Activista, periodista, cineasta y artista plástico. Criticó el arte desde su obra pictórica. Pintaba mucho, pero ha sido reivindicado por su producción literaria

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15 de diciembre de 2018, 4:00 AM
15 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Según la mitología bordiana, solamente vendió dos cuadros en su vida. Uno mostraba a Víctor Paz Estenssoro abrazando a un indígena. La obra se ha perdido. Otras obras no pasaron del boceto, pero es posible ver los apuntes iniciales que Arturo Borda (1883-1953) hizo antes de pintar sus cuadros más famosos.

Es el caso de algunos de ellos, que se exponen estos días y hasta el próximo año en Casa Melchor Pinto.

Hubo dos etapas fundamentales en la producción de Borda. La etapa temprana, muy intensa, se sitúa entre 1905, y pinta sostenidamente hasta 1920.

En esa etapa los cuadros más importantes son El suicidio y El yatiri, que está en una colección particular de Santa Cruz.

Segunda etapa

La segunda etapa abarca un lapso de más de diez años. La producción fue menor, según el crítico Pedro Querejazu, pero no hubo interrupción de la pintura. Este lapso arranca en los años 40 y termina en 1953, año de su muerte. “En esa etapa produjo obras de carácter simbólico y complejas. Algunas de ellas son los pequeños cuadros en exposición en Casa Melchor Pinto”.

Durante los años de la Guerra del Chaco estuvo activo en La Paz, involucrado en política, haciendo escenificaciones teatrales y hasta cine. Terminó la película Hacia la gloria alrededor de 1933, meses antes de la guerra. Durante toda esa etapa su producción consistió en dibujos, bocetos y, sobre todo, paisajes.

Llama la atención su crítica al indigenismo, que en realidad es una protesta contra la estética del indigenismo. Borda critica el surrealismo, el dadaísmo y todos los ismos, pero –explica Querejazu– concentra su atención en el indigenismo por producir un arte grotesco meramente esteticista que no es una reivindicación real del indígena.

Sin embargo, estuvo imbuido ideológicamente del pensamiento de izquierda que se hizo notorio en el país durante 1910 y las décadas del 20 y 30 del siglo pasado. “Estuvo muy influido por el trotskismo previo a la emergencia del comunismo y del marxismo, que recién asoman en el país hacia los años 40 y 50”, dice. Todo está registrado en su pensamiento político y en textos periodísticos, aunque su obra cumbre, El Loco, estaba escrita hacia 1920, como consta en una solicitud que hizo para que la Alcaldía paceña la editara o ayudara con la publicación.

Famoso y ¿marginado?

Se quejaba de ser un hombre marginado y olvidado, pero el crítico asegura que solo es parte de un mito que el propio Borda construye. No fue un desconocido durante su existencia; tenía conexiones no solo con el mundo pictórico, sino literario, y se consideraba actor, director de cine, pintor y hasta escultor (pese a que no se ha encontrado ninguna escultura suya). Era un hombre polifacético. Creció en una familia de clase media vinculada a los conservadores, pero al haber escrito y adoptado una postura de izquierda, es lógico que haya sido un tanto desplazado.

Su inclinación a la izquierda y a las reivindicaciones sociales se hizo patente al fundar el primer sindicato de ferroviarios en Bolivia, en 1932. “Todo ese activismo lo marginó, con toda certeza, de la élite conservadora. Por otra parte, esa vida bohemia y su eventual alcoholismo fueron otros factores de alejamiento”.

Es conocido el relato de Jaime Sáenz acerca de su muerte. A los 70 años, ebrio, habría pedido en una tienda que le sirvan una copa. La tienda era también una hojalatería, y medio en broma, la tendera, dice Sáenz, le dijo que solo tenía ácido muriático. Según la leyenda, Borda lo bebió y murió a los tres días.

Retratista

En esa etapa hizo retratos de personajes de la sociedad que reproducía basándose en fotografías y dibujos al natural.

“Estéticamente es anacrónico. Pese a su búsqueda de ideal clásico, el arte fue por otros rumbos como el indigenismo, telurismo, realismo, que en parte él mismo comparte. Es uno de los reivindicadores del paisaje local, con sus Illimanis y notables paisajes del altiplano y del lago Titicaca, pintado en todas las horas del día y de la noche. Metió el paisaje de Yungas en la temática”, dice el investigador.

Muerte y resurrección

Después de su muerte en 1953 fue olvidado, pero en 1966, un retrato de sus padres, Leonor y José, fue llevado a una exposición importante en la Universidad de Harvard. Se expuso en Austin y New Haven. La exposición, anota Querejazu, se llamaba El arte desde la Independencia al sur del Río Grande. En esa ocasión, el crítico de arte John Canaday consideró que el cuadro era una de las obras más significativas de la exposición. “Fue publicada en la tapa de la revista Times, entonces eso repercutió aquí en Bolivia y llevó a la gente a replantear sus obras”, recuerda Querejazu. En 1966 se hizo una exposición con ese cuadro y otras 150 pinturas, además de la impresión de su único libro, El Loco. Es la única edición que existe.

Los escritores

La crítica y escritora Blanca Wiethüchter considera a Arturo Borda uno de los escritores más importantes del siglo XX y hay quienes ven en El Loco la obra cumbre de la literatura boliviana. Con una suma de géneros que rozan el ensayo, las notas de pensamiento libre y la poesía, el millar de páginas contenidas en tres tomos no es fácil de leer y tampoco de conseguir.

Querejazu recuerda un pasaje en el que, premonitoriamente, Borda se considera un personaje y se ‘pinta’ como si no fuera él mismo. Remarca que hay dos tesis doctorales dedicadas a la obra de Arturo Borda, además de los estudios de Omar Rocha, Jessica Freudentahl, Ana Rebeca Prada, Rodolfo Ortiz y Claudio Pardo Garvizu. “Hoy es más famoso como escritor que como pintor. A mucha gente su pintura no le gusta, pese a que se considera un clasicista y buscó la belleza y la perfección”.

Quizá algunas pinturas no cautiven hoy, pero el personaje es inolvidable.

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