Un ejercicio de periodismo de calle desnuda un escenario de violación a los derechos humanos y el reinado de poderes dentro de Palmasola. Es la obra del ganador del VI Premio Nacional de Crónica Periodística Pedro Rivero Mercado

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22 de junio de 2019, 8:00 AM
22 de junio de 2019, 8:00 AM

La soledad de tu prisión,

la pesadilla,

ahora sentís que siente

un animal, soy el verdugo

que ejecuta la injusticia

bajo el martillo

que la ley me da (*)

 

1. OTI

Una garrafa de gas escupe fuego. “¡Oti, Oti, Oti!”, mil quinientos presos en la cancha de tierra, en el corazón de la cárcel de Palmasola; exaltados, drogados, aclaman “¡Oti, Oti, Oti!”. Tienen palos, cuchillos, machetes, armas de fuego. Alaban a su líder, su proveedor de droga, su redentor y gritan más fuerte “¡Oti, Oti, Oti!”, su ídolo, su crack, su rey “¡Oti, Oti, Oti!”. No tienen miedo, ¿por qué deberían tenerlo?, están con Oti el mesías, Oti el superstar, Oti el asesino de policías.

El régimen abierto (PC-4) de Palmasola, más que una cárcel parece un barrio marginal o una favela asentada en cuatro hectáreas impermeables a la justicia del hombre y a la divina; allí Oti es el dios y la ley. Son las 4:00 am, del 14 de marzo de 2018, hay dos mil policías en la puerta de ingreso a PC-4. “¿Pueden hacerlo o mandamos gente de La Paz?”, le dijeron a Siles diez días antes; su misión, si decidía aceptarla, era tomar el control de la cárcel. Dijo que sí, que él y sus hombres podían. Y ahora están ahí. Se abre la reja, el grueso de la tropa queda esperando órdenes y Siles ingresa a los dominios de Oti encabezando a 70 policías de élite. Como recibimiento, hay dos filas de garrafas con las llaves abiertas en el ingreso al callejón que conduce a la cancha; unos metros más adelante, un grupo de reos tiene una garrafa convertida en lanzallamas, al estilo de los ‘barrabrava’ que buscan impresionar al equipo visitante – y sí que la Policía era visitante pues no tenía ‘pisada’ en el PC-4-. Los reos arrojan hacia los policías la garrafa que rueda eructando fuego, rueda y vomita fuego, rueda hacia las dos filas de garrafas con las llaves abiertas…

Un año antes, Víctor Hugo Escóbar Orellana, alias Oti, fue elegido por los presos del PC-4 como su representante e instauró un gobierno basado en extorsiones dentro y fuera de la cárcel, ataques violentos a través de grupos de ‘disciplina’ conformado en gran parte por drogodependientes que lo veneraban y obedecían porque él les proporcionaba su droga. También tomó el control de las estafas vía telefónica a través de los ‘marquetineros’ y monopolizó los negocios dentro del penal generando mucho dinero y, por lo tanto, un poder ilimitado.

En el lado contrario está Alfonso Siles Rojas, el carismático comandante de la Policía de Santa Cruz, quien desde hace 12 años no bebe alcohol (lo cual no lo hace un santo, dice) y asiste a misa todos los domingos, pero que también sabe lo que es ‘agarrarse a tiros’ con delincuentes, pues en 1993 gatilló en las balaceras contra los asaltantes de los sanguinarios clanes de los Argüellas y los Arancibia, que mataron a gente inocente y también enterraron vivos y liquidaron a algunos de sus secuaces.

Pero, ¿quién era ‘Oti’ en realidad?, ¿el culpable de cuanto hecho delincuencial se suscitaba dentro y fuera de Palmasola como lo pintaron las autoridades?, ¿era una mente criminal sedienta de poder?, ¿o una especie de Robin Hood para los reos que antes eran la ‘lacra’ pero que él incluyó en el círculo del poder?, ¿un poco de todo eso?

El nombre de Oti sonó por primera vez en Santa Cruz la madrugada del 13 de abril de 2008, cuando a sus 22 años junto a su amigo Jimmy Alcoba Ávalos ‘Vallunito’, fueron a la carceleta del estadio Tahuichi a rescatar a sus amigos arrestados por el robo de una cadena y mataron a tiros al investigador Edmundo Gramajo y al cabo Rubén Apaza.

El dato, que Raymond Chandler y el propio Alfred Hichtcock sentirían como una bofetada a su excelsa creatividad, es que mataron a los dos uniformados del estadio usando las armas de un policía que vivía en su barrio. Si fuese un guion para película de ficción, parecería demasiado forzado, pero sí, Oti y su banda alquilaban las armas a un policía.

Unos meses después, Oti entró a robar a una casa y recibió un tiro en el muslo izquierdo por parte de los agentes que lo capturaron. Con tono de un púber que busca zafar de una reprimenda negó haber disparado contra los policías del estadio: “yo no fuiiii, fue el hermano de vallunitooooo”.

Cuando Oti fue encarcelado, el mandamás en Palmasola era Kily, un ‘treintañero’ -como se denomina a los sentenciados a 30 años-, que en 2006 tomó el poder tras una pelea en la que cinco reclusos murieron apuñalados. Chacho, un conocedor de todo lo que pasa en Palmasola desde hace más de dos décadas, con espíritu de Garganta Profunda –‘coto hondo’, dice él-, cuenta cómo empezó la rencilla entre Oti y Kily, la cual, diez años después, desencadenaría la sangrienta intervención policial en Palmasola:

(Cuando entró a la cárcel, Oti intentó ganar poder valiéndose de su fama de asesino de policías, pero Kily le mandó a dar una golpiza y delante de él, violó a su novia cuando fue a visitarlo. La joven no volvió nunca más y Oti juró que se vengaría).

Con los años, Oti fue ganando su espacio y en 2016, se convirtió en el subregente del penal, acompañando a Leónidas Rodríguez, a quien desbancó al año siguiente tras armar una reyerta en que un interno murió y otros dos quedaron heridos. Leónidas pidió ser transferido a otra cárcel para precautelar su vida y Oti quedó reinando en Palmasola.

“De por sí, el que mata policías tiene cierto estatus en la cárcel, y Oti sabía aprovechar esa fama y se jactaba de ser un asesino de policías”, dice Siles, quien define a Oti como un tipo con carácter fuerte, dominante, que sabía mandar a su gente, pero también sabía calcular lo que le convenía hacer y decir, dependiendo de quién fuese su interlocutor.

Sus hermanas lo recuerdan como un hombre que sentía devoción por sus padres. En su niñez y adolescencia fue ayudante de albañil y también ayudaba a amasar y a hornear, ya que su familia era conocida en la zona de La Cuchilla por dedicarse a la elaboración y venta de pan casero. “Era bueno en matemáticas, ‘cerebrito’, le gustaba tener todos sus deberes bien ordenados”, dice una de sus hermanas. Pese a eso, a Oti le faltaron dos cursos para salir bachiller. El hecho de que sus padres debieran viajar al campo cuando Oti era adolescente, dejando de ejercer control sobre él, hizo que se involucre con ‘malas compañías’, dicen sus hermanas. Un vecino de la familia señala que integraba una pandilla de la zona.

En septiembre de 2017, como representante de los reos, obtuvo un permiso judicial para salir a la Expocruz, donde los privados de libertad tienen un espacio para exponer muebles y artesanías. Entonces apareció ante los medios de comunicación con ropa casual, jean, polera y ‘tenis’, pulcro de pies a cabeza, luciendo aretes en ambas orejas y con gorra; trataba de mostrarse amable, bien hablado, no en el sentido de un lenguaje rebuscado sino diplomático y calculador, como un político que escoge sus palabras entre las políticamente correctas, las que le convienen y las que causan una buena impresión. Su discurso tenía por finalidad mostrar que era el regente de la cárcel por su capacidad y no porque hubiese sembrando terror, como decían sus detractores.

En el PC-4 pasaba de todo mucho antes de que Oti tomara el poder. Fiestas, churrascos, violaciones a niños y niñas, golpizas, venta y alquileres de departamentos y cuartos, asesinatos y una variedad de extorsiones. Chacho lo describe así:

(El catálogo ofrecía secuestros express de los visitantes, pague una módica suma y lo dejamos irse; violaciones a la carta, quiero violar a tu mujer, novia o hija ¿ah no querés?, entonces te pegamos todos los días hasta que querrás, así que llamala, que venga. También se pagaban ‘seguros de vida’ que consistían en una cuota para no ser apaleado. Cuando Oti tomó el poder continuó con esas prácticas y otras como las estafas vía telefónica con los cuentos de la maleta extraviada o el familiar detenido por la policía, mediante los que conseguían que los ciudadanos les hicieran depósitos de dinero en una cuenta de Tigo Money. Los que tenían el resguardo de la cárcel, la Policía y los administrativos, también se dedicaban a ganar dinero a cambio de proveer o dejar introducir en el recinto todo lo que se podía imaginar: drogas, armas de fuego, alcohol, televisores, karaokes, celulares, computadoras, aires acondicionados, bailarinas desnudistas, prostitutas…)

Entonces ¿las autoridades, la Policía y Régimen Penitenciario, ambas dependientes del Ministerio de Gobierno, sabían de todo esto, pero no hacían nada y se limitaban a resguardar el exterior de la cárcel y adentro, que los presos se las entiendan?

“Watergate is our shame”, aseveró el senador M. Caldwell Butler, miembro de la comisión judicial que analizó el caso Watergate, que derivó en la dimisión del presidente estadounidense Richard Milhous Nixon en 1974. La frase, bien podría haber sido acuñada por las autoridades para adaptarla al centro penitenciario cruceño: “Palmasola es nuestra vergüenza”.

Nueve años y once meses después de la matanza en la comisaría del estadio, ahí está Oti, liderando el amotinamiento de los reos, intentando mantener su poder. Una garrafa convertida en lanzallamas rueda vomitando fuego hacia las cuarenta garrafas con las llaves abiertas por donde los 70 uniformados están ingresando al PC-4. La garrafa rueda y vomita fuego… pero dos policías corren, la detienen y la apagan justo antes de....

Muchos de los presos están drogados y el gas lacrimógeno ni les afecta. Golpe por golpe, a ver quién es el más fuerte, avanzar y retroceder, replegarse y ahora para adelante, avanzar, avanzar, avanzar y al final del callejón, ahí está la cancha, ahí está el monstruo que por décadas ha sido contemplado y alimentado por las autoridades, y al que ahora hay que destruir, el monstruo del poder en manos de los presos.

La sociedad de hoy te condenó

la oscuridad me debe otro favor (*)

2. CHACHO

“Oti se emborrachó de poder”, asegura un amigo cercano a él.

- ¿Cómo pasó eso?

- Porque llegó a manejar muuuuucha plata.

- ¿Como cuánto?

- No sé, millones de bolivianos de todos los negocios. Imaginate si solo los marquetineros estaban llamando todo el día para estafar a la gente. Con decirte que hasta aportaban una buena cantidad para equipos de fútbol…

- ¿Oti nunca se imaginó lo que pasó el 14 de marzo?

- El sistema de Palmasola llevaba años beneficiando a los presos y a autoridades que se llenaban de plata. Oti empezó a ganar más plata para él y los reclusos con los alimentos, la droga, las estafas, y afectó las ganancias de los otros. Su siguiente paso era manejar el prediario de la alimentación de los presos, que es mucha plata, millones. Todo eso motivó la intervención, el dinero, el poder.

Artemso era una empresa creada por Oti a través de sus familiares y funcionaba, en teoría, en una oficina alquilada detrás de la Villa Olímpica, en la que ofrecía los muebles elaborados en el penal, y donde tenía instalado un Tigo Money que en realidad estaba ‘anclado’ con la casa de Oti en el PC-4. Oti había ordenado que todas las transacciones desde fuera o dentro del penal de los reos y sus familiares debían hacerse por ese Tigo Money. Artemso se quedaba con un 5% de los envíos, algo que era aceptado considerando el 20% que, según algunos reclusos, les retenían los guardias del penal a sus familiares cuando metían dinero en efectivo.

No se conoce el monto total de las extorsiones que se realizaban desde Palmasola, además de las estafas vía telefónica que desde allí se gestaban, pero según la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (Felcc) y la Fiscalía, el punto Tigo Money, de envío y retiro de dinero que funcionaba en el penal, registra movimientos de dinero de Bs 30.000, 50.000, 80.000 y hasta los 100.000 por día. Sí, ¡por día!

La esposa de Oti, Lilian Aderly Ibáñez Pantoja, que fue detenida y enviada a una prisión en Cochabamba, era apodada la ‘reina de Palmasola’, porque entraba a la cárcel cuando quería y salía con las bolsas llenas de dinero.

En el penal, según el Ministerio de Gobierno, Oti conoció al traficante de armas Miguel Ángel Suárez. Chacho cuenta que Oti le inquirió a Suárez: “quiero armas”, pero este le ofreció dinero. “Plata tengo harta, quiero armas”, refutó Oti. Cuando Suárez le dijo que no podía conseguirlas estando preso, la solución que Oti planteó fue: “Entonces te voy a sacar libre”. Las autoridades aseguran que Oti pretendía armas para fugar de su reino en el que generaba miles y miles de bolivianos por día…

(Oti compraba a los policías, mandaba a los gobernadores, compraba fiscales y jueces. El decidía si había requisas o no, si hasta una vez sacó ‘a patadas’ del PC-4 a un gobernador de la cárcel que fue a avisarle que debía hacer una requisa).

 

Si vos lo decís Chacho…

(Lo digo porque lo he visto).

3. ALFONSO

Cada revuelta en la cárcel, que por lo general derivaba en muerte, era atribuida por las autoridades a ‘pugnas de poder’. Implícitamente reconocían que los reos tenían poder.

Poder, poder, poder… había que tomar el poder. Por eso Siles está a la cabeza de 70 agentes especializados a los que no les tiembla el pulso para apretar el gatillo. Están frente a frente con los reos en la cancha del PC-4, midiendo fuerzas como dos toros con las astas enlazadas y empujando a ver quién es el más fuerte. Y así, inevitablemente llega el momento… basta de gritos, de palos y piedras, de gases lacrimógenos, es hora de que las balas hablen.

Apostados en las tribunas y en las construcciones de dos pisos alrededor de la cancha, hay presos ‘francotiradores’ que abren fuego contra los policías. Entre los tiradores está Oti y, a su lado, Jimmy Alcoba Ávalos,‘Vallunito’. Ambos saben lo que es disparar contra policías.

Siete uniformados caen heridos y hay balas humeantes incrustadas en los chalecos de los más afortunados. Ver a sus camaradas caídos, causa conmoción en la tropa. “Como policías estamos preparados a enfrentar situaciones límites, es normal tener algo de temor, pero como profesionales debemos saber controlarlo. El miedo es lo que activa el instinto de sobrevivencia; quien te dice que no tiene miedo ante una situación así, miente, porque el que no tiene miedo, o está loco o es un sicópata. Una vez controlado el miedo, la adrenalina en tu cuerpo te impulsa”, dice Siles recordando ese momento.

El policía Julio José Baldivieso siente el plomo como la picadura de una víbora en la cintura. Es la cuarta vez que recibe un balazo, pero esta vez deberá vivir con la bala alojada a centímetros de su columna. Lo único que cambiará es que esta vez la bala le sonará en los detectores de metal de los aeropuertos, dice, aunque también afirma que se cuidará un poco más porque entiende que es reemplazable en la Policía, pero no como padre y esposo. Para quitarle dramatismo al asunto bromea: “Llevo 18 años de casado y 23 como policía, no sé cuál ha sido más difícil…”

Tras unos segundos de conmoción, los policías contraatacan usando toda su fuerza. Siles ve caer a uno de los francotiradores en la tribuna y en la cancha van cayendo otros; ahora la agitación está del lado de los presos, que corren en desbandada a sus ‘celdas’ y otros se rinden y se tiran al piso. No imaginaron que iban a ser repelidos de esa forma. En ese momento se da la orden a los dos mil policías que están en la puerta del PC-4 de ingresar a tomar el control reduciendo a cada uno de los presos.

Siles llega a la tribuna donde vio caer a un francotirador y lo encuentra muerto, es ‘Vallunito’. Los policías van en busca de los cabecillas y un grupo encuentra a Oti oculto entre unas calaminas en el fondo de la cárcel; lo reducen y lo llevan a la cancha, donde todos los presos están siendo puestos boca abajo.

Siles, con su metro ochenta de estatura se para frente a Oti, de su misma talla, y le grita en la cara que ya está hinchada por los golpes: “Sos un maricón, alentaste a esta gente a pelear y después huiste, un líder pelea con su gente hasta lo último. Los usaste y escapaste. Maricón”.

El cielo está bostezando, desperezándose, son las 5:30.

Los internos que no participan de la gresca igual llevaron ‘palo’, mientras que las mujeres y niños fueron sacados del lugar en medio del caos.

A un lado de la cancha, en el piso, en fila, están los siete reos muertos con la mirada ya vacía, hacia el cielo.

Los policías sacan de los cuartos de los presos las garrafas, electrodomésticos, dinero, celulares y todo lo que tenga valor para acumularlo y mostrarlo a los medios de comunicación, como si fuese un descubrimiento, todo lo que dejaban meter al reclusorio.

Son las 7:00, el reinado de Oti en el PC-4 terminó. Ahora manda la Policía.

(¿Y eso es garantía?)

Veremos, Chacho.

Alguien debió avisarte

yo soy el bien y el mal,

nadie podrá ayudarte

yo soy la única verdad (*).

 

4. R.J.V.E

Tras la intervención de Palmasola del 14 de marzo y el traslado de Oti y otros reos ‘pesados’ a cárceles en La Paz y Tarija, las autoridades atribuyeron todos los males dentro de Palmasola y de la inseguridad ciudadana en la ciudad cruceña al reinado de Oti en el penal. Sin embargo, eludían los cuestionamientos a los cobros que hacían los policías a los visitantes, de entre Bs 5 y 20 o más, tras hacer filas largas y morosas que no haría ni el más fanático para ver un clásico cruceño. Las tarifas se pagaban según lo rápido (menos lento, en realidad) que se deseara ingresar. Tampoco respondieron por qué vieron de palco los cobros irregulares que hacían los presos que detentaban el poder y sobre los cobros por permitir el paso de electrodomésticos, dinero, alcohol, drogas y armas, incluso convirtiéndose en proveedores como se confirmaría tras la intervención.

(Tampoco hablaban de los cobros que los que administraban la cárcel hacían a los reos para no pasar por el PC-3, conocido como ‘Chonchocorito’, bajo el rótulo de ‘recinto de ambientación’, cuando en realidad estaba junto a los reos más peligrosos de la cárcel, por lo que nadie quería pasar por allí y había que pagar por lo menos unos $us 500 para saltarse de la ‘ambientación’ e ir directo a régimen abierto).

La caída de Oti tuvo su punto de quiebre el martes 20 de febrero cuando el recluso RJVE (36), condenado a 11 años de cárcel por violación agravada, fue descubierto con filmaciones en su teléfono en que abusaba sexualmente de una niña de siete años en un pabellón del PC-4. El caso volvió a poner en cuestionamiento el tema de la permanencia de menores de edad viviendo en la cárcel, purgando las penas con sus progenitores, algo que, por cierto, las leyes bolivianas prohíben, pero, ya hemos dicho que muchas otras leyes humanas y divinas no regían en Palmasola donde el poder lo tenían los presos ¿Reos purgando penas en la cárcel con sus mujeres e hijos?, eso sería poco creíble, incluso en una novela de realismo mágico, pero sucedía en Palmasola.

La niña era hija de la pareja del preso, una joven de 27 años que conoció al interno cuando fue a la cárcel acompañando a una amiga que iba de visita. Horas antes de quitarse la vida ahorcándose con su corpiño de los barrotes de la celda en una Felcv, la joven, que también aparecía en los videos participando de los vejámenes a su hija, dijo a sus familiares que había actuado bajo amenazas ¿de quién?, no lo precisó.

(¿Amenazas desde Palmasola?, no te puedo creer)

- Qué sarcástico Chacho. Vamos, contá…

(Sí, algunas amenazas eran tipo ‘¿si no venís y no accedes a mis ultrajes sexuales puedo mandar a gente que te haga daño a vos y a tus familiares, puedo hacer matar a tus hijos, total ¿qué me pueden hacer si ya estoy preso?’ Cosas así).

R.J.V.E. se sometió a un proceso abreviado en que recibió una sentencia de 25 años de cárcel, o sea, sumó 14 a los que ya tenía. Una raya más al tigre.

Ese no fue el primer caso de violación de menores en la cárcel, pues en 2008 tres muchachas de 13 años que vivían en el penal con sus padres fueron abusadas y cuando el fiscal Renzo Estévez entró al penal a investigar fue amenazado con cuchillos por un grupo de reclusas.

Según datos proporcionados por los encargados de la penitenciaría a la Brigada Parlamentaria Cruceña ese año, en Palmasola había más de 1.000 menores entre siete y 15 años de edad. En 2013 y 2014 hubo dos nuevas denuncias de vejaciones a niños de cinco y seis años.

Tengo el poder de decidir

cualquier destino

estoy sentado en el mejor lugar,

soy el más hábil

y el más sabio asesino

con mis palabras

yo decido tu final (*)

5. KILY

Al mediodía del 5 de marzo de 2018, trascendió la noticia de un amotinamiento de reclusos contra el retiro de niños del penal. Al finalizar esa tarde, la Policía confirmó que, aprovechando el motín, dos reos fugaron, uno de ellos, Johnny Beltrán, conocido como ‘el terror de Yapacaní’ por múltiples violaciones a menores, el cual fue recapturado un mes después.

Sin embargo, Duberty Soleto, director de Políticas Sociales de la Gobernación, puso en duda la versión de que el motín haya tenido que ver con el retiro de menores, pues ese trabajo se realizaba hacía muchos años de forma consensuada con los presos.

Había algo que no encajaba.

La noche del 6 de marzo, se supo lo que la Policía y el Ministerio de Gobierno no dijeron sobre la revuelta: “Hubo un intento de asesinato de los reos que estaban en el denominado ‘bote’, además, el PC-6, fue destruido y los que estaban allí fueron golpeados y despojados de sus pertenencias”, reveló el entonces Defensor del Pueblo, David Tezanos.

Con esa pista, el trabajo periodístico con fuentes de primera mano y videos de los hechos reconstruyó lo que había sucedido: un grupo de internos mandados por Oti, aprovecharon la problemática de los niños para salir del PC4 armados con cuchillos, palos y armas de fuego con la misión de liquidar a internos de ‘el bote’, los pesados de la cárcel, en especial a ‘Kily’, el archienemigo de Oti. Al percatarse de eso, gente del PC-6 alertó a los de ‘el bote’ y evitó una masacre. Al frustrarse su ataque, la gente de Oti se las agarró con los del PC-6, que albergaba a jueces, policías, fiscales, abogados y otros, entre los que estaba el excomandante nacional de la Policía, Oscar Nina, quienes huyeron de su pabellón y se salvaron de que los policías les dispararan creyendo que intentaban fugarse, gracias a que algunos custodios policiales que huían junto con ellos, les gritaron a sus camaradas para que no abran fuego.

“Oti es el que mandó a que me maten y no pudo; Oti tiene hartas armas”, escupió ante las cámaras Roberto Carlos García Figueredo, alias ‘Kily’, antes de abordar el avión con destino a la cárcel de Morros Blancos en Tarija, días antes de la intervención de Palmasola.

Por la forma en que era gobernada por los presos, Palmasola fue ‘digna’ de reportajes internacionales que, sorprendidos, resaltaban que era un penal gobernado por los propios presos.

Eso, tan sorpresivo desde la distancia, en Santa Cruz era algo natural, aunque no se admitiera desde las autoridades y pareciese que nada podía hacerse para cambiarlo. Era una más entre muchas otras irregularidades y secretos a voces en el pueblo que se fue haciendo ciudad y metrópoli. La gravedad del asunto, ‘espantaba’ por algunos días cuando se reflejaba en los medios de comunicación extranjeros y luego de que perdía presencia en los medios de comunicación, todo volvía a la ‘normalidad’ asimilada de que Palmasola ‘era así nomás…’

Esa modorra social se sacudía cada vez que se registraban algunos hitos en el penal, como la fuga masiva de 27 reos en 2005, cuando tomaron un camión que había ingresado al penal con ladrillos, derribaron la puerta con el vehículo y salieron a tiros. En los intervalos de tiempo se descubría que atracos, secuestros, robos de vehículos, estafas y muchos otros hechos se planificaban y ordenaban desde la impunidad que brindaba la prisión.

Todo eso pasaba antes del ingreso de Oti en 2008, los presos tenían el poder de los muros para adentro y generaban ganancias a través de hechos delictivos. Poder más dinero, más poder y más dinero, daban como resultado un abuso de ese poder, para prácticamente convertirse en tiranía. Se sabía y no se hacía nada, más allá de declaraciones que anunciaban una nueva cárcel que nunca empieza a construirse.

Las pugnas de poder entre reos de Palmasola tuvo su punto más álgido el 23 de agosto de 2013, por parte de los internos del bloque B de Chonchocorito (máxima seguridad) contra los del bloque A. El hecho causó 35 muertos y un centenar de heridos. Los causantes de la matanza, uno de los cabecillas era ‘Kily’, fueron imputados por asesinato y lesiones graves y gravísimas. En 2016 cinco reclusos fueron sentenciados a 30 años y otros a 15, pero hasta marzo de 2019, los policías no han sido sentenciados pese a que las investigaciones revelaron que sabían del ataque y no solo que no lo evitaron, sino que algunos lo facilitaron.

“Estaba habiendo un cambio tremendo en nuestro bloque y eso a las autoridades de la Policía no les convenía porque no era rentable. Fue ese el problema, que ya no éramos rentables”, asegura uno de los sobrevivientes en referencia a que tanto reos como policías y los administradores de la cárcel vieron afectadas sus ganancias.

Ni el papa Francisco pudo cambiar las cosas cuando en 2015 celebró una misa en el penal, en la que uno de los asistentes fue Reynaldo Ramírez, un joven que había sido encerrado acusado de un feminicidio pese a que había pruebas científicas sobre su inocencia.

El pontífice argentino señaló como los males del penal el hacinamiento, la lentitud de la justicia, la falta de terapias ocupacionales y de políticas de rehabilitación, la violencia, la carencia de facilidades, estudios universitarios, lo cual hace necesaria una rápida y eficaz alianza interinstitucional para encontrar respuestas.

No se hizo gran cosa respecto a todo eso luego de su visita. Es más, tres meses después se destapó el escándalo de una megafiesta en el penal para celebrar el cumpleaños del excomandante Óscar Nina, preso por legitimación de ganancias ilícitas.

Ya en abril de 2017, se conoció que Bianca Andrea Gutiérrez Lozada, condenada a 30 años de cárcel acusada de asesinato y robo agravado, salía a hacer trámites como procuradora del penal y también aparecieron fotos de ella disfrutando de la piscina del hotel Los Tajibos. De seguro las autoridades habrían hecho algo para frenar ese tipo de hechos… ¡pues no! En septiembre de ese año fue que se conoció del permiso judicial de Oti, el asesino de policías que reinaba en la cárcel, para estar en Expocruz, aunque eso no se llegó a concretar.

La sociedad de hoy te condenó,

chivo expiatorio,

mártir sin razón (*)

6. REYNALDO

Ocho meses antes de la intervención en Palmasola, se destapó un hecho que causó indignación en la sociedad boliviana. Un joven de 27 años, Reynaldo Ramírez Vale, salió en libertad luego de dos años y dos meses de estar preso, y apenas semanas después de haber sido sentenciado a 30 años de cárcel sin derecho a indulto, acusado de un feminicidio. No solo lo condenaron sin pruebas, sino que teniendo pruebas científicas de su inocencia, una pericia revelaba que una mala broma del destino hizo que su rostro tuviera cierta similitud a la del verdadero autor del feminicidio. Sus familiares tuvieron que gastar miles de dólares en contratar a un investigador privado, moverse por todo el país, conseguir una foto del verdadero autor del crimen y ubicarlo dónde vivía, en Entre Ríos, Tarija. Entonces fue clave la participación del capitán Cristian Sánchez, y su compromiso con la búsqueda de la verdad para que se haga justicia, pues realizó una prueba científica en la fotografía que descartó que Reynaldo fuese el autor, pero ¡sorpresa!, el fiscal y los jueces igual condenaron al inocente.

Ni uniendo sus mentes maestras en terror y suspenso, Edgar Allan Poe y Howard Phillip Lovecraft, hubiesen podido crear un cuento o novela tan horrorosos.

Cuando se conoció su caso y se sabía que iba a salir libre, los ‘soldados de seguridad’ del PC-4 le dijeron: ‘Oti quiere verte’. Frente a él, Reynaldo se sintió atemorizado, y sobre todo escudriñado, pero solo le pidió que le cuente su caso, le deseó suerte y lo felicitó por su libertad. Reynaldo cree que Oti analizaba si él podía serle útil estando libre, pero al percibirlo como una persona sin malicia, lo descartó.

El proceso contra los jueces y el fiscal que condenaron a Reynaldo continúa con audiencias que se suspenden permanentemente, y él sigue buscando un resarcimiento económico que la justicia boliviana, la que lo condenó siendo inocente, le mezquina.

7. ARIEL

Cuando salió libre, Reynaldo dijo algo que, no era complicado de creer, pero sí de comprobar: que había muchos otros inocentes entre rejas. Su caso solo fue la punta del iceberg. Luego del sangriento 14 de marzo de 2018, salieron a luz además de los abusos del preso para con el preso, también el mal ejercicio del poder judicial que hacen los hombres de saco y corbata: presos condenados injustamente, gente con detención preventiva por muchos años, sin ningún proceso, gente que perdió el raciocinio en la cárcel, personas que ni siquiera figuraban en el sistema penitenciario, pero estaban ahí por no tener para pagar un abogado, presos, mientras que cada tanto se conocían casos de gente ‘pesada’ que salía libre y de atracadores multirreincidentes que entraban y salían de prisión cinco, seis, siete, diez y más veces. Más que abuso de poder, lo que se destapó dentro de los muros de Palmasola y en el palacio de cristal de 104 metros, tenía aroma a tiranía.

La terrorífica realidad la reveló la Clínica Jurídica NUR, creada por el expresidente del Tribunal Departamental de Justicia de Santa Cruz, Ariel Rocha, preso en 2017, sindicado de formar parte de la red que extorsionaba presos a cambio de otorgarles libertad u otros beneficios.

Que una autoridad judicial vaya a caer a Palmasola pareciera un karma, pero Rocha asumió ese cambio en su vida como una oportunidad de subsanar y combatir ese sistema judicial injusto, corrupto, negligente y retardado del cual él formó parte.

De mandar en el Palacio de Justicia, a ser uno más en el reino de Oti. “No tuve mucho contacto con él, lo vi solo un par de veces… la gente que lo conoció bien destaca su carisma, claro, lo hacía para sus oscuros intereses… sabía cómo ganarse la adhesión de su gente, manejaba sicología de masas pues así consiguió la devoción de aquellos que lo seguían y lo protegían como a un pequeño dios”, afirma.

Dinero y carisma son dos fuentes de poder y Oti tenía ambas, además de la “voluntad de poder” a la que Friedrich Nietzsche se refería como la dominación sobre un grupo de personas y el control que la persona que ejerce ese poder, tiene sobre la gente de su entorno.

Entre los casos que salieron a flote de las tenebrosas aguas turbias de Palmasola, está el de José Alonso Soquere, que, a sus 24 años, fue condenado a tres años por robo, pero estuvo preso por siete, pese a que su pena no ameritaba cárcel.

En un hospital, su madre se recuperaba de la extirpación de un seno debido al cáncer cuando vio por televisión cómo José Alonso era golpeado por un grupo de vecinos y entregado a la Policía. Lo acusaban de robarse un foco. Siete años después, cuando su caso salió a luz pública, lo largaron sin ningún proceso, sin que tuviese cédula de identidad y tan solo con una chompa ligera, un pantalón gastado, chinelas y una frazada como pertenencias. Cuando lo liberaron, una autoridad le puso Bs 50 en el bolsillo y él tomó un taxi pidiendo que lo lleven a la cancha de Real Santa Cruz; alegaba que él era el director técnico. Su cuerpo de 1,60 m salió, pero dentro de los muros de Palmasola quedaron siete años de su juventud y también su cordura.

“Este caso es una prueba de que el sistema judicial ha fallado”, aseguró Rocha, que reveló que en el penal había 140 personas presas pese a haber cumplido su sentencia. El último informe de la Clínica Jurídica, en enero de 2019, reveló que aún hay 89 personas con detención preventiva entre cuatro y catorce años.

Alguien debió avisarte,

me puedo equivocar.

Nadie podrá ayudarte,

yo soy tu guerra y soy tu paz (*)

8.- TIRANÍA

(Si la tiranía es el abuso de la superioridad o del poder en el trato con los demás y el tirano es el que gobierna sin limitaciones legales y actuando de forma corrupta y cruel, entonces, lo que sucedió (o sucede) en Palmasola y en el Palacio, ¿acaso no es tiranía?)

Tres meses después de haber sido derrocado del poder en Palmasola y trasladado a La Paz, Víctor Hugo Escóbar Orellana, ‘Oti’, el carismático, el proveedor de droga, el redentor, Oti el ídolo, el crack, el rey de Palmasola, Oti, el mesías, el superstar, Oti el asesino de policías… ese por el que gritaban ¡Oti, Oti, Oti!, fue asesinado con 20 puñaladas durante ‘la hora de recreo’ por un grupo de internos en la cárcel de Chonchocoro.

Dos días antes, Oti le había dicho a un familiar que lo visitó en la cárcel de La Paz, que sabía que lo iban a matar y, por teléfono, les dijo a sus hermanas que les encargaba a sus dos hijas. ¿Con su muerte se termina el terror en Palmasola? Varios reos ya han intentado tomar su lugar, pero, por lo pronto, han sido contenidos.

Un año después de la intervención policial, en el PC-3 B se rehabilitan 246 internos adictos; aunque ya no hay niños viviendo en la cárcel, no hay un lugar para que visiten a sus padres y siguen entrando a los pabellones del PC-4. Tampoco hay la mentada reclasificación de reos según la gravedad de sus delitos, eso, debe esperar a una nueva cárcel cuyo proyecto está en ‘ajuste’.

A 12 meses de la intervención, tomando algunos puntos al azar del informe de la Defensoría del Pueblo, podemos recoger que el acceso a las celdas sigue estando condicionado a la capacidad económica del recluso. En el PC-3 no hay áreas para visitas conyugales y usan el patio tapados con sábanas, la sobrepoblación es de 294% y la detención preventiva es 70% frente a solo el 30% con condena; la inscripción a rubros de trabajo está condicionada a la capacidad económica del reo; las instalaciones eléctricas son un riesgo a la seguridad y la basura un riesgo para la salud… y sigue y sigue y sigue...

“La Policía no ha podido administrar cárceles, tiene sus años o sus días contados en cárceles, deben irse porque el personal civil tiene que asumir esta responsabilidad: sicólogos, médicos, trabajadores sociales”, ha dicho el exdirector nacional de Régimen Penitenciario Ramiro Llanos. Su planteamiento no ha tenido eco.

(Lo de Palmasola va más allá de la seguridad de la sociedad y de la justicia, deriva de la manipulación que se hace de ambas para obtener poder y a través de él, dinero mal habido. Pero el poder no es malo por sí mismo, sino dependiendo para qué se lo use, porque puede servir para garantizar el bien común, el respeto a las leyes y la búsqueda de una sociedad más justa. ¿Idealismo?, ¿ingenuidad?, ¿utopía? El poder no será malo por sí mismo, pero, dice Maquiavelo, el hombre sí lo es, “por naturaleza” y solo se preocupa por aumentar su poder sobre los demás).

El poder no es malo, lo malo es el abuso de poder.

“Palmasola, nunca más volverá a ser como antes”, repitieron las autoridades luego del 14 de marzo, una promesa, mas no un reconocimiento de los errores cometidos y la corrupción consentida que crearon semejante monstruo. No hubo una frase autocrítica, como la contundente “Watergate es nuestra vergüenza”, del senador Butler quien, además, días antes de la renuncia de Nixon, citó al tercer presidente estadounidense, Thomas Jefferson, con una frase que bien merece estar tallada en los frontis de Palmasola y del Palacio de Justicia:

“El abuso de poder es la esencia de la tiranía”.

* Abuso de poder, canción de Adrián Barilari (2009)