Una obra que no tuvo popularidad en su tiempo, cuando se estrenó, pero que luego, y con toda justicia, se consagró como una de las grandes obras musicales

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2 de marzo de 2019, 4:00 AM
2 de marzo de 2019, 4:00 AM

La noche del jueves 21 de febrero los oídos de las personas que asistieron a los predios de la Orquesta Sinfónica Nacional fueron deleitados por las notas que los músicos arrancaron de sus instrumentos.

El evento se llamó Obertura 2019. Y cuando se interpretó Il barbieri di Siviglia, de Gioachino Rossini (ópera cómica en dos actos, 1816), los corazones se estremecieron. Tal mú- sica trata de dar a los hombres y mujeres la idea de la lucha del Conde del Almaviva por el corazón de Rosina, teniendo a Bartolo como obstáculo. Rosina busca la ayuda del barbero Fígaro para que Bartolo, el tutor de aquélla, se mareé y quede fuera de la escena del amor. Fígaro es barítono; Bartolo, bajo; Rosina, la joven huérfana, mesosoprano; el Conde, tenor; el criado Fiorello, bajo; don Basilio, bajo; Berta, la sirvienta de don Bartolo, mesosoprano. Pero ya hay muchos análisis sobre el canto de los personajes de la obra y no menos reseñas literarias del libreto de Cesare Sterbini. Por tanto, nosotros intentaremos hacer un análisis de la música en sí.

El autor de esta maravilla de pieza es Rossini. La melodía comienza lenta y tranquila. Consta de cuatro partes: introducción, exposición, recapitulación y coda. Introducción (Andante maestoso). Dura más o menos dos minutos. Es un pasaje de 24 compases en 4/4 marcado a la corchea. Esta parte está estructurada en cuatro segmentos.

El primero en tonalidad de Mi mayor a través de las funciones de tónica y dominante, en alternancia con acordes ascendentes de fusas en la cuerda y un tono suave en los violines. Los acordes en tutti son contundentes. El segundo segmento es más que nada una transición breve entre la Introducción y el Allegro: el oboe interviene de manera ascendente y gradual para conectar a la siguiente parte: un pasaje en armonía ‘errante’. El tercer segmento es un lírico tema en los violines. Y el cuarto, finalmente, retoma los acordes en tutti y el motivo ascendente de fusas del primer segmento para conducir la pieza a una semicadencia. Las cuerdas se van estremeciendo hasta llegar a un punto en que los vientos acompañan a una resolución definitiva que se vuelve nuevamente pacífica, como las aguas de un arroyo de aguas claras y mansas.

Luego los violines rompen el equilibro para dar paso a una explosión de matices sonoros en los que los vientos dan el toque final. Exposición (Allegro). Tiene tres partes fundamentales: una sección A, una transición y una sección B. Pero es la sección A, de no más de 30 segundos, la que da vida y alma a la pieza melódica en su totalidad.

Es la parte más conocida y emblemática y la que más sentimientos despierta en el corazón de quien la escucha. Está escrita en Mi menor y consiste en un periodo binario de 12+8 compases. Los violines suben y bajan en la tonalidad y los violoncelos hacen como un fondo de tensión y suspenso, con notas graves que tensan la base de la pieza, para que luego la resolución sea de acción y dramatismo, en una acción unívoca de cuerdas que remata la sensibilidad. Luego viene la transición, que es una despampanante furia de sonidos en la que intervienen la percusión y los platillos.

Es una sección modulante construida con un material motívico que también será utilizado por el autor para el Acto II de la ópera. Dura algo más de 50 segundos y la melodía se hace triunfal, como preludiando un momento de gloria, como si se estuviese anunciando una conquista. Finalmente, usado las funciones tonales de Sol mayor, Rossini cierra esta parte con un crescendo orquestal, cuyo final hace un enlace espléndido con la siguiente parte (la recapitulación, pues esta composición, como muchas otras de la época, carece de Desarrollo) mediante cuatro compases a Mi menor. Recapitulación. Esta parte es una reproducción casi fiel de la Exposición, con una variante: la tonalidad cambia de Mi menor a Mi mayor, eliminando totalmente el efecto de la transición.

Y la melodía se hace por un momento ligera, como para traducir en el alma los sentimientos de la tranquilidad. Es el momento de los clarinetes y fagots, que crean un solo musical que es pura armonía espiritual, mientras las cuerdas hacen un sonido de fondo igual de relajante, para luego volverse a estremecer de forma progresiva. Coda. La pieza orquestal termina de forma brillante. El crescendo enlaza con una coda final, que está en forma de stretta. Es la resolución de todos los instrumentos: la percusión hace como saltos y los violines agitan el ritmo; es una propulsión precipitada, como una mezcla de todos los matices sonoros.

Es el dramatismo y la progresión de acordes que da mayor complejidad, una complejidad que hace de esta obra una de las piezas operísticas mejor escritas. Una obra que no tuvo popularidad en su tiempo, cuando se estrenó, pero que luego, y con toda justicia, se consagró como una de las grandes obras musicales de la historia. Il barbieri di Siviglia es probablemente una composición violenta, muy violenta como para una ópera cómica, y esto se debe a que originalmente estuvo compuesta para Aureliano in Palmira, una obra histórica que representaba las cruzadas. Para algunos entendidos, la influencia avasallante del Sturm und Drang aquí es incuestionable.

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