Luis Fernando Prado, colaborado por Abraham Ender, presentó Crónicas de un crimen de lesa humanidad. Muestran el papel de Edén Pastora, la CIA, el espía Litvinenko y Khadafi en la muerte de periodistas

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22 de diciembre de 2018, 4:00 AM
22 de diciembre de 2018, 4:00 AM

“…vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas ‘líneas de partido’. Es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente. A todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad”. (Mi guerra civil española. 1937)

El nudo narrativo alrededor del cual transcurre Mil Novecientos Ochenta y Cuatro (en letras, en el original), había sido escrito por George Orwell diez años antes, en 1937, mientras combatía al nazi-fascismo en España y fungía como corresponsal para New English Weekly.

La distopía anarquista de Orwell

En 1984 Orwell describe una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia y la represión masiva. El personaje principal de la novela, Winston Smith, trabaja en el Minis terio de la Verdad y su función es reescribir la historia. En su derrotero por evadir la omnipresente vigilancia del Gran Hermano en cuentra el amor de una joven rebelde llamada Julia, también desengañada del sistema político; ambos encarnan la resistencia contra una sociedad que se vigila a sí misma.

Pero si 1984 remite tan solo a un futuro, en ese año verá la luz el dulce realismo de Julio Cortázar: Nicaragua Tan Violentamente Dulce, donde el escritor argentino hace su propia lectura de Orwell… y de la Nicaragua sandinista.

El realismo dulce de Cortázar

“El horror es infinitamente más grande en 1984 porque su límite no está en sí mismo, sino en el descubrimiento de que (la esperanza) es también una de las fuerzas del mal. “El fondo del horror está en una escena final nada horrible en sí misma, el breve reencuentro de Winston y Julia, cuando los dos saben que se han traicionado mutuamente y solo buscan separarse, olvidarse, seguir traicionándose allí donde en lo más hondo de sí mismos había latido la esperanza” (Cortázar).

Orwell no realiza una profecía que habría de cumplirse en 1984, pero advierte que 1984 puede cumplirse no importa en qué año. Cortázar tampoco realiza profecía alguna, pero cree en la profecía revolucionaria de Nicaragua, cree en Solentinamé como antes Orwell había creído en la autogestión de Cataluña y Aragón y, sobre todo, cree en “los muchachos” que comandan esa revolución. Orwell no; Orwell advierte la responsabilidad de aquellos obreros españoles, pero no alberga esperanzas frente al bestial aparato nazi, el soviético y el del capitalismo.

Anota Cortázar: “Y es mi esperanza la que escribe estas líneas en un momento en que muchos fragmentos y esbozos del mundo de 1984 se manifiestan inequívocamente en nuestra realidad. El mundo orwelliano es el Mal que ya ha triunfado; el nuestro (ese en el que creemos y por el cual luchamos) contiene el Mal en el seno del Bien”.

Cortázar, fallecido el 12 de febrero de 1984 al tiempo de la publicación de Nicaragua tan violentamente dulce, no llegó a ver el atentado de La Penca. Su esperanza en la reconstrucción de una Nicaragua diezmada por el terremoto de 1973 y por la guerra, fue traicionada como Julia y Winston, pero él jamás lo supo.

El atentado de La Penca, perpetrado desde el Ministerio del Interior de Nicaragua, tuvo como responsables a Tomas Borge y Renan Montero, un agente cubano a cargo de la contrainteligencia nicaragüense (que fuera enlace del Che Guevara en Bolivia -Ivan, en su Diario- y que por orden de Castro, lo abandonara a su suerte), ejecutado por un ex miembro del ERP argentino, Roberto Gaguine, que se hizo pasar por un fotógrafo danés (Per Anker Hansen) y que fuera parte del equipo de la TV Sueca que integraba Fernando Prado, dejó siete muertos y un tendal de heridos que hasta hoy carga con las secuelas físicas de aquel siniestro. Todos los responsables han negado su participación y ‘olvidar’ es el verbo más utilizado desde el poder.

Detrás de la bomba en La Penca se visualizan dos hechos: el primero es que el atentado buscó exterminar no tanto a Edén Pastora, el Comandante Cero, sino a los periodistas. El otro, es que la ‘Contra’, con una narrativa centrada en la ‘libertad’ y ‘democracia’, fue la tapadera del negocio del narcotráfico, que se tornará global y donde en un escenario casi novelesco desfilarán Roberto Suárez y Pablo Escóbar, Fidel Castro, Oliver North, J. Kerry; el ex espía ruso Alexander Litvinenko, Hezballah, Ahmad Masud mujadin afgano asesinado dos días antes del 9/11 con una bomba oculta en la cámara de un periodista.

“Al fin, somos quienes procuramos iluminar los rincones ocultos del poder; quienes echamos luz sobre sus prácticas oscuras aunque las bombas cieguen nuestras vidas, mutilen nuestros cuerpos y hagan pedazos la última bombilla de luz que nos quede…” (F. Prado, Crónicas de un Crimen de Lesa Humanidad).

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