Emilio Coco y Valter Raffaelli hablan de la experiencia de ser antologador y editor de poesía boliviana. Ambos son responsables de dar a conocer a Italia y al mundo la obra de 32 poetas de diversas generaciones y sensiblidades

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8 de junio de 2019, 4:00 AM
8 de junio de 2019, 4:00 AM

Este es el país de los espejos. Desde la cordillera veo sus horizontes líquidos, veo cómo la noria del tiempo carga y descarga la lluvia y los granizos. Te hundes en la espiral del tiempo, piedra de sol y luna, pero nada puede rescatarte del fondo de las aguas Esa es la Bolivia que Emilio Coco conoció a través de los versos de Pedro Shimose, los mismos que le dan título a un compendio de poemas de 32 autores nacionales desde la generación de 1930 hasta escritores nacidos en los tempranos 80.

El país de los espejos es resultado de la labor minuciosa de Coco, responsable de seleccionar y traducir al italiano la obra de estos poetas en un libro, que fue presentado en el VI Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de los Anillos. Y también es resultado del trabajo de Valter Raffaelli, editor de la antología, que desde hace 23 años trabaja con poesía latinoamericana.

Este par de amigos y colegas italianos son responsables de tender puentes entre naciones, entre continentes, de ayudar a cruzar el inmenso charco a una producción poética que en el Viejo Mundo nunca llegó a saberse, salvo excepciones. “¿Cuánto sabemos de la literatura boliviana en Italia? Casi nada”, pregunta y responde Coco en la introducción crítica de la antología. De esa manera refuerza el valor de este proyecto y, a la vez, confiesa que se ha enamorado perdidamente de la poesía latinoamericana.

“Desde hace más de una década hago todo lo posible para promoverla en Italia, un país hostil a las novedades que llegan de lugares lejanos y a menudo conocidos más por hechos sangrientos y de miseria que por la frescura, la autenticidad y la validez de su mundo poético”, expresa. La antología aparece en 2018, en ocasión de un encuentro de poetas bolivianos, con la participación de Coco, en Ostuni, una ciudad costeña situada en  la región italiana de Apulia.

Allí vive la poeta boliviana Norah Zapata Prill, que abrió la Casa de la Poesía, un espacio de encuentro, donde el arte y la cultura tienen un lugar de privilegio. Un festival de poetas bolivianos, con la presencia de Gabriel Chávez Casazola, Wilma Tapia, Benjamín Chávez, Gary Daher y la dueña de la casa, dio origen al libro y puso a Emilio a dar marcha a un proyecto que se ha convertido en la más amplia antología de poesía boliviana contemporánea que se haya realizado hasta la fecha.

El proyecto es de largo alcance e incluye una antología en cada país de Latinoamérica, algo similar a lo que hizo el sello Visor de España, con La Estafeta del Viento, una colección de poesía del siglo XX, cuya edición boliviana estuvo a cargo de Homero Carvalho.

Emilio y Valter trabajan juntos desde hace más de un lustro y, además de haber recorrido varios países de la región, conociendo las poéticas antes inimaginables de países como Honduras, ya habían logrado un acercamiento a la poesía boliviana gracias al contacto con Gabriel Chávez Casazola, uno de los autores que se ha encargado de hacer viajar sus versos a diversos rincones del planeta y llevar consigo no solo sus obras sino también las de muchos escritores nacionales. Con Raffaelli Editore, Chávez publicó El canto de los patios, que contiene poemas traducidos por Coco.

 

Editar y traducir

“Es maravilloso conocer nuevas vidas; gracias a la poesía uno lo logra. Esta es una experiencia nueva para Italia, pero muy significativa porque contiene material inédito para nosotros.

La poesía europea en general y la italiana en particular, es más abstracta, la poesía latinoamericana tiene una fuerte carga de emociones”, explica Valter. Raffaelli atribuye la abstracción de la poesía italiana a una tradición que marcó también al mundo anglosajón. “Es una visión del poeta sin los pies en la tierra, siempre fue más etérea. América Latina aporta la san gre, el corazón, el sudor, la diversidad. En Europa se escribe en poesía escrita con la pluma de hielo.

Este libro es la parte de un mosaico que yo he dedicado a la poesía hispanoamericana. Ya son 359 poetas latinoamericanos que ya he publicado” añade el editor. Coco, por su parte, empezó a traducir poesía en español cuando tenía 25 años. Ahora lleva más de medio siglo en la labor. Son 10 años que lleva inmerso en la poesía latinoamericana, desde que lo invitaron a un festival en México.

Desde ahí fue avanzando hasta abarcar todo el continente. El poeta y traductor celebra la vitalidad de la poesía en Bolivia y la continuidad de una tradición poética de siglo XX, “No hay parricidio, los hijos no matan a sus padres, hay una prolongación interesante, en ese sentido, lo cual no impide que cada poeta tenga su propia personalidad. Pienso en Shimose, en Carvalho, en Chavéz, en Daher. Ninguno se asemeja al otro. Finalmente, en la poesía no hay que buscar rupturas con el pasado, sino continuidad”, asegura Emilio

Más necesaria que nunca

Para Raffaelli, escribir poesía y editar libros de poesía son dos formas de resistencia en la actualidad. El editor coloca estas acciones en el nivel de trascendencia de la economía y la política.

“La poesía cumple el rol de nutrir la palabra, de dar forma al pensamiento; por lo tanto, es capaz de alimentar las decisiones políticas. Y es la política la que debe decidir la economía, no al revés. He ahí la relevancia de la poesía en las sociedades. Por eso es necesaria”, afirma Emilio considera que la poesía puede representar una forma de salvación, pero, antes que nada, del poeta; luego del lector: “El poeta escribe para sí mismo, porque quiere salvarse primero y, probablemente, salvar al lector que se acerque a esa poesía.

La poesía que puede salvar al mundo es una idea muy romántica. Aunque suene egoísta, uno busca salvarse primero a sí mismo”. Finalmente, ambos coinciden en que las tecnologías permiten tener más libertad para publicar, a diferencia de otras épocas en las que se esperaba que todos escribieran igual. Pero advierten que todo conlleva sus riesgos. “Así como Internet permite a cualquiera publicar un texto, también es cierto que se desechan fácilmente los trabajos. Un libro o un poema puede llegar a tener 2.000 likes, pero eso no es garantía de que sea algo bueno”, dice Coco.