El director tucumano, que llegó a mediados de los años 70 para crear y dirigir el elenco de teatro de la Casa de la Cultura, recibió la distinción Marcelo Araúz Lavadenz por parte del Fitcruz 2019. El maestro y sus discípulos cuentan la historia

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4 de mayo de 2019, 4:00 AM
4 de mayo de 2019, 4:00 AM

Jorge de Lassaletta se siente un privilegiado, una especie de bendecido y sobre todo, un agradecido. El argentino llegó de Tucumán en 1976 y se convirtió no solo en el responsable de crear el elenco teatral de la Casa de la Cultura, sino en cabeza de una generación que dio a conocer al público cruceño una nueva forma de hacer teatro.

Hoy, 43 años después, es reconocido por el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz de la Sierra con la distinción Marcelo Araúz Lavadenz, el nombre del gestor cultural que acompañó de cerca la labor de Lassaletta y sus muchachos. Gonzalo de Córdoba, Sandra Peña, Gaby Cuéllar, Lena Vidovic, Jorge Gil, Carlos Rocha, Sigrid Kaiser, Carlos Jaldín, Óscar Herrera y Luis Fernández son algunos de los actores y actrices que formaron parte del elenco y que tuvieron un emotivo reencuentro esta semana con Las - saletta, una especie de mentor, guía y, para varios de ellos, el mejor director de teatro que ha tenido la Casa de la Cultura.

Miko Montero, Silvana Ferrero, Roxana Arduz, Liliana Soliz, Ronald Chavarría, Sonia Loay - za, Dember Áñez, Gladys Fer - nández, Nano Padilla, Bernardo Kehoe, Carlos Jordán y Roque Mendoza también trabajaron con el director argentino. 

La llegada
Jorge hace un ejercicio de me - moria y confiesa, entre risas, que no entiende cómo fue que lo aceptaron. “Un día me llama el Negro Romero, un poeta tu - cumano que había huido a pie de Argentina. Cuando llegó el golpe de 1976, no se presentó en la oficina, la mujer lo llevó hasta Tartagal y lo vio cru - zar la frontera a pie. Llegó acá y se hizo amigo de Aida McKenney, luego comenzó dando talleres de literatu - ra en la Casa de la Cultura y me terminó llamando”, cuenta Lassaletta.

La idea era formar el elenco de teatro de la institución cultural. Pa - ra eso se convocó un taller al que se inscri - bieron más de 100 per - sonas. Todos querían ver al profesor del que tanto se hablaba. San - ta Cruz era un pueblo, pero en el ambiente se percibía un entusias - mo inusitado por hacer arte. “Yo me sentía sim - plemente un trabajador.

Pero, imagínate, eran más de 100 personas las que habían respondido a una convocatoria para formar parte de un grupo de teatro. Eso demostraba que Santa Cruz ya era pujante en el sentido cul - tural también. Porque el tema cultural estaba manejado por gente con ideas claras, decididos a hacer, como Marcelo Araúz y Aida McKenney. Los resultados se pudieron comprobar con el tiempo y en otros ejemplos que son hitos de la actividad cultural en esta parte de Bolivia, desde el Festival Internacional de Teatro hasta la creación de la Escuela Nacional de Teatro”, añade el director.

Aunque, comparado con lo que vino después, el movimiento era pequeño tanto en escenarios como de cantidad de obras y elencos, los protagonistas coinciden en que fueron partícipes de un momento muy particular, en una época en la que hacer cultura implicaba sentirse bañado por una mística especial.

“Yo no sé porque se dio, pero es que era un momento muy especial que estábamos viviendo en lo artístico, a pesar de que Latinoamérica en general pasaba por una época muy difícil con los golpes militares. Muchos de nosotros que salimos del país a estudiar en otros países, porque acá se cerraron las universidades, volvimos con otras ideas, habíamos visto otra cosa, porque cuando retorna la democracia a Argentina retorna mucha gente del exilio de Europa, gente grande con otra mentalidad.

Y así, entre golpes de Estado y situaciones difíciles, en Santa Cruz se da esta conjunción de esfuerzos privados en favor del arte. Así se desarrolla el trabajo de la Casa de la Cultura, manejada por gente con interés de que la parte cultural en Santa Cruz se mueva. Por eso aparece Jorge Lassaletta”, asegura Jorge Gil. Sandra Peña, que se formó con Lassaletta, afirma que el director trajo un nuevo método de trabajo, nuevas formas de aprender el texto y de plasmar en escena la teoría.

“Para mí era romper lo que ya había aprendido. Todo fue un nuevo lenguaje. Jorge nos tenía meses haciendo ejercicio para preparar las obras, porque lo principal era el lenguaje corporal. El texto pasaba a un segundo plano, a Jorge le interesaba que nosotros expresemos con el cuerpo los sentimientos”, indica la actriz cruceña, que ha hecho teatro en Francia y México.

La generación Lassaletta se reunió en el Altillo Beni para rememorar grandes épocas y saludar a quien fuera un guía y mentor de cada uno

La primera obra
Hasta la llegada de Lassaletta a Santa Cruz, el mayor éxito en las salas lo había obtenido el teatro costumbrista o el que revivía mitos y personajes de la historia cruceña, como Ca- ñoto. Entonces, el elenco de la Casa de la Cultura debuta con El enfermo imaginario, comedia escrita por el dramaturgo francés Molière, una obra que en clave de humor y sátira que se centraba en los médicos.

El enfermo imaginario planteaba algo totalmente distinto, con una puesta en escena muy ambiciosa, que dejó impresionados a los espectadores y garantizó una asistencia masiva a las funciones que se presentaban los fines de semana en la Casa. “Jorge cambió todo”, dice Gil, quien ingresó al elenco con la segunda obra: Los gemelos, de Plauto, con la que ganaron el Premio Nacional de Teatro en 1979. Gil y Peña resaltan que de la enseñanza de Lassaletta nacían discusiones y se descubrían muchos aspectos inherentes al oficio de actor, por ejemplo, la idea de subir al escenario para representar o ser en escena.

“El ser en escena te permite la libertad de asumir la acción de la obra, mientras que la representación es tener a un ser abstracto en el escenario basado en lo que dice un libreto.

Lo ideal es proponerse desde uno mismo conquistar al público”, indica Lassaletta. Sus pupilos agradecen la oportunidad de haber trabajado con Lasaletta, no solo por la calidad y calidez humana que representa el director argentino, sino porque a través de su enseñanza lograron adquirir herramientas para desempe- ñarse en sus diversos oficios