En ‘El sol en la cabeza’, el autor brasileño propone una mirada la realidad de las favelas de Río, la difícil adolescencia de sus protagonistas, el consumo de droga y la brutal represión policial

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20 de julio de 2019, 4:00 AM
20 de julio de 2019, 4:00 AM

Descubrí al escritor brasileño Geovani Martins (1991) gracias a su traductora al inglés, Julia Sanches, que me contó entusiasmada que los cuentos de El sol en la cabeza eran su nuevo proyecto y me regaló el libro en portugués. He leído novelas en portugués, pero el lenguaje de Martins, su uso desenfadado de coloquialismos, me venció, así que esperé con impaciencia la brillante traducción de Julia, que acaba de ser publicada (Alfaguara publicará la traducción al español en septiembre).

Si bien hay mucha literatura y cine de la favela, se trata de un subgénero peligroso por su tendencia a crear estereotipos; Martins, cuyo libro está siendo traducido a diez idiomas y tendrá película pronto, escapa de los lugares comunes al dotar a sus personajes niños y adolescentes de vulnerabilidad y fragilidad en medio de la rabia y la dureza. Lil Spin es una introducción abrupta al mundo de Martins: narrado con lenguaje poético y un chispeante registro oral, trata de la ida a la playa de unos amigos de la favela, en un día de sol intenso en Río (“sopletes ardiendo”).

Los amigos yerbean y, al volver fumados a la favela, tienen la mala suerte de encontrarse con los “cerdos” de la policía. No hay mucho desenlace: el encuentro con la policía podía haber dado para una escena dramática, pero Martins prefiere una salida anticlimática: el texto, más una estampa impresionista que un cuento clásico, da el tono a este libro, construye el mundo de la favela y su relación con la ciudad y sus habitantes (en su traducción, Julia Sanches ha optado acertadamente por mantener algunas palabras en portugués –perrengue, menó, panguando–, que pueden no entenderse del todo pero ayudan a crear la atmósfera y la textura de la favela). Espiral es un brillante estudio psicológico de un favelado que vive con miedo a los chicos mayores y que un día, fuera de la favela, se da cuenta que la gente tiene miedo de él solo por ser de la favela, sin preguntarse si él “también tiene una abuela, una madre, familia, amigos, todas esas cosas que hacen que nuestra libertad valga mucho más que una billetera local o importada”.

Así se crea una dinámica perversa, en la que el favelado comienza a dar razones verdaderas a esa gente para tenerle miedo. En pocas páginas, Martins narra cómo el miedo visceral a los desconocidos puede convertir en realidad ese miedo (y transformar a personas normales en esa INTERNET amenaza que tanto tememos). El cuento de Perico y Mono, otro relato narrado en lenguaje coloquial, es la historia de un enfrentamiento en la favela entre la policía de pacificación –ese eufemismo– y los narcos, y muestra la dureza de una vida en la que “tener pena es algo que sientes y se te va rápidamente” (ese comentario es del narrador cuando ve que los narcos usan a niños de ocho u nueve años para vender droga). En TGIF el narrador vuelve a comentar sobre esos mundos que se tocan en Río, el de los condominios de lujo y el de la favela, y cómo el desprecio de uno hacia el otro produce furia, deseos de venganza y la profundización de las diferencias (“Todo está muy cerca y muy lejos”, comenta el narrador de “Espiral”, “y a medida que crecemos los muros se hacen más altos”).

En El cruce, Beto recibe el encargo de su jefe de deshacerse de un cadáver; en su viaje en un auto viejo a un vertedero, Beto piensa desesperado que los policías lo van a agarrar, cuestiona los motivos de su jefe aunque sabe que debe “respetar la jerarquía”, y recuerda que algún día soñó con ser piloto o futbolista, jamás vendedor de drogas (en El caso de la mariposa se metaforiza el sueño de escapar de ese mundo y su imposibilidad). Martins es un narrador sutil, un gran creador de personajes complejos, llenos de sueños, miedos y ansiedades en un mundo oscuro y vibrante, con “callejones, gente en la calle, borrachos bebedores de cachaza, drogos, creyentes, chicas, trabajadores volviendo a casa”.