25 de mayo de 2019, 4:00 AM

No vamos a decir que El amor en los tiempos del cólera es la mayor obra de Gabriel García Márquez, porque evidentemente el trasfondo sociológico e histórico que posee Cien años de soledad hace de ésta la mayor creación del escritor colombiano.

Pero lo que sí es cierto, es que el libro que narra la historia del amor de Florentino Ariza y Fermina Daza posee el más grande destello lingüístico-gramatical que jamás hubo en otra obra garciamarquiana, y posiblemente el más grande destello de lenguaje que jamás salió de la pluma de ningún otro escritor latinoamericano. Es un libro que sigue una estructura clásica.

Los capítulos son largos, y en ellos la secuencia cronológica de los acontecimientos, a pesar de que de vez en cuando se empleen recursos de analepsis o saltos en el tiempo, sigue un curso que no altera la ley de una línea temporal ordenada y convencional. Seis capítulos conforman una obra que es un prodigio en cuanto a la pintura de las imágenes, de los escenarios, de los contextos.

Jamás como en esta novela, García Márquez había llevado a cabo un trabajo descriptivo tan delicado y preciso de los ambientes en los cuales se desarrollan y desenvuelven los personajes de sus obras. Pero la fuerza descriptiva también está afincada en las emociones y la psicología de los personajes.

La minuciosidad descriptiva del autor, por tanto, hace que los diálogos de los personajes sean escasos por resultar ya innecesarios. Cuando el narrador hace una descripción tan fotográfica de los ambientes y la psicología de los actores que intervienen en éstos, los diálogos terminan siendo solamente complementos.

La voz narrativa, desde un punto de vista analítico y científico, tiene una característica flaubertiana. Sucede, por ejemplo, lo que ocurre con la voz narrativa de Madame Bovary: las reflexiones del autor o sus puntos de vista sobre los asuntos que se exponen en la novela (como la perseverancia, la melancolía y, por supuesto, el amor), son casi nulos, o por lo menos escasos.

Así, el autor se diluye en la trama de la historia, no se deja sentir, porque quiere hacer que su lector se pierda en un mundo en el que no existe un escritor, sino simplemente lo que éste creó para aquél: una realidad con personajes y contextos, con un fin neto de belleza. Pero eso sí, de momento en momento, García Márquez irrumpe en la novela sutilmente, como el escritor que quiere exponer sus ideas personales acerca de la vida y el amor, ideas que no vienen de ninguno de los personajes que forman la historia de la novela, sino de él mismo.

Al fin y al cabo, un artista siempre tiene el derecho de opinar sobre los elementos de fondo de su obra y de instruir a quienes la consumen.

Algo así, pero con mucha mayor fuerza e intensidad, sucede en Los miserables, novela en la que Victor Hugo aparece y reaparece a cada instante, para verter sus comentarios, reflexiones y juicios personales en torno a los problemas de la historia.

El tono de la narrativa de García Márquez en El amor en los tiempos del cólera, es de romanticismo y comedia. Si bien en esta novela no existen los elementos sobrenaturales que se presentan en Cien años de soledad, sí hay elementos de comedia que, por lo mismo, hacen que la obra posea un tono de irrealidad, como cuando Juvenal Urbino se muere por querer alcanzar a un loro de la rama de un árbol, cambiando así el curso de la historia; o cuando, en una imagen de belleza inusitada, Florentino Ariza queda enfermo por haber comido pétalos de rosas al escribir cartas de amor, mientras se “incineraba” al escribir cada línea; o cuando el viento que sopla en un otero lleva hasta Fermina Daza las notas del violín de Florentino Ariza.

Son solamente algunos ejemplos de representaciones de comedia e irreales, pero que le dan a la historia una característica única.

El lenguaje es rico en adjetivos e imágenes, superando al de obras como El coronel no tiene quien le escriba y El general en su laberinto. Incluso supera al de Cien años de soledad, porque si bien la obra cuya historia se desarrolla en Macondo descuella por su trasfondo y por ser la bandera del realismo mágico, su lenguaje no llega al nivel del de la novela que hace justicia al amor.

El amor en los tiempos del cólera, haciendo una condensación de todas las consideraciones valorativas de forma y fondo que expusimos aquí, y de otras más que no llegamos a explicar por motivos de tiempo y espacio, llega a ser una epopeya del amor al estilo homérico, un canto épico, una poesía lírica y una representación dramática de lo que los hombres sienten hasta lo más profundo de sus entrañas cuando llega aquel sentimiento que es al mismo tiempo muerte y vida: el amor.