Brújula reunió a algunos de los protagonistas de la VI Semana Internacional de la Poesía y planteó diversas interrogantes, a manera de provocación y de reflexión

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13 de abril de 2019, 4:00 AM
13 de abril de 2019, 4:00 AM

FOTOS: MARCELO SUÁREZ, JORGE GUTIÉRREZ E INTERNET

Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio. La frase pertenece a Federico García Lorca, el poeta y dramaturgo español, dueño de algunos de los versos más recordados de las letras en nuestro idioma. Ese halo de misterio, que también parece cubrir cualquier intento de definir qué es poesía, le da un carácter único al género literario, que durante siglos ha acompañado el desarrollo de la humanidad como una forma de pensamiento y una alternativa intangible de existencia.

En Santa Cruz de la Sierra se respiró versos y poemas. La VI Semana Internacional de la Poesía, organizada por La Máquina de Escribir y la Alianza Francesa, concluyó ayer, luego de tres jornadas, con la presencia de invitados internacionales y nacionales, entre los que destacaron los poetas y traductores Marco Antonio Campos (México), Jean Portante (Luxemburgo), Juan Araos (Chile/Bolivia), Katherine Hedeen y Janet Mc Adams (EEUU).

Desde su primera versión en 2014, más de 30 poetas de distintos países han participado en las lecturas, talleres y coloquios del encuentro, presentando al público un panorama de la poesía contemporánea. Esta versión, que, además de las lecturas de poemas, incluyó coloquios y presentaciones de libros, puso énfasis en la labor de la traducción literaria, la cual “permite que la poesía llegue a más personas, rompiendo no sólo las barreras geográficas, sino también las del idioma”, indicó Paura Rodríguez, coordinadora general de la VI Semana Internacional de la Poesía. Libros, autores, actividades, lectores, tendencias. Una fórmula que parece perfecta al momento de hablar de la vitalidad de un género literario. Bolivia lo está experimentando con la poesía.

La diversidad que propone este momento está resignificando los nombres de los grandes autores, mientras los nuevos poetas son incorporados por méritos propios. Brújula reunió a algunos de los protagonistas de la Semana y planteó interrogantes, a manera de provocación y de reflexión: ¿Para qué escribir poesía? ¿para quién? ¿Traducir poesía es hacer poesía? y ¿por qué organizar encuentros de poesía? “Cuando escribo, pienso en que estoy escribiendo para un lector que se parece a uno mismo”, dice Marco Antonio Campos.

El mexicano, reconocido narrador, ensayista y traductor, defiende el hecho de que un poema nace de una emoción auténtica, porque la poesía debe emocionar. “Si no emociona es una cáscara, es una caja vacía. Uno sabe que hay poemas que queremos usar para emocionar a los demás. Y hay la posibilidad de lograrlo, como también que no, pero lo mismo puede pasar con una novela o un cuento”, añade Campos, que, a pesar del auge que puede experimentar el género entre los lectores, subraya que la poesía no es de lectura de masas.

“Salvo Pablo Neruda, en una época en Latinoamérica y Jaime Sabines en México, dos grandes poetas que, al mismo tiempo, venden yo recuerdo que, hace unos 40 años, el primer tiraje de un libro de poesía llegaba a 2.000 ejemplares, luego bajó a 1.000. Hoy llega a 500 hasta 200 y 100. Ese no sería el problema, si luego de que se termine la primera edición el editor tuviera la decencia de reeditarla.

Pero lamentablemente pasa muy poco”, indica el autor de Los adioses del forastero (1996) y Viernes en Jerusalén (2005), cuya antología titulada Sólo aquello que se vive (Plural, Agua Ardiente, 2019), editada por Gabriel Chá- vez Casazola, se presentó en la apertura del encuentro en el Simón I. Patiño. ¿Por qué no escribir poesía? se pregunta Jean Portante, que también celebra que exista una edición boliviana de su libro El trabajo de la sombra (Plural, Agua Ardiente, 2019), una antología personal.

“La poesía es, ante todo, una necesidad. Siempre que las cosas van mal en una sociedad uno se pregunta si debe escribir poesía. Pero como las cosas siempre van mal, entonces, hay que escribirla. Es simple, la humanidad tiene la necesidad de comer, beber y crear cosas materiales, sí, pero también de dejar un camino para alimentar el alma. Algo que se viene haciendo desde el principio de nuestra historia.

Desde el momento en que se comenzó a hablar, desde que se comenzó a dibujar sobre las paredes ya había esta necesidad y por suerJuan Murillo, Paura Rodríguez, Katherine Hedeen, Jean Portante, Gabriel Chávez y Marco Antonio Campos. Organizadores e invitados te nunca se cortó, así hemos podido saber lo que escribieron los antiguos griegos, los chinos, los egipcios”, explica el Premio Nacional de Luxemburgo 2011. Para Portante, el problema es que tal vez hoy uno se pueda perder entre tanta información.

“Que todo quepa en una computadora, que todas estas nuevas máquinas te permitan guardar tu creación en un mundo tan reducido a lo tecnológico. Si todo lo que guardamos en una memoria artificial se llegase a perder, me parece una cosa terrible. Por eso me gusta tanto estar con el papel, con la pluma, con un libro concreto, táctil”, agrega el luxemburgués. Al respecto, Campos interviene: “Baudelaire tenía 250 copias de sus libros cuando publicaba. Rimbaud ninguna.

Entonces, si en este momento no se vendiera un libro de poesía no significaría nada, porque el tiempo se encarga de hacer su trabajo, finalmente. El libro sigue su camino. De una u otra forma circula y llega al lector. Solo que todo lo que está en lo virtual su futuro está hipotecado”.

Los auditorios

“Yo prefiero una pequeña sala que esté llena a una con capacidad para 500 que solo tiene 50 personas escuchándote. La atmósfera de una gran sala media vacía no permite comunicar lo mismo que un espacio más íntimo con poca gente escuchándote”, indica Portante. Campos se inclina por una asistencia regular de entre 15 y 40 personas, si se trata de un público que le interesa lo que uno está leyendo. “No me sirve un auditorio de 300 estudiantes, si se la van a pasar texteando. Hay otros que escriben muy fácil y se han metido a esto de los poetuits y llenan los salones con 400 y 500 personas. Pero, lamentablemente, son muy malos poemas”, asevera.

La traducción y su naturaleza

Katherine M. Hedeen es traductora, ensayista y profesora universitaria estadounidense. Se especializa en poesía hispanoamericana, ha investigado sobre varios autores contemporáneos de la región y cree que la traducción es un oficio que debe estar considerado como una forma de arte, como ejemplo de producción propia. “Cuando me presento como traductora de poesía, generalmente, me preguntan si soy poeta también. Mi respuesta siempre ha sido clara: sí, porque, para mí, mis traducciones son mis poemas. Es decir, son dos actos de creación. Parten de distintos fines, pero el traductor es artista y artesano como el poeta”, expresa Hedeen.

La idea de los encuentros

Gabriel Chávez, coordinador de la VI Semana Internacional de la Poesía, indica que asumir el reto de generar un diálogo entre la poesía boliviana y la de otras tradiciones incluye darle un apoyo no solo cuantitativo sino también cualitativo a este tipo de escenarios y encuentros. “Hace 10 años, la poesía boliviana no estaba en el mapa. Y resulta que, de pronto, ves estas redes que funcionan y hay encuentros, hay editoriales independientes, hay colaboraciones y te das cuenta que también lo puedes hacer en Bolivia. Eso permite diálogo y reflexión, porque está bien compartir la lectura de los poemas, pero, por qué no, también conversar sobre temas específicos, como ha ocurrido este año con la traducción de poesía”, afirma Chávez

había esta necesidad y por suerJuan Murillo, Paura Rodríguez, Katherine Hedeen, Jean Portante, Gabriel Chávez y Marco Antonio Campos. Organizadores e invitados