Es una leyenda de la música andina y emblema de la causa indígena; emplea la electrónica y el metal para amplificar su mensaje. Artistas y productores elogian el talento de Luzmila Carpio

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28 de julio de 2018, 4:00 AM
28 de julio de 2018, 4:00 AM

Luzmila Carpio no olvida el día en que cantó por primera vez. Tenía 11 años y era domingo. Ese día dejaba su Qala Qala natal, una comunidad quechua de Oruro, para participar de un programa de radio que cada semana abría su micro a niños intérpretes. Carpio ignoraba por completo cómo habían conseguido “hacer entrar cantantes en ese pequeño aparato”. Tampoco hablaba castellano. Empezó a entonar las primeras notas cuando un pianista le dio el tono. Duró poco. “¡Esto lo cantan los indios! ¡Vuelve cuando sepas cantar en castellano!”, le gritó el hombre. Carpio abandonó el estudio bañada en lá- grimas, pero decidida a volver a intentarlo al domingo siguiente.

El pianista ignoraba que acababa de gritar a una niña que se  convertiría en una de las figuras más destacadas de la música boliviana sin cantar en español, sino en el idioma de sus ancestros, el quechua. “Yo siempre pensé: un día voy a contar lo que nosotros somos”, recuerda Carpio, que en aquel entonces aún ignoraba que lo haría a través del canto. “Desde que nacemos, escuchamos cantar a nuestras madres, nuestras abuelas”, explica. El culto a la pachamama (madre tierra) es el que hoy alimenta el inmenso repertorio de la cantautora y charanguista -25 discos- cuya peculiar voz extremadamente aguda, casi sin edad, imita a la perfección el canto de los pájaros.

“He cogido prestadas las melodías de las aves del altiplano”, explica. “Nos traen mensajes y sabemos interpretarlos. Siempre dialogué con ellas”, cuenta orgullosa. Un sentimiento que sintieron millones de bolivianos en 2006 cuando, después de haber alcanzado la notoriedad en Francia donde reside desde 1979, Carpio, invitada a cantar en la toma de posesión de la presidenta chilena Michelle Bachelet, interpretó El canto a la gaviota. Una obra en la que su voz imita el vuelo del ave marina para expresar el anhelo del pueblo boliviano por recuperar la salida al mar que perdió hace 135 años tras ser derrotado por Chile en la Guerra del Pacífico. Desde París, donde ejerció el cargo de embajadora de Bolivia entre 2006 y 2011, tras la victoria del primer presidente indígena de la historia de Bolivia, Carpio no dejó de acompañar y apoyar las reivindicaciones de los pueblos originarios.

En 1990, prestó su voz y sus textos a un programa de Unicef Bolivia destinado a la alfabetización de las poblaciones indígenas en sus idiomas nativos. Las cintas del proyecto Yuyay Jap´ina (Recuperar nuestro conocimiento) fueron distribuidas gratuitamente en 250 pueblos del altiplano. La reedición de aquel material en el sello de música electrónica francés Almost Musique fue considerada el octavo mejor disco latinoamericano del año por la revista Rolling Stone en 2015. “Nunca había escuchado algo así”, dice Grant Green, director del sello argentino de música electrónica ZZK, editora del disco Luzmila Carpio Meets ZZK(2015), en el que la voz de la artista se mezcla con electrónica. Su último trabajo, Warmikuna Yupay Chasqapuni Kasunchik, (las mujeres tenemos que ser respetadas), fruto de una colaboración con el grupo de metal boliviano Alcoholica L.C. es una prueba más del afán de la cantante por llegar a las nuevas generaciones.

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