Aunque le fue esquivo en un principio, el oficio de escritor le calzó justo a Martín Sancia Kawamichi. Dos obras suyas han sido editadas en Bolivia. Ha ganado varios premios

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25 de agosto de 2018, 4:00 AM
25 de agosto de 2018, 4:00 AM

Martín Sancia Kawamichi está sorprendido por muchas razones. Una de las principales tiene que ver con la publicación en Bolivia de la novela Anchoa y el libro de cuentos Cosquillas en la oscuridad, a cargo de Otero Ediciones. Ambas versiones funcionaron como excusa para encontrarse con más sorpresas, como las que recibió de los cientos de entusiastas lectores de colegios a los que visitó la semana pasada. Quedó fascinado con los lugares que visitó y con la noticia que acá se lo lee.

Sancia, que también escribe para adultos, está agradecido con el sello dirigido por Róger Otero por tomar en cuenta estas dos obras infanto-juveniles, géneros que, según indica el autor, son los que más le gusta escribir. “Estoy muy contento de volver al ruedo”, dice.

Solo quería escribir

Hasta hace una década, el oficio de escritor no tenía una forma definida para Martín Sancia. A pesar de haber estudiado Literatura y latín, hacer cine se veía como una mejor opción, sobre todo porque tenía como profesor al guionista y director de cine Martín Rejtman. “A los 19 años me puse a estudiar Cine, porque hasta entonces tenía la idea de ser escritor; el problema era que no podía terminar nunca un cuento. No podía pasar de la primera página y los abandonaba”, confiesa Sancia.

Su obsesión tenía que ver con contar una historia. En la escuela de cine se dio cuenta de que podía terminar los guiones, pero algo no encajaba. Lo sabía él y lo sabía Rejtman, que le volvió preguntar si quería ser director de cine. Sancia respondió que no. Entonces, intentó una vez más con la literatura. En el camino descubrió que no podía terminar un cuento por la manera en la que los encaraba. Al darle la vuelta al asunto, logró establecer un método y así cerrar el círculo: escribe la primera frase de la historia sin pensar en el argumento. Esa frase lo lleva a otra, y cuando va por la mitad empieza a tener la historia armada. Método Sancia, si se quiere.

A partir de allí, el panorama se fue iluminando y el coraje se tradujo en oportunidades concretas. Literatura infantil, có- mo no, para comenzar. Breves historias de animales sabrosos, engreídos, enamorados, malditos, venenosos, enlatados, tristes, cobardes, crueles, espinosos... (y otras historias), su primer libro. Con ese título uno piensa que no hay forma de pasar desapercibido. Martín pensó lo mismo y envió el material a Editorial Sudamericana en 2009. A pesar de que dejó un sobre en la puerta, sin muchos datos, y se marchó, a la editora le gustó la obra. De esa formaba entraba en el ruedo de la literatura infantil y juvenil con un libro en el que, curiosamente, el autor advierte al lector que el editor es una especie de enemigo.

A la obra de nombre interminable siguió Los poseídos de Luna Picante, que le valió el segundo lugar del Premio Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil 2014. Luego escribió 25 tarántulas y participó del libro Cuentos policiales para niños (2015). El Premio Sigmar volvió a gui- ñarle un ojo el año pasado gracias a la novela Todas las sombras son mías. Esta vez lo ganó.

En medio de este periplo por la literatura infanto-juvenil se manifiesta la otra faceta, que hace, tal vez, más fascinante la propuesta de Sancia Kawamichi. Su novela Hotaru obtuvo el primer premio del Concurso de Novela Negra BAN!-Extremo Negro 2014. Fue el inicio de una trilogía que continuó con Shunga y que concluirá con una novela que está en proceso.

Acá, el bueno de Martín se pone más sombrío, misterioso e interesante. Con una prosa que se apoya en el ritmo de las palabras e imágenes asociadas al erotismo, la novela negra y la cultura japonesa, el autor encontró una veta (o un paréntesis entre las historias para chicos que tanto le gustan).

“La postura ante la máquina sigue siendo la misma. Tanto para niños, jóvenes o adultos. No hago nada por forzarlo. Lo que cambia es la propuesta temática”, aclara Sancia, a propó- sito del hecho circunstancial del año pasado, cuando presentó Todas las sombras son mías casi al mismo tiempo que Shunga (obra que varios la han catalogado de pornográfica).

“Nunca fue la intención que se notara un contraste tan marcado y simultáneo entre dos obras mías. ‘Todas las sombras’ se vio afectada finalmente por el éxito de Shunga, una historia inspirada en los ukiyo-e, un estilo de grabado japonés que tiene distintas temáticas, una de ellas es la sexual”, explica el escritor argentino.

Martín, rodeado por alumnos del colegio Don Bosco, uno de los sitios que visitó la semana pasada y en los que compartió su obra